lunes, 13 de septiembre de 2021

La muerte no es el final, Sasaraxa y la estética de la transformación

Lo que las aplicaciones de intercambio virtual traen a nuestras vidas es una manera de vincularnos con la percepción acotada a una temporalidad cada vez menor, todo parecería que en este mundo de invención capitalista envejece muy rápido, tan solo basta escuchar comentarios de un film de diez años atrás para que aparezca expresiones como -es una peli vieja o es muy lenta- nada sobrevive a la apetencia por el momento que ya se fagocita para llegar al siguiente.
Pero dentro de estos márgenes siempre hay ramalazos de resistencias, subversiones en el orden del sentido y el imaginario que constantemente están desafiando los límites de lo percibido dentro de la percepción que las aplicaciones brindan con determinadas condiciones. Instagram es una red social de intercambio visual donde literalmente hay de todo, y se comparten muy diversos contenidos desde perfiles exclusivamente de trabajo, a perfiles domésticos, artísticos, musicales, bizarros, humorísticos, políticos y culturales. Para la sensibilidad atada a los vaivenes y desarrollos de las redes sociales, instagran es una aplicación, ya vieja -once años de existencia- lo cual condiciona la recepción de sus contenidos a sus usuarios futuros que siempre buscan estar dentro de la última tendencia.
Pero eso no quita el valor de muchas de sus experimentaciones formales que siguen al pie de juntillas los parámetros que son considerados dignos de atención -duración de videos e historias, y sobre todo detentar alguna imagen que exceda lo puramente visual para transformarse en materia sensible. Esto sucede en gran medida con Sasaraxa que es una puesta en escena sobre el recorrido y el aprendizaje de una mirada como también el relato de una transformación. Sasaraxa es una cuenta que vengo siguiendo con curiosidad desde hace un tiempo que en su práctica ha ido construyendo un espacio de recepción, elaborando de manera consecuente una estética que convoca un imaginario tan oscuro como sensual, de pretensiones alegóricas y literales en su relato, mensaje y misterio.
Dicho esto hay que destacar la primera singularidad de esta cuenta, y es que la imagen icónica de la misma es la cabeza de la autora cubierta con una bolsa, este hecho en una red social donde la rostridad es la moneda de cambio no deja de ser una provocación literal y sutil, porque en la selva de lo irreal que puede ser instagram este gesto puede pasar desapercibido pero si uno se detiene un poco más, comprende que Sasaraxa no es un concepto a la venta ni un capricho narcisista, sino un manifiesto explicito sobre lo que puede un cuerpo cuando se lo combate, se lo pone en cuestión y se duda de su identidad, no en vano la autora detrás de esta propuesta estética se sirve y entrecruza materiales orgánicos, artificiales y sintéticos.
Sasaraxa es una experiencia sobre los modos y las maneras en que la materia se coagula, generando cuerpos siempre a la sombra de su propia desintegración, se celebra la belleza radiante de determinadas frutas como frutillas, naranjas, cerezas, melón, kiwis, uvas y manzanas, sobre todo manzanas para recordarnos el inevitable destino de lo viviente, en contraste y contraposición a objetos modelados por la humanidad que conviven con las frutas y estos son: instrumentos musicales, parlantes, pedales, micrófonos que responde a la formación musical de la autora que también es responsable de musicalizar algunos de los videos.
Los primeros posteos convocan un imaginario inactual, no por los elementos sino por la suma y la configuración de la imagen. Son “Naturalezas muertas” a la manera de esos motivos pictóricos tan antiguos como la pintura misma, Sasaraxa nos ofrece fotos de una guitarra invadida por naranjas, o un micrófono asediado por uvas, un parlante con una corona de frutillas, la mitad de un melón conviviendo con un cabezal Marshall de guitarra, un papel escrito con lo que parecería la letra de una canción con semillas amontonadas a los costados, estos por nombrar algunas de las imágenes que religiosamente Sasaraxa publicaba en esa primera etapa de su trabajo. Todas las fotos en su cuenta tienen un encabezado y algunas se permiten poemas de respiración muy corta pero con un fraseo largo, dando realmente la sensación de flujos incontrolables de sentido.
La estrategia discursiva que plantea Sasaraxa entrecruza textos, imágenes y sonidos, y esa fricción que plantea entre las palabras y las cosas, lo sensible y lo aural esta el espacio que ella reclama para el espectador que se atreva a acompañarla por este sendero lleno de sugestiones y estímulos. Se nota que en este derrotero desde su primera imagen publicada a la última se fue afianzando un lugar en su discurso estético, lo suficiente como para soltar la lengua y para aparezca Sasaraxa, es decir su imagen, su cuerpo, el ícono y la representación.
Antes de continuar habría que agregar que Sasaraxa no es una obra acabada y ni siquiera es presentada como tal, es un trabajo en proceso, es decir abierto a las contingencias, accidentes y hallazgos de toda subjetividad en combate y búsqueda por su forma más conveniente. Esto implica que cada posteo es un ensayo sobre los alcances expresivos, más allá de que hay un cuidado puntilloso sobre la puesta en escena tanto de las fotos como de los videos, y existe un concepto detrás que al parecer cierra sobre sí, hay una continuidad en el relato a veces implícito pero la mayoría de las veces expuesto por la literalidad expresiva.
Esto no quiere decir que no abunde en alegorías ni simbolismos como cifra estética, sino que los momentos en que la literalidad apremia es cuando aparece la palabra señalando el valor semántico de lo que se muestra. Esta convivencia es tirante porque la economía de la imagen es muy justa en su orden expresivo, pero los textos que acompañan tienen la abundancia del derrape, el cuidado que existe en lo visual no lo tiene en la escritura. Lo cual no le quita mérito sino que apuntala la honestidad de una escritura, que vibra la desmesura de lo que al parecer es incontenible. Existen ocasiones en donde los textos parecen la antesala de la imagen y en otras parecen más su lógica consecuencia, aunque también aparecen momentos donde la lógica de la representación se disloca creando un lugar diferente de recepción para la imagen y lo textual.
Hay momentos en este recorrido donde Sasaraxa en su cuenta se permite compartir cuestiones más biográficas como por ejemplo cuando habla y muestra la filmación y el registro fotográfico de un ensayo y posterior recital con una banda tributo al grunge a la cual le presta voz y que curiosamente se llama “Adolecer”, habría que hacer una salvedad con respecto a las historias de instagran donde lo que postea si bien tiene que ver con los contenidos de las fotos y videos, son al mismo tiempo el afuera de estas experiencias cuidadas, en este espacio tan fugaz como son la historias de Instagram se ven más las preocupaciones cotidianas de la persona detrás de Sasaraxa.
La estética que fue generando en el tiempo le dio frutos en el campo del rock, ya que su personaje fue requerido para la tapa de un álbum como para un video hecho por ella, (se pueden ver en su cuenta) con esto hay que agregar que su estética es muy afín a determinados contenidos del mundo heavy/dark, es decir bebe de esas aguas como del arte contemporáneo y el lado más arty del rock vanguardista. En esas ramificaciones también aparece cierto costado que se comparte con el mundo del fetichismo sadomasoquista y cristiano, esto no quiere decir que el contenido sea cristiano ni exclusivamente sado, sino que en la enunciación formal de estos componentes esta la singularidad de un relato sobre el dolor del cambio, el extrañamiento de la mutación y la claustrofobia de la interioridad.
No es casual que su banda tributo al grunge se llame Adolecer, porque justamente se podría aseverar que toda su obra está atravesada por este proceso, esta revolución química, este desajuste entre lo interno y lo externo, pero si seguimos los lugares comunes del mito, este proceso de la oruga no la lleva a transformarse en una mariposa soñada y sublime, sino (según sus palabras) en “un bicho invertebrado, exoesqueleto, bien forjado (…) en polilla me transformo con acordes tan sombríos y solemnes (…) y ahí estaré cada noche, en plena oscuridad con un corazón de piedra aleteando torpemente hacia la luz artificial. CUANDO EL SOL QUEMA.” Este poema acompaña el posteo de una foto donde se ve la reproducción de una polilla (parece una foto dentro de la foto) conviviendo con lo que parece el cable de un instrumento musical, uvas rotas, papel quemado y otro papel debajo de tinte amarillento que contiene una caligrafía apretada donde se deja leer fragmentos del texto citado que acompaña a la imagen.
Lo realmente llamativo es que el poema comienza afirmando que está “codificada”, no puede transformarse en mariposa por ello y la palabra codificada dentro de la economía que plantea el texto es un poco forzada pero la autora le resta importancia a este detalle y esa es su mayor virtud como también su punto más débil como ocurre en otros textos donde prima más la necesidad de ser entendida restándole ambigüedad a lo expresivo. Lo que sí le interesa remarcar y esto se ve en lo otros publicaciones es su postura con respecto a la femineidad pero no estamos hablando de un discurso feminista sino más bien femenino que es bien distinto. El proceso de crecimiento como todo proceso comporta sus zonas menos felices y más problemáticas y esto tiene directamente que ver con la mortalidad de las cosas todas, con la piel muerta que se deja atrás.
En uno de los primeros posteos aparece esta temática en toda su carnadura pero no desde la foto sino desde un poema que acompaña y muestra las tripas de su desintegración. “Entonces como de esa fruta que se pudre muy de a poco y tan veloz al mismo tiempo. Y si entonces ya no miento –nunca miento- de podridos hoy hablamos. Una fruta con gusanos y la piel que se desarma. Cuanta alarma que dispara una fruta muerta. Más tan llena de gusanos, significa que aún hay vida. Valentía al morder solo un pedazo. Y no como de la fruta, solo como sus gusanos.”
En esta apetencia sobre la descomposición se cifra la poética de Sasaraxa, no se trata de la morbidez sino de la disolución de las fronteras y la identidad en el momento en que se produce el deceso, la acción de comer los gusanos no es producto de la muerte sino su consecuente efecto. Como se vera si uno lee con atención para Sasaraxa la muerte no es el fin y en ese aspecto aparece un costado digno de las sectas más radicales y profanas del cristianismo. Es importante señalar que no pretendo agotar las interpretaciones con respecto a esta poética, este tan solo es un acercamiento caprichoso y personal a un universo donde la muerte es la moneda de cambio para pasar a otro estadio del ser y la materia. Como escribí párrafos atrás abundan las frutas en los motivos visuales, pero la fruta que aparece con mucha recurrencia es la manzana, ya sea verde o roja su presencia no es un mero decorado sino que -según mi lectura- es la apropiación de un símbolo que según la mitología cristiana es la causa de nuestra perdición. Pero el detalle que no se puede pasar por alto es que Eva la primera mujer según este mito es la entera responsable de la perdición de la humanidad.
De esta manera el mal quedó indisolublemente ligado a la mujer, de ahí en más el curso de los hechos, la cultura, la política y la codificación sobre la mujer, su identidad y su cuerpo es una imposición, una celda y un castigo. Sasaraxa se hace cargo de esta carga cultural y simbólica pero de una manera donde recupera el cuerpo no como objeto mercantil sino como campo de la experiencia y la experimentación, en este aspecto no es que Sarasaxa hable sobre la mujer sino sobre la singularidad de los seres que por diferentes motivos y azares genéticos habitan un cuerpo con determinadas características y no otras.
Por eso la manzana es un elemento recurrente, es un símbolo que Sasaraxa le usurpa a la mitología cristiana para re-afirmar la condición femenina como espacio del saber, después de todo el fruto era del árbol del bien y del mal y por ello fuimos desterrados del paraíso. Sasaraxa en su apuesta formal desafía a la noción de cuerpo, desafía la utilidad, la garantía y la identidad de lo que se supone es habitar la carne. Para ella el cuerpo es un terreno en disputa tal como lo enuncia en uno de sus tantos poemas “Ese cuerpo obsoleto, ese cuerpo dormido, tanto tiempo recluido.”
La mirada no solo es estética sino también comporta una ética, por eso la encarnación de Sasaraxa -ese curioso ser con la cara tapada y un vestuario de apariencia primitiva- se toma su tiempo en cobrar protagonismo y cuando lo hace por fin, las fotos de naturalezas muertas con las que inició su recorrido van desapareciendo. Acá es donde entra el valor de la religión pero en su acepción más primigenia, la que no funda ninguna iglesia sino que la trata de re-ligar el pacto tácito entre la humanidad y el universo. El gesto de Sarasaxa es el de bucear en lo orígenes, desconstruir al mito que hace de la mujer un ser binario para quedarse con la especificidad del cuerpo y de su piel sensible, para exponer la temible fatalidad de que no somos más que carne con pensamiento, y el mal que nos aqueja es que no existe ningún tipo de justificación alguna para nuestra existencia, lo único loable es la voluntad y la inventiva para pervivir, pero esto supuso un costo altísimo para la cultura occidental que es la invención de la conciencia, ese espectro en el camino, tenemos una disociación básica que ya no sabemos como corromper porque el logos a colonizado prácticamente a todo los territorios de la inconciencia.
El componente ritual es capital en el gesto estético de Sasasaxa, prácticamente está presente en todas sus intervenciones, hay un relato implícito que es su proceso de transformación, por eso la mayoría de los poemas en donde aparece el cuerpo mencionado siempre tiene una connotación objetual pero en nada tiene que ver con la objetualidad pornográfica y mercantil de nuestra aldea visual. Si hacemos un rápido recorrido uno se encuentra con expresiones tales como: “Ese cuerpo suspendido, esa masa sin reflejos, solo es: permanece para camuflarme”. “Hambrienta y animal encerrada en tu cárcel de carne”. “intentar descifrar desde qué lugar uno se mueve, porqué los cuerpo solo son y si el que uno muestra es el real.” Quizás el momento más álgido de esta poética es cuando expresa sin tapujos la división inmanente entre la idea del cuerpo, el cuerpo, la conciencia y la conciencia de esta conciencia. “Jugando. Jugando a ser persona, jugando a ser alguien. Ese alguien que tal vez despierte un pensamiento (…) Alguien que viviendo de prestado quiere apropiarse. Alguien que necesita apoderarse de ese cuerpo a disposición.”
La estética sado masoquista sobrevuela a las imágenes y el vaso comunicante el cuerpo como un objeto estetizado a través de un vestuario funcional y sugerente. El relato cristiano también está presente pero como dato subvertido, así como Sasaraxa recupera a la manzana para su relato y metamorfosis otra palabra que aparece en sus poemas es “mártir” y si nos atenemos a su significado, es alguien que sufre o muere por defender su religión o ideales”. Todos sabemos el martirologio de las santos de la cristiandad, no es novedad tampoco que hubieron muchos estudios que se hicieron al respecto relacionando al dolor del martirio con el placer y el goce. Sasaraxa se mueve entre estos caminos, tiene algo de ese sufrimiento, de esa vulnerabilidad que expone y presentifica en un ritual, tal como lo plantea uno de sus videos donde se saca un corazón negro para luego mejor quemarlo.
De alguna manera en Sasaraxa se hace carne justamente un concepto y diferentes estéticas que pusieron su foco en lo abyecto de la corporalidad humana, en un momento histórico tal como lo señaló en su momento Michel Foucault, la preocupación y el control sobre el cuerpo en nuestra sociedad es el dato prioritario para la construcción y práctica sobre las políticas sobre la vida que hoy nos aquejan. Videodrome (1983) una película del inclasificable David Cronemberg es uno de los primeros que enunció la verdad de “La Nueva Carne” en el campo del arte contemporáneo, hay otros como Joel Peter Witkin o Cindy Sherman que desde la fotografía han sabido problematizar el concepto sobre lo bello y lo feo, lo horrendo y lo sublime, lo siniestro y lo sagrado, la identidad y la disolución de las fronteras.
Sasaraxa haciéndose eco y resonancia de las luchas femeninas y los tiempos de sororidad recupera al cuerpo de la mujer para hablar mejor de la complejidad de los seres, de las disputas de poder y significación sobre la manera de habitar y compartir esa piel de lo sensible que nos une, empatiza, como también distancia advirtiendo los peligros de lo realmente otro. Pero en el caso de la propuesta de Sasaraxa lo realmente otro es el cuerpo y ya cómo lo decía Baruch Spinoza quién sabe lo que realmente puede un cuerpo. Basta animarse a entrar en este mundo para darse una idea acabada de que la conquista del cuerpo es parte de la batalla cultural y política que se esta librando rigurosamente en el presente.
Sasaraxa con su propuesta y abierto misterio hacia la rostridad pone en marcha a toda una tradición heterodoxa y al margen, su propuesta es un capítulo más de la estética de la nueva carne y que mejor que transcribir uno de los diálogos más fascinantes de Videodrome ese film revulsivo y fantástico de David Cronemberg para terminar este recorrido.
“La muerte no es el final. Tu cuerpo ha sufrido muchos cambios, pero solo es el principio de la nueva carne. Tienes que llegar hasta el final. Transformación total ¿Crees que estás preparado? Para convertirte en carne nueva primero tienes que matar a la vieja. No temas. No temas dejar tu cuerpo morir.”
Para entrar a la cuenta de Sarasaxa https://www.instagram.com/sasaraxa/?hl=es

domingo, 11 de julio de 2021

El Metal argentino: esa ruidosa expresión de la clase obrera (primera parte)

Muchos fantasmas recorren nuestro país, muchos muertos sin sepultura reclaman justicia, y muchas injusticias corroen la sensibilidad social que hereda pesares, crisis, bancarrotas emocionales y económicas. Dentro del campo de la música popular más precisamente el rock (en sus mejores casos) ha sabido retratar estos momentos álgidos de nuestra historia. Escribo esto pensando que en este año se cumplen 17 años de la Masacre de Avellaneda que dejó un saldo de 33 heridos y los asesinatos de Darío Santillán de 21 y Maximiliano Kosteki de 22 años que formaban parte de del Movimiento de Trabajadores Desocupados. En sí mismo el hecho es atroz como toda la locura que se vivió después de la fuga del presidente de turno, y el cambalache histérico de presidentes que tuvimos en poco tiempo como la cruenta y salvaje represión de los representantes de la ley y el orden, dos conceptos que lamentablemente en nuestra patria siempre traen como consecuencia un tendal de muertos como de heridos.
Pero existe un detalle fuertemente simbólico que toca de lleno el corazón de la música pesada de nuestro país y es que Darío Santillán murió asesinado teniendo puesta una remera de Hermética, un hecho consecuente y de total compromiso social que no se desentiende de la prédica poética de la banda más representativa y popular del heavy local en los primeros años de la década del 90.
“Heavy Metal Argentino, La clase del pueblo que no se rindió” el primer e interesante libro de ensayos de Ariel Panzini (Clara Beter Ediciones) comienza por ahí (1) dedicando su empresa de investigación a la memoria de este joven militante. Antes habría que agregar que el autor según lo que se lee en la información de la solapa del libro es abogado y especialista en Derecho Penal, especialista en Derecho Internacional Humanitario y Derecho Internacional en los conflictos armados, recalo en estos detalles del curriculum biográfico porque la serie de ensayos que conforman al libro esta asentado bajo la mirada de la ley, los derechos humanos y la justicia social, es decir que Ariel Panzini no se desentiende de su formación y oficio para analizar su pasión musical desde una mirada cientista, y sociológica.
Este marco de contención metodológica busca despejar los malentendidos con respecto al heavy metal como género musical, extraer las consecuencias simbólicas, discursivas y prácticas de una música que en nuestro país nace dentro de la sensibilidad obrera, un subgénero dentro del rock que crece en los suburbios industriales, y que es la música de los hijos y nietos de inmigrantes, como de la propia migración interna, la música de de los que hacen del heavy, un santo y seña de fraternidad, respeto e intercambio horizontal. El libro esta dividido en cuatro partes, son ensayos puntuales pero que están enhebrados por los derechos humanos y la conciencia de clase que el autor rigurosa y obsesivamente detalla y ejemplifica en reportajes, y en los grupos que han tocado estas cuestiones de manera literal y poética dentro de ese fenómeno tan particular y extraño como puede ser una canción. Heavy Metal Argentino, La clase del pueblo que no se rindió, es un libro rico en información, valioso en su apuesta por pensar más allá del amor hacia la música y concreto en explicitar lo que de tan obvio nadie lo quiere ver y es que la música pesada en Argentina es el termómetro sensible de los desheredados y laburantes, o por lo menos de cierta parcela de los ninguneados que encuentran en este tipo de estética una forma de paliar el infortunio y de armarse frente a las desgracias económicas y emocionales.
El estilo que detenta la escritura de Ariel Panzini es académico, circular y expositivo, la propuesta en ese aspecto es muy clara, busca un respaldo científico para el objeto analizado o en palabras del autor “el heavy metal a partir de las ciencias sociales”. Las cuatro partes que conforman el libro son independientes entre sí:
1- Rumbo a la construcción de un marco teórico de entendimiento. 2- Cuando el heavy metal es una tortura. La implementación del género en las cárceles de Guantanamo e Irak. 3- La resistencia viva del malón mestizo. La defensa, promoción y divulgación de los Derechos Humanos desde el heavy metal argentino. El aporte significativo a partir de la obra de Malón analizada desde el contexto histórico. 4- La ideología del heavy metal a través de su discurso.
Pero es notable su ahínco conceptual que señala, dice y vuelve a subrayar a lo largo de esta serie de ensayos las intenciones, el motivo y la tesis que busca defender y argumentar el autor en su pulso escritural. Este es solo un acercamiento a un libro ambicioso en su concepción y amplitud de miras hacia un terreno al cual el heavy metal (en castellano) llega por consecuencia de sus reclamos e inconformismo social, este terreno son los Derechos Humanos. Por una cuestión que excede largamente mi propósito voy a tomar tan solo la principal problemática del libro que engloba a la conciencia de clase, y la ética del metalero argentino, a los otros puntos los dejo en suspenso para una continuación de esta lectura.
Para poner las cosas en contexto el autor se toma el trabajo de analizar la época y llegar a la siguiente conclusión. “Que el arribo del heavy metal en nuestro país coincide con la etapa final de la bipolaridad del mundo a partir de la Segunda Guerra Mundial, en el cual se enfrentó el occidente capitalista y el oriente comunista. En dicha década y frente a la profunda crisis que vivía el bloque soviético (…) se implanta la reforma denominada “la Perestroika”, la cual en forma excesivamente resumida podemos decir que permitió la apertura de los mercados y con ello el acercamiento inevitable con el occidente capitalista. En este contexto, el heavy metal jugó un papel protagónico en lo que respecta a la penetración cultural en aquel oriente comunista”.
La mirada de Ariel Panzini no se desentiende de la propia naturaleza capitalista del rock, y menos aún de sus alcances culturales como herramienta política y económica, es claro que el heavy como tantos otros fenómenos anti sistema forma parte de la misma estructura que el sistema genera por rechazo a sus valores y modos de vida, pero en nuestro caso como el de otros países que no tienen más destino que el de ser el patio trasero del imperialismo, la manera -sobre todo en Argentina- en que este fenómeno musical adquiere forma y contenido resuena directamente en la conciencia de clase. Ser heavy en nuestro país como el autor señala a lo largo del libro, es adquirir dicha conciencia que tiene su arraigo sin lugar a dudas en la sensibilidad obrera. Para el autor más allá de la cuestión musical, el heavy metal argentino es un movimiento que ha diferencia de otros detenta una ética y compromiso con la lucha y la dignidad social, y este compromiso y responsabilidad tiene la garantía de su firma que asume y enuncia su propósito desde una voz colectiva (ya volveré sobre ello) pero sin perder de vista la distancia y cierta objetividad para tratar de analizar un fenómeno del cual también es participante.
“Nuestra obra intentará enfocar diferentes aspectos en común del metalero argentino, puntos de comunión que hacen que nuestro género local se mantenga cohesionado sin perjuicio de la ideología propia de cada uno de nosotros”. Según la lectura que se desprende del libro y tratando de abstraer –si es posible tal cosa- el heavy en su expresión local es un hecho estético muy ligado a los vaivenes políticos, históricos, y culturales de nuestro país, en ese aspecto es un género muy reactivo, un estilo musical que nunca parecería descansar porque su razón de ser es la lucha social por un mundo más digno.
El Indio Solari alguna vez refiriéndose al rock observó que este en su manifestación es la piel sensible de la sociedad, y sin miedo a exagerar puedo llegar a afirmar (siguiendo esta lectura) que el heavy es hipersensible al termómetro social y es la expresión más radicalizada y utópica dentro del rock local. Esta radicalización tiene estrictamente que ver con el contenido de lucha, con la Doxa combativa que el género maceró desde sus comienzos en la flema anti-sistema de V8 y su disco fundacional “Luchando por el Metal”.
Da la impresión que este género musical dentro del mundo del rock en nuestro país, con el solo despliegue de su retórica pone en escena la vieja dicotomía en los 70, que ponía en tensión a la concepción de un arte comprometido y revolucionario que creía en la vanguardia política versus la vanguardia iconoclasta y formal propia de la burguesía argentina de esa década. Digo esto porque el metal argentino no deja de producir y reproducir (desde sus orígenes) contenidos que apuntalan al cambio y si bien no hablamos de la misma época ni de los contextos políticos hay una cosas que quizás no cambio y es el sustrato propio de la lucha obrera enraizada en la izquierda y más precisamente en la peronista.
Eso es lo llamativo del metal argentino, ningún género dentro del rock local se ha tomado tanto trabajo en denunciar un estado de cosas y en aprovechar los espacios posibles para visibilizar las miserias y los horrores absolutamente normalizados del capitalismo global. Tan solo basta repasar los reportajes que el autor recolecta para su propósito en todos ellos esta manifiesto la conciencia de clase trabajadora. Claramente estamos hablando de una raigambre y filiación de un tipo de estética dentro del heavy local que cree categóricamente en el valor del mensaje, un entramado de voces, sonidos y distorsión llámese: V8, Hermética, Almafuerte, Nepal, Malón, Tren Loco, Razones Concientes y más acá en el tiempo Serpentor, que tiene un capítulo en el libro. El rock como fenómeno de la juventud en nuestro país siempre se consideró apolítico, y fue muy cuestionado cuando todavía estaba en pañales por el sector más beligerante de la izquierda porque era considerado una música de infiltración imperialista, sobre este punto es bueno recordar que si bien el rock entro a nuestro país como en otros desde la industria del espectáculo, mucha de su autonomía formal e ideológica se debe a la apropiación que tuvo este género foráneo en las manos y gargantas de los que quisieron que el rock sea un hecho en castellano. Como ya lo había dicho Ariel Panzini reconoce la naturaleza capitalista del rock, sobre todo después de la Perestroika rusa y la caída del muro de Berlín.
“El cine y la música fueron herramientas predilectas y fenomenales, juntamente con otras expresiones como la moda o los productos masivos de consumo (…) de las cuales el sistema para esa nueva de proyección al mundo. Negar ello a esta altura de los acontecimientos históricos responde más al síndrome de la alienación al poder dominante (…) Es decir, a la concentración de poder militar y económico, se le suma la penetración cultural para exportar cosmovisiones determinadas que responden a intereses ajenos a los pueblos dominados, pero que mediante técnicas sofisticadas de persuasión logran en la conciencia de los locales falsos valores de progreso (…) Dicha concentración ha sido principalmente el motivo de penurias de muchos pueblos absorbidos por el occidentalismo expansionista, y en nuestros pueblos latinos hasta el presente son una de las víctimas más preciadas.”
El metal argentino gracias también a la osadía de los cultores del rock en castellano y de sus mentes más lúcidas, pudieron evitar -por herencia, legado y acción formal- esa alienación cultural, o en todo caso resisten día tras día enrostrando las mentiras del sistema y aún a pesar de sus enormes costos no deja de ser una victoria pírrica, lo que se pierde en oportunidades; llámese jugosos contratos discográficos, la panacea de la exposición en los medios o la fabricación de hits se gana en conciencia de clase y en dignidad. Y esa es la ética principal del metalero argentino sean público o bandas hay un compromiso a no transar, a no dar el brazo a torcer y al cultivar el aguante en las situaciones más difíciles.
Para ello es muy elocuente el reportaje citado a Gustavo Zabala bajista fundador de Tren Loco (el grupo quizás más emblemático de la independencia y autogestión del under local) que señala y no duda en tomar una posición ética sobre el movimiento.
“Ser heavy metal para nosotros es luchar todos los días. Levantarse a las seis de la mañana (…) ese obrero que trabaja y viaja muchos kilómetros (…) eso es ser heavy. La vida es heavy, o es blanda, cada uno elige que quiere tomar (…) Para nosotros ser heavy es tener un estado de rebeldía permanente, pero ser rebeldes para nosotros es estudiar, ser rebelde para nosotros es aprender un oficio, no ser esclavo de nadie, para que ningún político de turno te compre el voto por un par de zapatillas, ser rebelde para nosotros es aprender a dedicarnos a nosotros mismos, con conceptos como la amistad, el trabajo, cosas lindas, ¿viste? Que como no cotizan en la bolsa te hacen ver que no sirve.”
En este aspecto el metal para el autor es un movimiento que se origino y creo en la voz de muchos que tuvo y tiene sus referentes ineludibles, pero eso no le quita mérito a esta voz colectiva que se entreteje, reproduce, y enriquece manteniendo vivo al legado como al espíritu dentro todos los que aman al heavy , por eso el autor más allá de la cuestión metodológica que su trabajo requiera se identifica y se suma a esta voz que explica, narra y contiene los sinsabores y placeres de los hijos y nietos de laburantes que eligen este estilo y modo de vida para afrontar las crisis -que nuestro país tan apocalíptico como integrado- nos brinda con fertilidad amenazante. Queda bajo el tintero preguntarse cuando un estilo y movimiento estético y cultural adquiere una identidad definida, si esto no perjudica su propia posibilidad subversiva, porque esta voz colectiva se institucionaliza en sus propios patrones de identidad, problemática que no tiene resolución más que en los alcances estéticos como sociales que cobran todo su peso con la muerte de un joven como tantos que trata de pasar a la acción desde la letra cantada, gritada y sentida como es el caso de Darío Santillán.
1-La otra dedicatoria del libro es al artista y gestor cultural Omar Chabán, rescatar su figura después de la pesadilla de Cromagñon es un acto de reivincanción como una manifestación de solidaridad política. La dedicatoria vale por sí misma. “ En homenaje a Omar Chabán, quien nos enseñó a varias generaciones desde ese reducto que se llamo Cemento donde se respiraba libertad y resistencia a la vez, que el rock trasciende la estética y se convierte en un espacio de cultura y pensamiento crítico.”

viernes, 16 de abril de 2021

La ética del francotirador y el Rock Nazional

Es un lugar común cuando se habla de rock local hablar de Rock Nacional, una conjunción de términos que en su misma enunciación es problemática y controversial, el término Rock como todos sabemos es del idioma inglés y la palabra Nacional pertenece al castellano. Una de las constantes críticas de la izquierda en los 70 hacia el rock que se hacía en Argentina, era que se practicaba una música de infiltración imperialista, por lo tanto era funcional a esos intereses de expansión como la coca- cola o la industria hollywoodense.
Esas viejas disputas quedaron atrás con el fracaso de las revoluciones, el triunfo del capitalismo como modelo de vida y el rock local que pasado su momento de efervescencia creativa y de importancia social (como fueron los 80 gracias a la guerra de Malvinas) al parecer busca en la actualidad como sobrevivir como puede a su inflada resaca de glorias pasadas. Norberto Cambiasso uno de los críticos más iconoclastas del medio deja atrás todo tipo de fantasías sobre el género para apuntar bien al centro y aseverar. “Pero lo cierto es que la música rock no fue ni será revolucionaria. Y aunque algunos me tilden de extremista, ha servido muchas veces como otra resolución imaginaria de las contradicciones reales del capitalismo”. (Que cien flores florezcan, Gourmet Musical)
No es la primera vez que este crítico hecha por tierra las pretensiones del género musical, de hecho nunca fue complaciente en sus apreciaciones, porque siempre creyó, si le tenemos que creer a la labor crítica: en la deconstrucción de los lugares comunes que tanto por pereza como conveniencia la industria y el poder de los medios como la cultural oficial, persisten por nombrar como rock nacional. Si de crítica hablamos se trata de ver qué es lo que realmente se cuece dentro de la olla, analizar sus efectos, calibrar los contextos y medir la densidad de cada propuesta con su propio cuerpo conceptual y artístico.
Norberto Cambiasso es de esos críticos que no le teme a las polémicas ni se ampara en un supuesto saber esotérico, la suya es una mirada concreta, puntillosa y sensible a los fenómenos que analiza con pasión distante. En la década del 90 junto a Daniel Varela y otros compañeros de aventuras, supo tener una revista de avanzada que equilibro hasta el final la mera y abultada información con el pensamiento sobre la música. Esta revista tuvo el justo nombre de “Esculpiendo Milagros” y fue lo más parecido a un oasis en medio de un páramo desértico, que tuvo una existencia por cierto milagrosa, que abarco un periodo de casi diez años (1992-2001). No voy a hablar de la revista en sí misma porque esto merece un estudio exhaustivo y profundo sobre el modo en que Norberto Cambiasso y compañía ejercieron la crítica y establecieron un parámetro estético muy diversos como heteróclitos en el medio. Lo que me interesa analizar cómo en el otoño de 1997, específicamente en su número 13, Esculpiendo Milagros con dos notas firmadas por Cambiasso y Varela dan un severo diagnóstico sobre esa entelequía denominada Rock Nacional, las exposiciones son categóricas y las posiciones radicales, a ellos no les interesaba respetar a las vacas sagradas por sí mismas sino que puntúan la obra (lo hecho) más que los nombres. En esta edición de la revista, la misma tapa ya es un hecho revulsivo, en su representación iconográfica cita a la revista Expreso Imaginario que en uno de sus números ataca a fines de los 70 al fenómeno de la música disco con una imagen de John Travolta, (actor icónico por su papel en Fiebre de un sábado por la noche) a-violentada por un tomatazo. Nada más que en la tapa de Esculpiendo Milagros el que recibe esta afrenta es Tanguito, con el titular: “30 años de Rock Nacional (y en letras más grandes)…y qué?”.
Lo interesante de esta mirada es que no se casa con nadie, ni siquiera cree interesante esas tres décadas de rock nacional, en la editorial explicitan el modo en que comparten su modo de apreciación. “Los autores eligieron además una retórica provocativa con claras intenciones de romper el consenso sospechoso y abrir un poco el debate. La argumentación general, creemos, los resguarda de cualquier de cualquier ofensa deliberada. Se trata de sacudir un poco al moribundo adormecido.” Que a fines de los 90 hablaran del rock nacional como un moribundo adormecido es netamente un posicionamiento político estético, ignoro cuál habrá sido la recepción de este número pero habrá ralentado la digestión de muchos como incomodado a demasiados, ya para ese entonces la revista tenía sus lectores y habrá generado su impacto, modesto pero impacto al fin. Párrafos más abajo no hay espacio para malinterpretar nada, la honestidad más que brutal es porno, la revista no especula en su decir ni busca ganar nuevos amigos.
“El rock nacional, salvo honrosas excepciones, jamás tuvo nada digno que ofrecer. De hecho en la mayoría de los casos, ni siquiera pudo sostener la dignidad.” Lo que Esculpiendo Milagros ve con desconfianza en la tradición local es cómo el rock fue creciendo parejo a la industria, no porque esto fuera un pecado, estamos hablando después de todo de un mundo capitalista sino de los argumentos puristas que buscan hacer del rock el relato conveniente de la contracultura y la resistencia durante la dictadura, para los autores de estas diatribas, el rock fue funcional primero a la dictadura y después a los egos y bolsillos de los artistas como de las productoras en cuestión.
“El mito más celebrado, la aparente firmeza del rock nacional durante los años de dictadura, se encuentra tan lejos de lo que las comprobaciones empíricas indican, como Videla de arrepentirse por las 30.000 personas que mandó a otro mundo.” Lo que la revista encuentra en la actitud del rock local es un provincianismo chato que crea las condiciones culturales para que cada artista sea visto y vendido como el “artista”. Estos críticos es claro atacan no tanto a los artistas sino al ethos conveniente que se fue erigiendo a lo largo de las décadas y en ellos no perciben los mismos valores que el consenso crítico que alaba las singularidades. “En el diccionario del rock argentino, cada panegírico superficial de sus apoltronados paladines esconde su contrario: “creatividad” significa ignorancia de los acontecimientos externos, “original”, veinte años de retrazo respecto a esos mismos acontecimientos; “convicción” inoperancia basada en la ceguera propia y ajena.”
Para Esculpiendo Milagros el rock nacional siempre quiso formar parte del establisment, no hubo discurso marginal sino más bien oportunista, los contextos fueron cambiando como también las vestimentas, las modas y las tendencias. Y el rock tuvo su oportunidad con la farsa de Malvinas, la prohibición de música angloamericana en la radio, la participación en un festival amparado y sustentado por la dictadura cívico militar, convengamos que no esta mal aprovechar lo que se ofrece, lo que es dudoso es resguardarse en un ingenuo discurso de resistencia. En un repaso iconoclasta Norberto Cabiasso de un plumazo demuele lugares comunes a gusto piacere para de-mostrar hasta que punto el rock local es un castillo de naipes que se deshace con la mera brisa en contra.
“Porchetto le había cantado a Cristo; León Gieco le pedía a Dios (…) Miguel Cantilo trocaba su bronca de antaño por la “equívoca” gente del futuro; Piero regresaría del exilio regalando claveles blancos y rogándole a los chicos que se quedaran mansos y tranquilos y, Charly García, que con Sui Generis le había cantado a adolescentes con acné, el autor de esa “canción de Alicia” que los sesudos periodistas locales –en su ceguera crónica- habían festejado como el paradigmático himno de resistencia frente a la dictadura, circulaba ahora libremente por los despachos militares”. Según lo que señala la revista en ese momento hubo una exposición celebratoria llamada “Rock Nacional 30 años” hecha en el Predio Municipal de Exposiciones, que fue a todas luces un festejo acrítico, e institucionalizado pero acorde al propio ethos del rock local, para la revista dicha exposición tan solo evidenciaba toda la impostura de nuestra tradición. “La muestra de los treinta años de rock nacional constituye apenas el último e irrisorio acto de una comedia que roza el grotesco, hecha de retórica vana, poses ampulosas, actitudes pueriles y discursos vacíos. Lo que canoniza –“nuestro amadísimo rock”- simplemente no existe.”
Sostener una posición de independencia en un medio tan dado al amiguismo clientelista, habrá generado rechazo de plano, más aún teniendo en cuenta un ejemplo que citan en la editorial sobre el entuerto de la revista Expreso Imaginario que tuvo la mala forntuna de reseñar de manera negativa “La Grasa en las capitales” de Serú Giran, por dicho motivo tuvo que darle el derecho a replica a la banda porque el manager había amenazado con quitar las cuatros páginas de publicidad de la revista. En la década del 90 el rock local se estaba renovando de mano de los sonidos que importaba Soda Stereo por la escena de Bristol, había una preponderancia por el sonido por encima del sentido que tuvo su cohorte de bandas que fueron denominadas sónicas. Había un rastro atendible de cosas hechas dentro de la tradición y una búsqueda de renovación, pero para la revista esto no era más que el mismo síntoma de lo mismo, todo se hacía y promocionaba como lo nuevo cuando en realidad en la escena mundial esto ya era un dato del pasado. Miopía nacional al cien por cien promocionando (como siempre) los productos culturales como el mejor invento del mundo, llámese: Piazzola, Gardel, Evita Maradona, El Che, Messi y el imbatible dulce de leche. El diagnóstico de la revista es concluyente: “aún quienes persistieran en corroborar una tradición rockera autónoma en nuestro país, deberían aceptar que está, en el mejor de los casos, ha sido reformista, y en su gran mayoría, lisa y llanamente reaccionaria.” No sé si después de este número habrán vendido más o habrá decrecido las ventas de la revista, ignoro cuál fue el impacto pero calculo que a las vacas sagradas no les importó mucho, a la industria tampoco, quizás sí, a los lectores, nuevos y futuros. Hay censuras que son más terribles, y la indiferencia sobre hechos que se atreven a cuestionar de lleno a ciertos fenómenos promocionados como vendibles de nuestra tradición chauvinista son llamativas, veinticinco años han pasado de este número revulsivo y en veinticinco años nadie se ha detenido a observar la notable excepción a la regla de una revista que reunía a un combo de críticos como melómanos, que tenían una idea de tradición, de vanguardia, de cosmopolitismo musical que iba a la contra de la Doxa oficial, un combo de aventureros que hicieron oídos sordos a las sirenas de la industria como de los mitos para ver con claridad a toda la mecánica del sistema en pleno funcionamiento cuando genera su propio anticuerpo para producir más poder de captación cultural, siendo el rasgo más evidente la nacionalización del rock.