jueves, 4 de abril de 2019

La imagen es un cuerpo que se escribe sobre la nada

Sobre la estética de la substracción de Viviana Iasparra

                                                          

“La obra (moderna) es un signo, pero carece de referente, no hay vínculos con un exterior, ni acto de comunicación por fuera de su carácter de objetivación de un sujeto que la produce, gracias a una voluntad constructiva antes que expresiva”.

                                                                                             Francisco Alí Brouchoud
                                                                                                   Cardew, Tudor, Flynt

             Terminó la obra, el sonido de los aplausos habla de una buena recepción, es la primera vez que se la ve a la intérprete de cuerpo entero frente a nosotros (el público) su rostro del cual contemplamos perfiles, y ángulos (algunos) imposibles, estaba completamente transfigurado, había vivido una experiencia intensa y concentrada al detalle, de sus mínimos recursos, que hacían una puesta, una performance, un fenómeno estético que ampliamente desafíaba nuestra capacidad de espectadores.

Esta nueva experiencia de la estética Iasparra, es el reverso exacto de su obra anterior, “Pasado Mañana”, si esta era una reflexión sobre las implicaciones del futuro en el cuerpo presente, Bestia Negra es una inflexión sobre el cuerpo de una imagen, sobre su espesura volátil y perturbadora en la retina del espectador.
No es fácil en los medios independientes sostener una idea y poner el cuerpo por ella, esto Iasparra lo sabe más que bien, que viene militando (desde la década del 90) con tesón para llevar a cabo sus obras cada vez más intransigentes hacia los lugares comunes de la crítica, el imaginario devaluado de la danza insulsamente llamada contemporánea y la pedagogía de los que creen que hacer arte es llevar a cabo y transmitir un mensaje sobre la condición humana.

Bestia Negra, (tal es el nombre de la obra) es una experiencia sobre la imagen, no en un sentido lineal, ni menos aún metafórico, sino en el aspecto de cómo se forma y conforma la percepción de lo que uno especta. Como viene ocurriendo en sus últimos espectáculos-habría que entrecomillar esta palabra, porque este concepto escénico está siendo permanente discutido por sus obras- la puesta en escena es mínima, sencilla, directa y funcional, esto no quiere decir que no sea compleja, sino más bien que hace un uso inteligente de los materiales escénicos para crear un mundo de una ambigüedad notoria. Bestia Negra es un pliego sobre el discurso estético de Iasparra, es una mirada hacia dentro, hacia ese abismo donde se juegan los fenómenos antes que las interpretaciones, que apunta directo a la irrisoria naturaleza de la verdad cuando todavía “no es”, cuando todavía es la pura literalidad de la materia y de los hechos.

Por el programa de mano uno sabe que la intérprete es una mujer, (Magalí del Hoyo) pero la primera imagen que asoma en escena es su nuca, está sentada de en un sillón, que deja ver la zona de los hombros, el comienzo de la espalda media, esta ataviada de negro, tiene el pelo corto, podría ser un hombre, pero no, ya no se trata de masculino o femenino. Esa cuestión no tiene injerencia porque no se trata de esencias, ni de ninguna verdad sobre el destino de la mujer, sino sobre los modos en qué se encarna un discurso estético, la manera en que se pone y expone un cuerpo hasta el límite de su desmaterialización como tal, para transformarse en una caligrafía angulosa, que escribe un recorrido siempre igual y que en su trayectoria coquetea con cierto imaginario del cine francés, esos ambientes noir donde no se sabe justamente “quién es quién”.

Bestia Negra es una propuesta de una radicalidad prácticamente invisible: no concede, no negocia, va al límite de lo tolerable, no tiene miedo de aburrir, sabe utilizar los tiempos muertos, porque entiende que cuando nada parece ocurrir en escena sucede mucho más en el público, en la intimidad de sus pensamientos, el público es el perfecto fuera de campo de la obra.
La mayor inquietud para el espectador no es solamente la naturaleza ex-céntrica de lo que acontece, sino que prácticamente durante todo lo que dura la obra, la intérprete permanece de espaldas y todo su universo quinético esta condensado en el sillón ubicado en el medio de la escena y en los pocos desplazamientos hacia los laterales, donde nos regala (en breves momentos) su cuerpo totalmente de espaldas, algunos perfiles, instantes donde toda ella parece ganar el frente despegándose de su espesura, pero todo rápidamente vuelve a huir irremediablemente hacia la opacidad de sus movimientos.

El mayor desplazamiento de Bestia Negra no tiene lugar en la intérprete, sino en las continuas proyecciones que asolan la escena, sobre el fondo, bañando los laterales. La proyección tiene la función de contener, contextualizar, e incidir en la sensaciones, e incluso es su punto de fuga cuando parece que la opresión escénica va a devorarlo todo, pero tiene el cuidado, el prurito moral y ético de no explicar ni de ilustrar nada.
Lo que se proyecta no tiene figuración definida, son texturas orgánicas, imágenes en negativo, espacios e incluso respiraciones de luz, que hacen que la obra tenga la consistencia de un plano, no existe la profundidad escénica, no hay un más allá, un doble fondo, una metáfora esperanzadora, o en todo caso lo único que existe esta en el público, en su más acá.

Si bien es cierto que no hay voluntad expresiva en la obra, la misma apela a una iconografía que contempla la expresión, pero no de la danza o del teatro, sino del cine, de un tipo de cine propio de su etapa muda, (ese juego de sombras) así como también de ciertos directores de la nouvelle vague o los policiales de Melville, e incluso en Robert Bresson en su búsqueda por la verdad expresiva desde su resta, la parquedad como contraseña hacia lo desconocido de la emoción.
La intérprete transita por determinados gestos, que funcionan en la estrategia compositiva como referencias de "lo que no se va a hacer", la obra busca sustraer los lugares comunes de la mirada, de lo que se mira, coquetea con ellos pero más como señuelos, el público va ahí pero no encuentra el sosiego del mensaje, ni la calma de lo sublime, si en cambio se topa con la referencia desnuda, con la literalidad de lo literal, con un cuerpo que va perdiendo sus características humanas para ir deviniendo en una caligrafía sin traducción posible, Bestia Negra nos habla desde un idioma extranjero, que no tiene que ver necesariamente con esos momentos donde se escuchan voces en francés, castellano, o alemán como bien lo señaló una espectadora atenta.
Este extranjeridad de la obra tiene más que ver con una mirada excede el campo estético local e incluso la misma especificidad de las disciplinas artísticas que convergen en esta experiencia.

Cuando hablo de una mirada que excede, no se trata de una mirada superadora, sino de una que sobrevuela con soltura a los diferentes códigos estéticos, la obra es muy consciente de la naturaleza de sus propios materiales, no se engaña con su propuesta, ni se engolosina con sus posibilidades. Bestia Negra nos contempla, nos escruta, nos interpela a vivenciar lo que no podemos nombrar desde la incomodidad de la razón, y la certeza de lo prácticamente inasible.
La banda sonora acentúa esta irreductivilidad, hay sonidos de ambientes, pasos que sugieren un espacio recorrido por otros cuerpos, un mundo por fuera que no interfiere directamente, pero que está, inevitablemente haciendo acto de presencia con la persistencia de su rumor múltiple y sordo. Pero también la banda compuesta por Gabriel Paiuk (socio habitual de Iasparra)  brinda momentos de sonoridades abstractas, pinceladas de ruido de una sutileza inusual que llegan a confundirse con la escena, pero también denuncian en su mismo montaje, al artificio estético.

Lo que la propuesta estética de Viviana Iasparra ha ido recrudeciendo con el correr de los años, es su actitud Godardiana (2) frente al arte, porque en ese frente, en ese sitio, en esa trinchera que cava delimitando un terreno, ella construye su distancia, su lugar para ver e incidir y roer toda pretensión sublime, metafórica, y trascendental que hace del arte “arte” a nivel social y cultural, su pre-ocupación no esta puesta en congraciarse con nadie, ni siquiera en rendir tributo, ni mucho menos en combatir la tradición, ni en habitar la exaltación vanguardista, estas cuestiones no le quitan el sueño, su única ocupación es la de poder de sostener de manera íntegra su propio discurso, (con determinadas herramientas y usos muy específicos) con una coherencia impiadosa, lúcida, y precisa de sus propias limitaciones.

La estética de Viviana Iasparra esta por fuera de los discursos mayoritarios, y de los circuitos de validación cultural, en algún punto es inasimilable para el establisment cultural. Viviana Iasparra es una de las artistas más solitaria de esta ciudad pero que hace de esta misma soledad un espacio múltiple, no necesita de mucho, es más; cada vez necesita menos para perturbar las buenas conciencias de lo políticamente correcto y lo bello.
Bestia Negra, tan solo confirma con su expectación la completa inutilidad de asir la potencia sensible de su discurso estético.
Nada más justo para acercarse a tener un retrato del lugar de enunciación de su discurso, que el diálogo que el programa de mano reproduce, y que tiene su lógica continuación en escena.

“¿Si o no?
Si// ¿Pero lo viste, lo tocaste?
No. No se puede tocar”.

1- Sobre Pasado Mañana escribí en su momento http://lortellado.blogspot.com/2015/06/el-cuerpo-ese-pensamiento-de-la-materia.html

2- A fin de cuentas Viviana Iasparra vía Godard es totalmente Bretchiana, sin (claro) el condimento fuertemente político y pedagógico. A Iasparra no le interesa enseñar nada (para eso están sus clases), pero sin lugar a dudas su obra es política, porque ella contempla otra manera de estar y vivir en el mundo.



Bestia Negra

Intérprete: Magalí del Hoyo
Escenografía: Michelle Krymer, Marcos di Liscia, Julieta Alvarez
Sonido: Gabriel Paiuk
Diseño y operación visuales: Patricia Bova
Fotografía: Nacho Iasparra
Textos: Magalí del Hoyo, Viviana Iasparra
Asistencia de arte y vestuario: Julieta Alvarez y Sofía Davies
Diseño Gráfico: Andrea López
Material coreográfico: Magalí del Hoyo
Asistencia de dirección: Natalia Jorquera, Sebastián Valdéz, Robson Bernardes
Coach vocal: Celia Mueggeri
Producción: (La oTra) Compañia de Baile
Asistencia de producción: Johana Sanchez y Macarena D´Andrea Mohr
Autoría y Dirección General: Viviana Iasparra