jueves, 27 de septiembre de 2018

Entre la música y la sangre


Segunda parte


              El escenario político que nos toca asistir y padecer como ciudadanos no es el mejor, de hecho es el peor en mucho tiempo, uno de los tantos lugares comunes del inconsciente político es que vivimos una nueva década del 90, época que desembocó de manera inevitable en el horror económico, político y cultural del nuevo milenio con los ya conocidos y tristemente célebres sucesos de diciembre de 2001.
              Cuando la necesidad muestra su peor cara y la pobreza se vuelve obcena y humillante es fácil dejarse llevar por los fantasmas de los horrores pasados, si bien es cierto que se vive un espíritu de época que comparte la desesperación y la incertidumbre no es la misma situación, como tampoco el sentir social que hace uso y abuso de las redes sociales para expresar, reírse e incluso burlarse de la clase política y dirigente de este país, así como también de ocupar la calle cada vez que busca manifestar su inconformidad e indignación.

             Pero así como la manifestación popular se volvió viral, prácticamente imparable, como casi imposible de censurar, en el campo de la música urbana como es el rock, que había dado tantos y contestatarios frutos en la década del 90 en esta nueva escena cultural parece más bien autista a los hechos políticos del país. Esta es la sensación que deja el ensayo político cultural de Oscar Blanco y Emiliano Scaricacciottoli que si bien el alcance de su análisis no llega a ocuparse de la generación post-2001 de alguna manera lo vislumbra gracias al despliegue de una lógica imparable, que muestra y demuestra lo mejor y lo peor de una mirada que se apoya en el marxismo, e incluso en el post-marxismo utilizando su arsenal, su dialéctica y cierto maniqueísmo que en sus mejores casos diagrama un cuadro de situación de manera precisa y lúcida y en sus momentos no tan brillantes caricaturiza en pocos trazos al objeto analizado para de alguna manera menospreciarlo.

               El año anterior realicé el primer acercamiento a este este libro monumental que lleva por título "Las letras de rock en la Argentina, de la caída de la dictadura a la crisis de la democracia, 1983-2001", (1) que por cierto no es un libro sobre el rock en su sentido habitual sino más bien una puesta a punto sobre su poética y lírica, primero en relación con la literatura para después calibrar sus efectos dentro del contexto social, político y cultural del país. Que un ensayo intente analizar la producción literaria en las letras de rock implica una elección polémica por la misma decisión, ya que va a tomar como modelo y correlato del marco teórico a algunas bandas y solistas y necesariamente va a omitir y mostrarse indiferente frente a otros fenómenos musicales.

              Esta elección traza una línea divisoria que va conformando (por consecuencia) un mapa del rock local, una manera de leer una historia que va marcando su tradición dejando consecuentemente un legado que se va reproduciendo con y en el tiempo. La problemática que instala el libro no solo apunta a la poética del rock como tal sino al misma convención cultural que determina "qué es literatura". El libro ataca a la institución pero no buscando una polémica ruidosa sino llamando la atención sobre un hecho cultural y estético que hace tiempo merece algo más que una explicación sociológica y política.
             Pero el problema mayor aparece justamente ante la demanda que el libro propone, porque al reclamar para sí a las letras de rock como parte de la literatura local, lo hace tan solo con la intención de seguir buscando en la poéticas tratadas una explicación política e histórica, de los pormenores tormentosos desde que la democracia se instalo nuevamente en nuestro país, es decir que la literatura que desprenden las letras de rock son más efecto y consecuencia de la Historia (con mayúsculas) que de la tradición.

            La mirada de los autores nunca se despega del marco teórico fuertemente enraizado en la idea de que hay dos tipos de elecciones estéticas: la del compromiso, la denuncia y la interpelación pública y la cortesana: que se regodea en la fama, los mimos de las multinacionales, la frivolidad del dinero y las mujeres, un rock completamente domesticado más atento a los códigos estéticos que al clamor del mundo real.

            Para los autores de este minucioso análisis la cuestión estética siempre esta subyugada por la cuestión política y el costo de esta apreciación se nota particularmente en las páginas que le dedican a Fito Páez y a Charly García. Es cierto como propone el ensayo que el neoliberalismo y la competencia de mercado impulsa a un ethos individual que se opone al espíritu colectivo de la contracultura propio de las década del ´60 y del ´70, que a su vez tiene su incidencia y efecto dentro del relato rock, tal como lo expresan los autores.

"...otra vertiente del rock se posiciona y se continua en la figura de la estrella de rock y se ata, muchas veces imaginariamente a los estilos de vida glamorosos propuestos por las revistas de moda y la política menemista de los ´90 (Soda Stereo, Charly García, Fito Páez, etc...), con lo cual incluso se produce una divergencia, por un lado, entre la figura construida y publicitada a partir de los medios masivos de comunicación y, por el otro, las letras que producen estas mismas figuras (...) cuando se tensionan, se vuelvan sobre la autoreflexión de la soledad del artistas en los tiempos de la posmodernidad, preocupado por contar su mundo íntimo y los efectos que producen sobre sí tales épocas. Las tribulaciones de una figura cortesana más o menos bien renumerada por el sistema. Es decir el artista pop".

            Este momento del texto es muy delicado porque en ella se deja ver con toda claridad el pre-jucio y pre- concepto que tienen Oscar Blanco y Emiliano Scaricaciottoli hacia el fenómeno pop y es lo que dejan sentado y subrayado a lo largo de todo el libro (405 pág), el pop es la mejor trampa que encontró el sistema para atemperar los humores más irascibles de los artistas y bandas de rock y la literalidad de esta lectura aparece en todo su esplendor con nuestro artista pop por excelencia: Charly García.

"Charly García jugó el rol de superestrella en el star system del rock local ; jugó y perdió, quedo atrapado allí. Parte del sufrimiento que insufla a sus letras implica la toma de conciencia de su posición y desesperadamente se quiere otro y se ubica en un otro (...) entonces periódicamente desafía al sistema pero esto no hace sino integrarlo más, como la rareza, la locura, el mal ejemplo del genio malogrado por el consumo de droga (...) Charly García como el Doctor Fausto del rock nacional: para no quedar atrapado en la debacle del rock nacional y continuar trascendiendo vende el alma (de artista) al diablo (multinacional de los medios y lo mediático)."

           La primera parte de este fragmento citado es contundente y no puedo dejar de estar de acuerdo con tal presunción, todos vimos a Charly en sus peores momentos librando una batalla pírrica contra sus peores demonios, y lo hemos visto morder el polvo y sangrar en más de una ocasión, y más de lo que uno querría acordarse como fan, pero de ahí a aseverar de manera muy acartonada y maquiavélica que uno de nuestros mayores e iconoclasta artistas del rock sea nuestro nuevo Fausto porque vendió su alma al mejor postor para escaparse del ocaso del rock nacional, es una idea francamente de manual, ridícula y muy poco inteligente. Ahí en esta zona, cuando los autores cargan demasiado las tintas es cuando la lectura es una caricatura que en lugar de mostrar y demostrar los defectos y señales del objeto analizado muestran los suyos, es decir caricaturizan su propia mirada y este es el mayor riesgo al tratar solamente a las letras bajo el prisma del compromiso o la frivolidad.

            No deja de ser cierto muchos de los juicios que vierten sobre Fito Páez (artista de vanguardia tardío, burgués, cronista urbano, estrella de rock, resabio hippie, etc..) pero el problema es que no solo son juicios en beneficio del análisis, sino que funcionan en la economía del texto como verdaderas sentencias que caen inevitablemente y empujan todo hacia la misma insistente lectura de los hechos: la del artista vendido, comprado e inutilizado por el sistema. Si bien se ocupan de la poética de Fito Páez que es un autor que en su cuerpo sonoro y conceptual se ha encargado de pasar otros discursos: Bukowski, Lamborghini, Homero Manzi, Discépolo, José Hernandez, Ridley Scott, por nombrar algunas referencias que el mismo músico evidencia pero para los autores esto no alcanza  para redimir su obra, por que no dejar de ser una "degradación replicante".

            Esto es lo llamativo del ensayo con su lectura en ejemplos como el de Fito Páez, que es un artista que ha demostrado tener inquietudes por fuera de la música (cine, literatura) pero para los autores no merece más que una mirada despectiva, ya que a fin de cuentas es una denuncia pequeño burguesa que no mira más allá de sus narices. Lo cual pone en evidencia que para el ensayo es más importante confirmar lo que ya se tiene pensado, buscando a lo largo de su apretada escritura cerrar las ideas antes que abrirlas a los procesos de lo desconocido e ignorado, por lo tanto la riqueza de Fito Páez y Charly García con todas sus contradicciones, gestos artísticos, poéticas viscerales y epidérmicas se achatan transformándose así en ejemplos unidireccionales sobre el estado de situación de los artistas mencionados.

           Lo que Oscar Blanco y Emiliano Scaricaciottoli olvidan, es que tanto Fito Páez como Charly García son solistas y inscriben el lugar de enunciación sobre el nombre propio, que la poética parta del "yo" no es un problema en sí, sino más bien que se habilita como lugar de percepción, proceso y relación de los datos tanto internos como externos, que hace que se desdibuje deliveradamente los límites entre lo público y lo privado, por eso la actitud estética de estos músicos se inscribe y continúa la tradición del artista pop.
           Es cierto que esta poética del yo concuerda que un espíritu de época que buscaba olvidar el ethos comunitario de la épica contracultural, pero no por eso tiene que ver necesariamente con el efecto literal del relato posmoderno, ni del capitalismo ni de la industria cultural en el mundo de la música , creo que en este terreno es donde la mirada crítica de los autores pierde consistencia, sobre todo porque han pasado de largo sobre la cuestión de los códigos estéticos del rock.

           Pero para beneficio del ensayo este marco tan rígido encuentra su punto de fuga cuando los autores se ocupan de la década del 90 y hacen de su objeto de análisis a cuatro bandas que problematizan la identidad y a sus referentes: Babasónicos, Los Brujos, El otro Yo y Illya Kuriaky and the Valderramas.

            Lo que hasta ese momento el ensayo relata es que con el arribo de la década del ´90 aparecen una contienda de grupos radicalizados desde diferentes temáticas, estéticas e imaginarios, haciendo lo que el gobierno de Menen frivolizaba, es decir politizaban toda la estructura social: denunciando el desguace del estado, las privatización del país, la obcenidad del poder y de la clases pudientes con la ficción del uno a uno, etc, advirtiendo y adelantándose a los hechos que sacudieron al país en el nuevo milenio. Estas bandas fueron Actitud María Marta (rap, hip-hop), Todos tus Muertos (punk), Los Cadillacs (ska), Hermética, (heavy metal) Bersuit Vergarabat (rock de fusión), Las manos de Filipi (rock de fusión), ´2,minutos (punk), Divididos (funk y hard rock) por nombrar algunas de las más destacadas y revulsivas.

            Las cuatros grupos mencionados párrafos atrás si bien son contemporáneos a esta doxa denuncialista y comprometida, forman parte de lo que se denominó siempre para y por comodidad del mercado como "rock alternativo", que la mirada lúcida y acertada de los autores ponen sobre aviso de una manera telegráfica y expeditiva.
"En el glosario del enciclopedismo del Rock Argentino, los ´90 se explican en una ecuación: Lollapaloza +1993-1995+ Cobain+ muerte de Cobain+ más puja por los bienes artísticos de Cobain + Festival Rock & Pop (1985)= Nuevo Rock Argentino".

           Se puede discutir muchas cosas de esta ecuación pero lo que queda fuera de este ámbito es que las modas y las tendencias siempre suceden por importación y por la sagacidad de algunos empresarios y más aún en un género tan bastardeado como lo que se denominó rock alternativo, pero lo que los autores pasan de largo es que estas bandas mencionadas dentro de esta categoría hicieron este credo estético a su modo y no necesariamente tenía que ver con Nirvana sino más bien con algo que ya venía sucediendo y que puso en vidriera Soda Stereo con su polémico disco Dynamo, donde hace acuso de recibo de bandas que hacían de lo sonoro (shoegaze, noise, dream pop, rock experimental, música electrónica) un valor en sí mismo por encima del tan mentado mensaje (My bloody Valentine, Slowdive, Ride), hubo un cambio de paradigma estético que tuvo su padrino en nuestro país, que sin lugar a dudas fue: Daniel Melero (2), un gran olvidado de este libro (pero esa es una discusión aparte).

            La cuestión es que la escena sónica, más que alternativa le debe mucho más a Soda, vía Melero vía la escena de Manchester, vía el sonido es el único mensaje que hay que atender, que lo que los autores de este ensayo proponen con su acercamiento que recuerda al Sartre belicoso y belingerante de "Qué es la literatura", cuando proclamaba por una literatura comprometida con su tiempo. Pero las etiquetas como todas tan solo sirven para señalizar, ni Los Illya ni El otro Yo forman parte de esta escena sónica pero si se puede afirmar que buscaron sus referentes por fuera de la escena local, los primeros con su hibridación colorida, latino- rapera y los segundos con su rabiosa poética post-punk del deseo, lo deforme y lo escatológico que encuentra ecos como bien lo muestra el ensayo en Pedro Lémebel y Néstor Perlongher.

            Estos tan solo son alguno de los puntos más llamativos (para mí) de un ensayo que no le tiene miedo al análisis ni a la polémica, pero la urgencia de su tono y la premura de muchas de sus respuestas por contextualizar cometen el error de escindir la obra entre el contenido y lo formal, como una suerte de platonismo que rápidamente buscara olvidar los inconvenientes y los requerimientos que el cuerpo necesita, porque claro esta que el alma para esta prosa combativa es el mensaje y si hay un mensaje dentro de la historia desde la proliferación del capitalismo en conjunción con el pop art, el arte conceptual, la industria cultural y el punk con rabiosa amargura, es que el medio siempre es el mensaje.

             Un libro ambicioso como el tengo entre manos es un trabajo de años y más aún si es una escritura de a dos, porque hay que estar atento a los procesos de la información y la inventiva frente a cada instancia del trabajo y de los tiempos particulares e individuales, y ni hablar de conciliar y discutir lo hubo que discutir para parir estas páginas, pero lo más notorio e interesante es que los mismos autores son músicos, Oscar Blanco (bajo) Emiliano Scaricaciottoli (guitarra), y como bien lo anuncian en el prólogo el primero tiene simpatías punkis y el segundo es más heavy, es una pena que en su larga formación y deformación como críticos, docentes, escritores, músicos y fans del rock hayan descuidado a la música, con esto quiero decir que la música es un lenguaje en sí mismo y que no le debe nada al logos para existir por eso me parece innecesario la actitud y voluntad del ensayo por tratar de explicar hasta lo inexplicable, hay un momento en que es mejor e incluso es más que conveniente dejar que la razón encuentre su límite en el puro placer del goce estético.

           Aún así con todas sus limitaciones y posibilidades Las letras de Rock en la Argentina es un libro valioso y valiente, e incluso temible por lo arriesgado de muchas de sus hipótesis con respecto a la literatura y el rock, pero lo más tristemente notable es que haya suscitado tan poca controversia y polémica, nadie salio ni a defenderlo ni a atacarlo (3) hay un vacío cultural tan vasto con respecto a producciones culturales periféricas que se animan a poner el punto sobre las íes, que es necesario e incluso vital salir a discutir muchas de las ideas (que no son pocas) que los autores proponen con desesperada y fervorosa lucidez.
       




1-http://lortellado.blogspot.com/2017/09/entre-la-letra-y-la-sangre-el-rock-y-la.html

2-Daniel Melero es un músico inquieto y provocador, que desde la década del ´80, con su grupo electropop Los encargados fue creando de manera lateral, insistente su propia recepción y lo que es más importante habilito una corriente de pensamiento por fuera de los habituales lugares comunes  del rock, artista más preocupado por los procesos, los medios de percepción y por el travestismos de las formas y los géneros, no en vano uno de sus discos solistas se llama Travesti, hecho en conjunción con músicos de Babasónicos. Gracias a su gesto si se quiere pedagógico fue habilitando un espacio que apadrino conceptualmente a la escena sónica, de hecho fue el que puso en contacto a Soda con las emergentes bandas nuevas que sirvieron de soporte durante la presentación de Dynamo, así como produjo y fue co-compositor de Canción Animal, también fue el aliado necesario para Cerati en Colores Santos y Dynamo. Pero lo más curioso es que durante la década del ´80 fue invitado a participar en el ahora clásico disco de Los Redondos Oktubre.

3- Esta a de ser una de las únicas reseñas crítica que leí sobre el libro en cuestión https://elcaleidoscopiodelucy.blogspot.com/2015/08/libro-las-letras-de-rock-en-argentina.html

Para entender un poco la génesis del libro esta este excelente reportaje a Emiliano Scaricaciottoli
         https://elcaleidoscopiodelucy.blogspot.com/2015/05/emiliano-scaricaciottoli-el-unico-autor.html

Las Letras de Rock en Argentina fue publicado por la editorial Colihue en el año 2014.