martes, 16 de abril de 2019

Esa ternura que raspa (algunas consideraciones sobre Estrella, una obra teatral)


           
                Cierta vez, en la casa de mi madre se encontraba de visita mi tía, muchos años habían pasado desde la última vez que nos habíamos visto, pero el afecto que sentíamos mutuamente se había mantenido intacto, a pesar de las cantidades de vidas que habían pasado desde entonces. En un momento de esa tarde que compartimos, le hago unos masajes en la espalda, se había quejado de unos dolores, así que simplemente bastó que diga eso para que mis manos recorrieran con fruición su espalda.
Recuerdo que la espalda de mi tía era un solo bloque de contracturas, nudos sobre nudos, que habían tomado sobre todo la zona lumbar y gran parte de los trapecios, recuerdo que en la medida que me iba adentrando en ello, me iba conmoviendo cada vez más, tuve que contener mis lágrimas porque no sabía muy bien cómo tomar lo que me pasaba, después me di cuenta que era tristeza, pura y llana tristeza, porque la espalda de mi tía contaba las cosas que ella callaba, en su espalda estaba cifrada toda su vida hasta ese momento.
Nunca me había detenido a pensar en ello, pero podía imaginar a través del masaje (que solo funcionaría como un pequeño acto de amor en esa tarde): sus logros, frustraciones, alegrías, silencios, y lo incomunicable de su experiencia como madre,  como esposa, y a fin de cuentas como mujer.

Este recuerdo que relato, fue uno de los tantos efectos tras haber contemplado el último espectáculo de Juan Pablo Geretto llamado "Estrella", un monólogo de una hora -más o menos- con un nivel de sutileza e intensidad que horada en lo más hondo de la condición femenina, pero lejos de la pancarta, el manifiesto y lo políticamente correcto en estos tiempos de oportuna y sospechosa conciencia política. La propuesta de Juan Pablo Geretto junto a Virginia Martinez, dramaturga y co-directora, se alza como una obra singular, sensible y terriblemente lúcida sobre los aspectos más banales, aparentemente inocuos y cotidianos de una mujer como cualquier otra, en una ciudad de provincia, que debe convivir con la pulsión de su deseo, la contingencia de la vida familiar, y la realidad inhóspita e indiferente de un lugar que ofrece poco y nada a su gente.

Por el programa de mano uno piensa que Estrella es solo un espectáculo cómico, y que la obra incluso mira con desdén a su propio personaje, pero la descripción del programa de mano funciona como una estrategia, porque prepara al espectador para uno cosa que no ocurre sino a medias, este desacomodo entre lo que se espera y lo que se propone genera un total desconcierto, porque el público se desfasa, no logra acomodar sus expectativas frente a una obra que supera ampliamente el marco de su representación. Si bien estamos frente a un espectáculo de teatro, que respeta todos su códigos, incluso el tan vapuleado como bastardeado código de la cuarta pared, hay una ligera y soterrada mirada subversiva, que conspira contra toda pretensión de re- presentación.

Estrella es una obra que despliega tanto en su puesta en escena, como en su incansable e increíble perfomance actoral, diferentes líneas de tensión y atención que al principio parecen correr paralelas, pero en lo que dura la experiencia teatral se van entrecruzando, generando diferentes grados de lecturas, pero sobre todo en su recorrido va definiendo un lugar de percepción, una zona sensible donde la subjetividad de la protagonista se des-sujeta, se abre, se vulnera para aparecer con toda la potencia de lo que no se puede decir; más que en entre líneas, entre silencios incómodos de omisión y sumisión al mandato cultural, que hace de la mujer la depositaria de los deseos y anhelos frustrados, que todavía no tienen nombres porque justamente no pueden ser nombrados.

El programa de mano dice: "Una revendedora de cosméticos cuyo único sueño es mirar televisión. Estrella: una emprendedora sin visión". Nada indica otra cosa en este cuerpo textual más que a lo que remite, pero hay que considerar que es lo que este pequeño párrafo deja afuera de manera inteligente. Lo que queda afuera claro está, es la obra, lo que el público variopinto va a presenciar desde la intimidad de sus prejuicios y emociones. Estrella trabaja con y sobre el prejuicio del público, lo atrae desde ahí, como un canto de sirena que inevitablemente los conducirá, no a su destrucción, pero si a la informe materia que hace a una vida, a sus procesos internos, a la conformación de una identidad siempre en duda, no por sí misma, sino por la cantidad de discursos que proliferan y atraviesan a la protagonista, que conspiran contra su misma con-formación.

Estrella parece hecha del mismo material que un sckech de Gasalla, y de hecho podría haberse quedado en ese registro, como en tantos otros, que la obra con inteligencia evita, en ese aspecto Estrella presenta en cada instancia, en cada climax, en cada corrosivo silencio, los lugares que va a desandar, a la obra no le interesa burlarse, ni mirar con sorna los avatares de su personaje, ni siquiera los caricaturiza, al contrario la mirada tanto del actor como de la dramaturgia y la dirección es rica en matices, en contraluces, no pretende sacar ninguna enseñanza de ahí, no hay afán pedagógico, porque lo que la obra indirectamente señala, es que no hay nada que aprender de una vida, no hay lección, ni sentido, ni siquiera redención, lo que si abunda son líneas quebradas, ondulantes y de fuga, cuando parece que no hay salida posible.

Había dicho al principio, que Estrella es un monólogo, detalle que habría que corregir, porque no lo es, Estrella es todo menos el alocado monólogo de un personaje que ha perdido los estribos, que ha salido de quicio, en todo caso lo que ha salido de su lugar, es la normalidad avasallante de todas las atrocidades que el personaje cuenta a lo largo de la historia con la mayor de las naturalidades posibles. En este aspecto lo verdaderamente subversivo en la obra es la performance actoral de Juan Pablo Geretto, en conjunción con la incontinencia verbal de la dramaturgia que sabe cuando hacer silencio, cuando callar, cuando dejar que público complete lo que ve, escucha y siente.
Estrella no es un monólogo porque es un verdadero entrechocar de diferentes, y diversos discursos que pueblan atormentan y entretienen la sensibilidad del personaje.

Habría que agregar que Estrella, es menos la obra de un personaje definido, y más la puesta en escena del devenir y la proliferación de la Babel discursiva que hacen carne en el cuerpo del actor, que abre su enorme humanidad para que estos diversos relatos hablen, tengan un sostén, un contexto, para que todo lo que se diga en lo que dura esta experiencia estética, cobre realidad en el imaginario de sus espectadores.
Si hablamos de lo enteramente discursivo, hay que señalar que Estrella tiene un oído muy sensible, poderoso y atento al habla de la gente, a las voces anónimas que no saben cuál es el valor de sus deseos y se atienen a lo que heredan, a lo dado, a la costumbre de la molicie cotidiana, sin saber que hay un mundo más allá de sus narices.

Haciendo justicia habría que decir que el cuerpo de Juan Pablo Geretto, el de Estrella, es el escenario posible para que todo el pueblo, todo ese pueblo que aparece en el vertiginoso discurso de la protagonista, devenga, cobre relevancia y una dimensión que la misma chatura pueblerina trata de atemperar.
Técnicamente Juan Pablo Geretto es impecable, porque sabe cómo desaparecer en escena para que aparezcan estas voces, estas historias anodinas, por eso me parece que la obra no es la re-presentación de una idea, de cómo debería ser una vendedora de cosméticos en un pueblo ignoto de provincia; con esto quiero decir que Juan Pablo Geretto desaparece para ser otros, para devenir otros, pero desde la fisicalidad del discurso, porque sabe cómo poner el cuerpo para que las palabras realmente sean un acontecimiento, viniendo de quién venga, el virtuosismo radica en no hacer de más, en no engolosinarse con sus posibilidades técnicas y eso es un alivio, que enriquece la experiencia de estética que nos propone prácticamente desde un lugar imposible.

En definitiva Estrella es una obra inteligente, que sabe como camuflarse para atraer la atención del público, sabe que más allá de los códigos están los fenómenos esperando ser nombrados, no le interesa quedar atrapado en la convención teatral, aunque en su función enteramente lo es, de principio a fin, no hay dudas sobre su naturaleza, pero lo que la despega de la medianía, y de tanto juego retórico y vanguardista, es que su mirada no esta por encima de lo que cuenta, no pretende ser más lo que es, porque en ello esta todo, radicalmente todo, es decir: una vendedora de cosméticos, en un pueblito de provincia ignoto, que cuenta los diferentes y terribles avatares de su vida, mientras vende y promociona sus productos, buscando crear su posibilidad, su punto de fuga, la espera de ese ansiado viaje a la capital para rodearse y tratar de estar, aunque sea de turista en las ligas mayores, como en el relato de su marido que siempre anhelo ver el mar, que obliga a toda su familia a viajar con él, para contemplar su inmensidad y descubrir en la felicidad de sus ojos, esa ternura que raspa, que colisiona con la misma realidad de los hechos, y nos hace humanos, demasiado humanos, al calor y a la interperie de nuestros propios deseos.




Autor e intérprete: Juan Pablo Geretto

Dramaturgista: Virginia Martinez

Dirección: Virginia Martinez - Juan Pablo Geretto

Para más información sobre la obra http://www.alternativateatral.com/obra62607-estrella-el-aire-sale-el-aire-entra