lunes, 23 de marzo de 2020

El oficio de ser (reflexiones en torno al arte, la presencia y la humanidad de Oscar Martinez)




              Quiso estos días de cuarentena por sugerencia de mi mujer avistar dos películas españolas, protagonizadas por Oscar Martinez, las dos ofrecen historias singulares, son films conservadores en su forma pero hondos en su  sensibilidad, porque las dos se atreven a exponer a su personaje principal a la ventura de los hechos y situaciones que van desnudando como desarticulando la pretensión de seguridad y conocimiento que el personaje cree tener sobre las cosas, las personas que ama,  para finalmente recabar en su misma constitución subjetiva de afectos y desencantos.
La primera película es de Santi Amodeo, director del que francamente desconozco su filmografía, el film es cuestión se llama "Yo, mi mujer y mi mujer muerta" (2019) y  la otra película se llama "Vivir dos veces" (2019) de María Ripoll también desconocida para mí, pero los dos muy conocidos en España. (1)

Los dos son films que abrevan en la comedía dramática, son respetuosos con el género, y las dos también comparten la característica de poner el foco en los personajes, en su retrato, en los trazos que hacen a estos retratos.
La historia es un efecto, una consecuencia de esta mirada atenta a los detalles y sensible a la intimidad desconcertante de "Yo, mi mujer y mi mujer muerta", y cruda como cuidada de "Vivir dos veces".
En la historia que propone Santi Amodeo hay cierto jugueteo con el humor negro, el título es engañoso en ese aspecto, podría ser una comedia negra, sarcástica y corrosiva, pero esto aparece como latencia, como una posibilidad que la película evita en función de su personaje principal.
"Vivir dos veces", podría haber sido uno de esos insoportables films ejemplificadores y moralizantes sobre el sentido de la vida, las relaciones familiares al borde del colapso y enfermedades terminales, pero el tono que elige para contar se sostiene en la liviandad y la ironía, la película se ríe un poco de sí misma.

Los dos films están construidos en base a su actor principal, pero a diferencia de sus trabajos anteriores están propuestas le permiten (a este actor de extensa y reconocida trayectoria) sortear sus propias convenciones, para experimentar una paleta diferente de emociones, sutilezas y afecciones.
La pregunta que supongo se habrán hecho tanto Santi Amodeo como María Ripoll es qué podía ofrecer (más allá de la calidad como intérprete) la humanidad de Oscar Martinez, es decir: el volumen de su espesura en la pantalla, la corporalidad de su voz, y la presencia de su mirada.

Antes habría que decir, que Oscar Martinez es un actor de carácter, alguien que con su sola aparición interviene con intensidad y firmeza en el soporte estético que sea, hay una cuestión muy física en su performance actoral, que no implica grandes desplazamientos ni pirotecnia quinética, tiene una manera de ex-ponerse en bloque que define un contexto de relación con los elementos y sus partenaires, una forma de recortar íntegramente su figura en relación al fondo destacando por contraste la materialidad de su arte.

En sus últimas y más promocionadas actuaciones, tanto en "El ciudadano ilustre", como en "Relatos salvajes" hay una línea actoral que recorre sus intervenciones, un lugar de enunciación donde abunda la ironía, la doble lectura, la autoparodia.
El cuerpo, su manera de pararse tiene la seguridad del oficio y la suspicacia del que se compromete, pero siempre respetando la saludable distancia entre el intérprete y el personaje.
Oscar Martinez a diferencia de otros actores nunca se comió su propio cuento, está atento a esa delicada, y por momentos invisible línea entre la necesidad de expresión y la pose, el gesto auténtico en su artificio y la forma que solo se alimenta de los estereotipos culturales, entre el ser y no ser hamletiano esta su gesto estético, porque en ese espacio entre una cosa y la otra, define y crea su lugar, para afirmar a la actuación primero como un oficio y después como un arte, en esa doble condición se apoya el actor para tener siempre los pies en la tierra.

En "Yo, mi mujer, y mi mujer muerta", y en "Vivir dos veces" Oscar Martinez despliega una manera diferente de exponerse, esto hace a la dimensión y la riqueza de estás películas honestas en sus intenciones y conscientes de sus limitaciones formales.
En eso reside la inteligencia autoral de estos dos directores, no hay grandilocuencia ni ruido por fuera de lo que se cuenta, porque lo que importa, es qué es lo que se propone y comparte desde sus ambiciones estéticas como humanas.
En la primera película el personaje en cuestión es un arquitecto, las primeras imágenes son de un funeral, el de su mujer, su hija comparte la pena, llueve, y el personaje mismo se encarga de señalar el cliché de la situación cuando observa que para completar la tristeza de la pérdida: llueve.
Este gesto señala el artificio del film, pero también su verdad, porque la película se construye en función de varios lugares comunes.

El primero de ellos, es que el personaje sea un arquitecto en esta elección reside un imaginario, que la película confirma: vida ordenada, pre-visible que pierde su norte con la muerte de su mujer, porque ella se encargaba de la estrategia cotidiana para sostener la casa y para hacer de su vida un lugar más fácil y menos caótico, esto queda ejemplificado cuando le pregunta a su hija, si puede venir a ayudar con las tareas cotidianas, en ese pedido patético esta claramente evidenciado la dimensión de su pérdida.
El segundo lugar común es que la mujer haya tenido otra vida, que él personaje del arquitecto nunca sospechó siquiera, como en "Los puentes de Madison", la gran película de Clint Easwood, todo se desencadenó con una muerte poniendo sobre el tapete, que lo que se creía con respecto a una vida, sea la madre típica de Los puentes de Madison o la mujer del arquitecto era una gran mascarada que ocultaba lo más intimo, preciado y secreto que nadie había alcanzado a ver porque ni siquiera era posible en la imaginación.

"Vivir dos veces" es una comedia más descarnada menos desopilante pero que contiene más humor negro que el film de Santi Amodeo, quizás con justicia se pueda afirmar que es un film más sólido por la interrelación con los otros personajes, que no están función de Oscar Martinez como sucede en "Yo, mi mujer y mi mujer muerta", donde a pesar de poblarse con excelente actores secundarios, todo está supeditado al personaje principal, probablemente porque "Vivir dos veces" sea más el retrato de una familia disfuncional lidiando con situación excepcional, el mal de Alzheimer que aqueja al matemático interpretado por Oscar Martinez.
Que sea un matemático este personaje, le da una pátina más trágica como irónica al personaje, que se resiste a lo largo que dura el relato en ser vencido por la enfermedad que lo va tomando cada vez más, hasta volverlo irreconocible para sí mismo, sus familiares, y nosotros los espectadores que asistimos azorados a esta intimida atroz.

Los dos films son comedias que se aventuran a lo dramático, encuentran en ese tono la medida justa para contrastar los costos a lo que se ve sometido el personaje principal.
En "Yo, mi mujer y mi mujer muerta", cuando la historia se traslada a España comienza lo más interesante del relato porque el arquitecto sale de la comodidad de su cotidiano para encontrarse con ese otro mundo en el cual su mujer hallaba su ser más verdadero.
En esa charla que tiene con ese terapeuta que conoció a su mujer comienza el descalabro del personaje principal, ahí esa furiosa serenidad (por querer comprender todo sin involucrarse) comienza a verse desbordada.
En este terreno es donde mejor se expone la fragilidad de un hombre con una profesión respetable que garantiza una jubilación próxima y asegurada, que no sabe cómo reaccionar ni de qué manera ponerse cuando se entera de esa parte de la vida de su mujer que no conocía y que ni siquiera intuyo en esos años de matrimonio con una hija de por medio.

Oscar Martinez comienza a cambiar el registro de actuación, su gestualidad antes muy férrea, irónica y algo resentida, se libera, para dar lugar al desborde, no es casual que inmediatamente después de esto haya derrapado con drogas y alcohol, pero en este caso este exceso funciona, como el límite que no volverá a pasar, un pequeño permiso que uno intuye nunca se lo permitió en su vida, aún muerta su mujer seguía operando con esta posibilidad, este regalo del cielo, de percibir algo más, de entender que el mundo era más ancho y ajeno de lo que este arquitecto, ordenado, lineal, y rutinario había creído.
A partir de este punto de quiebre, el actor ofrece una zona de su ser que juega con el ridículo, su andar comienza a ser más liviano, se fuga literalmente sobre todo de sí mismo, para tener ese último encuentro que confirmara que nunca conoció a su mujer como ella hubiera querido ser conocida, y lo que es aún más problemática para su sensibilidad, que en el fondo no sabe quién es ni qué es lo que puede más allá de su estructura personal, el relato claro está es la prueba fehaciente de que hay un otro en él que nunca experimentó y que la historia se lo ofrece.

El tipo de performance que ofrece Oscar Martinez con su actuación en "Vivir dos veces", plantea otro tipo de problemática a su técnica y sensibilidad, cómo mostrar el proceso de degradación que produce en el cuerpo y en la subjetividad el mal de alzheimer, pero esta labor actoral nunca está por encima del contexto que la historia en su práctica plantea, hay un cuidado desde la dirección en que el personaje principal no se robe la película con su decadencia, los personajes que lo secundan en lugar de funcionar como contraste, acompañan y enriquecen la paleta de detalles que el actor irá desarrollando para encontrarse finalmente con el mal en su plenitud.

"Vivir dos veces" es una historia de amor, una doble historia de amor, porque primero claro está como lo muestra el film en su comienzo ese amor perdido de adolescencia, que el matemático una vez enterado de lo que padece quiere volver a encontrarla antes de perderla en su ya declinante memoria.
La segunda historia es el amor familiar, la de su hija que trata de sortear cómo puede esta situación con un marido que la engaña y que en la economía del relato funciona, como ese relato aleccionador, buena onda, e insoportablemente ridículo, ya que el personaje del marido es un coaching, que todo el tiempo busca aquietar las aguas desde una conciencia new age, en este personaje está cifrado todo lo que el film de María Ripoll no es, por eso es perfectamente consecuente que el personaje se haya quedado fuera, no tenía la espalda necesaria para soportar lo que se venía, como si lo hicieron su ex.-mujer y su hija.

En Mafalda Carbonell la actriz que interpreta a la nieta, esta toda la verdad que el personaje de Oscar Martinez raspa desde su actuación, en esta relación esta el nudo, la estrategia para que el relato no decaiga en las zonas sensibleras y moralizantes con la que el film se podía haber tentado.
La joven actriz desde su naturalidad y frescura descontractura todas las rigideces del matemático y su familia, es la que pone el punto sobre las íes y es también la que se rié de la situación desde un sarcasmo que posee toda la potencia de la inocencia que no entiende cómo el mundo puede seguir funcionando así, con tantos desperfectos, males-entendidos, traiciones, engaños y autoengaños.
Gracias a Mafalda Carbonell, el trabajo de Oscar Martinez es de una exquisitez nunca vista, en ella reside el punto de equilibro, de mesura incluso, en esta interrelación entre los actores, esta todo lo jugoso del film.
Como antes lo había señalado, Vivir dos veces, es más un retrato familiar, una mirada piadosa pero lúcida sobre la dis-funcionalidad de una familia qué tiene que resolver con premura, en qué lugar se planta para recibir lo peor.
En esta elección reside toda la voluntad femenina del film, porque las únicas que lo acompañan al matemático hacia el naufragio de su memoria son su nieta y su hija, lo que el film parece decirnos, sin subrayados es que en las mujeres, en su fortaleza y vulnerabilidad se encuentra el empuje necesario del mundo para seguir adelante, aún a pesar del futuro.

El trabajo de Oscar Martinez es de una sencillez y una complejidad inigualable, en su registro actoral esta toda su ética de trabajo: "hacer, pero no hacer de más", en su encarnación, en su corporalidad, y en su presencia se siente no solo a un actor de otra época, sino también la figura del varón, esa figura que en otro tiempo definía un lugar de seguridad como de poder, una idea de hombre (hoy) en franca pero ruidosa retirada.
Creo que por eso los directores lo eligieron por encima de otros actores,  porque saben e intuyen que este actor en toda su competencia como los personajes del film busca permanentemente la fuga de su propia convención, la huida de las zonas de confort para encontrar tanto la libertad como la verdad de un gesto que imprima en la realidad, la intensidad de una vida.

1-Tanto Santi Amodeo como María Ripoll tuvieron películas anteriores de éxito, acá se puede ver su filmografía y una pequeña reseña biográfica https://es.wikipedia.org/wiki/Santi_Amodeo
https://es.wikipedia.org/wiki/Mar%C3%ADa_Ripoll

Trailer de "Yo, mi mujer y mi mujer muerta" https://www.youtube.com/watch?v=x3k7XCGn5f
Trailer de "Vivir dos veces" https://www.youtube.com/watch?v=ss-A1PFLTKI