domingo, 5 de enero de 2020

El rock, la Robótica y el Rock



              Hablar de vanguardia en el campo del rock en estos tiempos de sobreabundancia auditiva, es hablar directamente de tradición, estas dos palabras antes en disputa ya no generan ninguna rispidez, porque las antiguas batallas de incorrección formal escupidas desde el punk, el post-punk, la no wave y el pop más inteligente, ahora forman parte del corpus, están integradas a la ortodoxia, están en la simiente del rock de los últimos 30 años.
Con sus respectivas góndolas, escaparates, nichos de gustos, estéticas en cuestión, maridajes insospechados, experimentos de marketing, tendencias virtuales, y en donde cada tanto aparece alguna banda que tiene algo para decir o esta en pleno proceso de su "qué hacer" delineando sus estrategias, protocolos de acción, creando el sustento necesario para que el discurso musical no le deba a nadie más que a su propio proceso de formas, valores y contenidos.

Quizás con justicia se deba decir, que lo más interesante de todo discurso musical es cuando está buscando su propia especificidad, cuando se enfrenta a sus propias limitaciones y posibilidades, cuando se anima a mirar hacia el abismo de la información cultural que la precede.
Quizás con justicia se pueda afirmar que las luchas pasadas han sido ganadas por la vanguardias, pero es una victoria pírrica, una victoria con cierto amargor que arde con insistencia en la conciencia del rock, que ya no sabe de qué manera convivir con sus grandes y trascendentales momentos, esa glorias pasadas que gracias a las diversas tecnologías de grabación, puede pervivir y reproducir su hálito de vida a generaciones ignorantes e inconscientes de ese momento de vértigo y adrenalina, cuando el rock comenzaba a nombrar lo que no sabía de qué manera llamar.

Cada tanto aparece una banda que vuelve sobre lo hecho para preguntar sobre los modos desde su propio hacer y esto  es lo que sucede en la escena local con El Alma del Robot, un power trío que en su práctica pone sobre el tapete lo que el rock tiene para decir en este tiempo de entropía cultural.
La primera y única vez que los vi fue en abril del año anterior, sabía del grupo por Adri , uno de los integrantes de "Curandero"tanto como un amigo de afinidades electivas, y gustos en común.
Sabía por él, que habían sacado un EP (cuatro temas), en el año 2017 al cual lo escuché con su debida atención, pero por esas cuestiones de tiempos, trabajo y la vida misma nunca había podido ir a un recital de ellos.
El 2019 cerró con la edición de su segundo EP, (cinco temas) que por esa cuestiones legales (Curandero ya estaba registrado) debieron cambiar su nombre, por El Alma del Robot, como la homónima novela de ciencia ficción (1974) de Barrington J Bayley.

La cuestión es que cuando pude escuchar el material mi entusiasmo se hizo notorio, pero la presentación en vivo de la banda en el Espacio Emergente tuvo emociones encontradas, por un lado la alegría de ver a mi amigo en escena despuntando con soberbia su instrumento (es bajista) y el por el otro completo desfase del guitarrista y cantante, en relación con el funcionamiento preciso y milimétrico de la batería y el bajo.
No es que lo que presencié esa oportunidad no haya sido interesante, (una noche mala la puede tener cualquiera) sino que en la deriva formal de las canciones dos tradiciones pugnaban por encontrar su forma más conveniente.
El recital fue una solapada batalla entre un contenido más ligado al blues y la canción como lugar de expresión frente a la naturaleza maquínica y orgánica de un power trío, que cercena los oídos con una sensibilidad que se avecina al heavy o al hard rock más áspero y menos complaciente.
No estuvo mal esa presentación de los entonces llamados Curandero, pero se notaba que estaban en la búsqueda de su propia identidad, en la lenta maceración de su discurso musical.

Con esto quiero decir, que la banda apostaba a crear su verdad, algo que la mayoría de los grupos que pueblan esta ciudad se niegan a hacer, porque es un riesgo, tienen miedo de quedar expuestos, y por eso se dedican a repetir fórmulas, a transitar caminos ya transitados, y a producir canciones que son pobres notas al pie de grandes canciones que no pueden imitar porque les falta el contexto que las produjo. Un grupo de rock para salir de la medianía tiene que escuchar su contexto de cosas, porque en esa zona imprevisible de la contingencia de lo real se encuentra lo más valioso, entre: el deseo por decir y lo que se dice a pesar de uno, entre la vulnerabilidad de un discurso que tiene el coraje de equivocarse en su forma y el de los que ni siquiera se atreven a interrogar a su sombra.
El proceso por "llegar a ser" es lo más valioso de  El Alma del Robot, en un medio donde todos están buscando su forma definitiva sobre todo para colocar mejor su producto.

Cuando Adri fue compartiendo las grabaciones del segundo trabajo, mi sorpresa fue mayúscula porque había un salto cualitativo en cuanto a la forma, y a las composiciones, e incluso el imaginario viraba hacia un lugar más preocupado por el procedimiento que por las formas en sí mismas.
Pero antes de detenerme en esto, es conveniente hablar del primer E.P. Curandero que fue grabado al poco tiempo que la banda en sí misma comenzaba a funcionar, según la información que pude recabar, el trío comenzó a juntarse en marzo del 2017 y la grabación de esta carta de presentación, fue en octubre del mismo año.
Sorprende la velocidad a la que llegaron para este proyecto, se nota que había una urgencia necesaria por componer y registrar, actitud que semeja a los grupos de la década del 70 y principios de los 80, que no daban tantas vueltas para grabar, iban, lo hacían, y sacaban discos seguidos apenas separado por un año o  mucho menos.

Curandero contiene cuatro tracks, los primeros dos son instrumentales y los últimos son canciones, esta economía en cuanto a la distribución de los temas les juega en contra porque conspira contra la atención del trabajo, porque las composiciones instrumentales se roban todos los oídos, por su demanda auditiva, sus gancheros patrones rítmicos y su pre-potencia sonora.
En cambio las canciones tienen una actitud más reposada e incluso reflexiva, no son canciones en un sentido estricto sino derivas musicales con momentos cantados, que tienen cierta intensidad pero que nunca alcanzan los picos a los cuales llegan los tracks instrumentales.
En los cuales hay una notoria construcción que tienen como foco al sustento rítmico, es decir la común-unión de la batería y el bajo. La labor de la guitarra tiene un tiente casi impresionista con pequeños arreglos, florituras, punteos y cuando se suma con el riff planteado por el bajo, toda la potencia del trío emerge como una piedra sólida e indistinta, esto se percibe mucho en "La teoría del mitómano".
"Atraco" a todas luces es la que más groove tiene en todo el conjunto, nuevamente la base rítmica le da el aire necesario al tema para que la guitarra juegue libremente, y haga su aporte desde un lugar transversal, no se roba el primer plano, porque acá lo importante es el groove.

En cambio "El brujo" el primer track cantado aminora los decibeles, funciona como un bajón después del pico de adrenalina, y algo no termina de funcionar del todo bien en su economía compositiva, creo que esto se debe, a que por más que la voz aparezca no encuentra su forma en la canción, como sucede en la siguiente "Orégano", son derivas que rastrean, buscan y no encuentran la verdad de su expresión, porque, y esto es lo paradojal e interesante del asunto y es que los tracks instrumentales son composiciones redondas que funcionan en sí mismas, son canciones en un sentido estricto, es difícil olvidarse de ellas, esto no sucede en cambio con "El brujo" y "Orégano", no porque sean malas sino porque el contexto para ser, no es el adecuado, amén de que el trío tiene mucho más para decir a nivel instrumental que en un orden estrictamente lírico.

El Alma del Robot, el segundo E.P. trae cinco temas, y su distribución en el espacio sonoro esta mejor delineado, hay un crecimiento exponencial en todos los aspectos técnicos y compositivos, y la pelea antes manifiesta entre lo estrictamente formal, de la canción como tal, y la muralla sonora que saben desplegar en sus momentos más felices, ya no es motivo de alarma, porque sencillamente todas las herramientas que hacen a este trío están puestos en la efectividad de las composiciones, hay una mirada más consciente y plena sobre los materiales en juego.
Las melodías en El Alma del Robot respiran mejor, hay más lugar para recorrer en el espectro de sonido, y momentos donde la urgencia del pulso estalla, pero esto es debidamente controlado, hay cierta insistencia maquinal, un obstinato persistente que machaca con premura el costado expresivo de cada tema.

El alma del Robot es una propuesta apolínea, hay un trabajo exhaustivo sobre la forma, por momentos semeja la misma búsqueda de Helmet o yendo un poco más atrás en el tiempo a Gang of Four, por la manera en que se esculpe el sonido con riff secos, deshidratados de todo calor orgánico, ni la batería ni el bajo consienten en la demagogia de hacer de más, y el clima general es frío, formal, resolutivo.
En este terreno las tres conciencias creadoras conforman una unidad, y la suma de estas partes dan a esta entidad musical todo su esplendor funcional y expeditivo, una propuesta sonora que hace de la precisión milimétrica los atributos de una estética fabril, límpida, entrecortada.
A fin de cuentas, no hay que olvidar el nombre de esta empresa musical, se podría llegar a argumentar que son los platonistas de la robótica, los profetas que recuerdan el costado maquinal de nuestras rutinas, rituales, y maneras de ser, señalando que hay ciertos tips que se repiten en nuestro carácter que conforman un patrón expresivo y singular que nos define en el entramado social.

En este trabajo hay dos tracks instrumentales, el resto apuesta a la canción pero en este caso, la voz funciona como otro instrumento más, esta atemperada de sus intenciones para dar su mejor versión como otra capa sonora que enriquece la paleta auditiva.
El trabajo, comienza con "Robot" que en su naturaleza artificial, expone magistralmente un riff contundente, que define una situación que la voz no hace más que subrayar, el bajo sostiene una experiencia cuasi corporal por la densidad del sonido, la batería no da respiro, pero tampoco permite mucha expansión, es la medida justa, como para que en el momento de silencio, cerca del final la simple melodía con la que matiza la guitarra explote toda su belleza.

"Animales" la siguiente canción, es opresiva en su respiración, el tempo es entrecortado, el único espacio de aire es la voz que en este caso permite que toda la emoción decante en un fraseo que no se apoya en la emoción, sino en sus cualidades técnicas. Si en Curandero la voz buscaba la manera de ser más real, acá la encuentra pero no por sus propias virtudes (que son evidentes) sino porque toda la construcción compositiva contiene el marco de su proyección.
"Vamos surfeando lo que hay que andar/donde fuimos a parar/qué nos pasó" dice la canción que en su estribillo tan solo confirma la naturaleza maquínica y artificial de los días pasados y por venir "Nos espera hoy lo mismo que ayer, "todo se convierte en un loop eterno".
Es curioso que la canción se llame Animales, y sea una de los tracks más controlados, como si todo la performance instrumental fuera más un dique que contiene cómo puede las sensaciones de desengaño, desamparo y resignación que la canción enuncia y las encarna a su pesar.
El único momento donde se siente la fuerte presencia de lo informe, es en los punteos de la guitarra donde el clima parece fluir a un típico solo furioso y estridente, pero es cortado de cuajo, recordando al oyente que lo que importa no está en el derrape sino en el control de la emoción.

"Vampiros Psíquicos" es el tema que más recuerda en su juego, y libertad formal a "Atraco" del trabajo anterior, no porque sean iguales sino porque en las creo detectar, la mejor versión del trío cuando se conjugan naturalmente: la potencia rítmica, el gusto melódico y la espacialidad sonora, cuando esto ocurre la felicidad es múltiple y este es el sentido más acabado de El alma del Robot. Que en su cuerpo comporta todos los atributos de una estética estrictamente formal, porque si hay algo de cierto en las antiguas batallas de las vanguardias, es que ahora el campo de experimentación y lucha no pasa por el contenido o los enunciados políticos, hoy más que nunca la pelea pasa por la forma, el medio, el vehículo necesario que muestre y se demuestre, que no basta con tener buenas canciones, musicalidad virtuosa o desparpajo punk, lo realmente importante parece decirnos este power trío capitalino, es qué hacemos con todo eso que ahora más que nunca está a nuestra disposición.

En la elección, en el criterio, esta la jugada política y estética, una estética política que va definiendo su credo, hay una militancia sobre la forma a la que hay que atender, estamos atravesados de contenidos, de residuos formales y discursivos, restos, ruinas y escombros de saberes caducos, así parece demostrar la anteúltima canción de esta placa, llamada "Mi Dios", que en su incansable enumeración señala justamente todas las fuerzas en pugna, que operan en el imaginario del hombre frente a lo ignoto y desconocido, empezando -oh casualidad- por el hombre, ese gran desconocido.
"Hombre, pueblos, niños, brujas, almas, libros, aire, arte, fuego, luna, mares, vientos, nos trae el miedo a vos. "
El Alma del Robot con todo el cuidado del caso, trata de mirar a ese abismo cultural evitando quedar pegados al vértigo de lo hecho, no niegan al pasado ni tampoco lo celebran sino que lo afirman desde su hacer, pero no para ser admitidos dóciles a la tradición, sino cuestionando fírmemente la propia condición de cada integrante, como ser sensible moldeados por el rock y la música en general.
"y cuando hoy volvamos a creer, en un espejo me volveré a mirar, y lo que hicimos no se podrá borrar".

Con todas las limitaciones que este tipo de propuesta tienen frente a tanta proliferación rimbombante de tantas tantas y tendencias, El Alma de Robot se erige como un trío de rock a secas, y para llegar a ello tuvieron que depurar su discurso, separando cuidadosamente: lo necesario de lo contingente, lo natural de lo artificial, lo especifico de lo esencial y para finalmente quedarse con lo real de lo impostado.
No se cuál es el destino de este trío en nuestra patria sonora, pero El Alma de Robot sin lugar a dudas es una propuesta fundamental para poder mirar al espejo de nuestra tradición, y no asustarse por el destino del rock en esta, cada vez más ridícula y absurda contemporaneidad.


 El Alma del Robot esta conformado por:

Adrián Garófalo: Bajo

Rodrigo Diaz Virzi: Guitarra y voz

Andrés Reymann: Batería y percusión


Los discos lo pueden escuchar en https://elalmadelrobot.bandcamp.com/album/el-alma-del-robot-ep
https://elalmadelrobot.bandcamp.com/album/curandero-ep