Osvaldo de la Fuente (1) es un músico del interior con todo lo que eso implica, en un país donde la centralidad de la información y de los beneficios ya sean materiales o de reconocimiento pasan por la capital, si bien el mapa cultural ha cambiado mucho en la últimas décadas, si algo no se modificado en el espectro de nuestro país por decirlo lisa y llanamente: es que si uno quiere jugar en las grandes ligas, tiene que pasar por la capital. Es muy larga la historia de los artistas que lo hicieron, como es bastante desconocida la lista de los que desandaron este camino, ya sea por falta de oportunidades, mala suerte, o decisión (usando un termino caro de la cultura popular) de hacer el aguante en su tierra natal.
El caso de Osvaldo de la Fuente tiene cierto grado de complejidad, como el caso de otros talentosos músicos de la provincia que no eligieron al folclore como posibilidad estética, hay que decir que estamos hablando de Misiones, provincia en una zona de frontera que tiene como estandarte identitario, la belleza natural de Las Cataratas del Iguazú, la rancia solemnidad de las Ruinas de San Ignacio y no mucho más que hable de una identidad misionera, esta por cierto el Chamamé pero para el malditismo de algunos puristas, es correntino, y no habla de ninguna esencialidad que es la principal preocupación de los gerentes de la cultura, para atraer obviamente al turismo y vender una identidad que hable de la bondad del ser misionero.
Esto que enunció rápidamente no son más que algunas de las problemáticas de un discurso oficial, que busca que por todos los medios de homogeneizar y empaquetar a una cultura y a la realidad de una provincia que tuvo un verdadero flujo inmigratorio sobre todo de Europa del este, Alemania, Japón, Vietnam y ni hablar de la inmigración ya sea desde la costa del Paraguay o del Brasil, ni mucho menos de la población nativa que como en todo el país, se encuentran totalmente excluidas del discurso nacional, todo esto no son mas que matices que profundizan la complejidad a la hora de hablar de una identidad unívoca en la provincia, y de un ritmo folclórico que sintetice de manera coherente este desborde de culturas. Misiones no cuenta con un músico de rock que haya trascendido la provincia, si en cambio tiene dos adalides de la música folclórica, que conforman a su manera dos maneras distintas de pensar la sensibilidad popular que son: el Chango Spaciuk con su riguroso entrecruzamiento del chamamé con otras tradiciones y Ramón Ayala (2) más conocido por sus canciones que han sido interpretadas por las principales voces de la canción en los últimos treinta años.
Si el folclore es el terreno donde se disputa la identidad provincial, qué decir del rock... que de manera accidentada y paralela a las principales disputas culturales viene dando una batalla caprichosa, circular, endogámica por emanciparse como un discurso sólido y necesario. Esta lucha no tiene aire épico ni panfletario, sino que corre con la misma suerte que otros eventos culturales que no tienen a la provincia como principal motivo, es decir: se sigue como se puede, a veces con apoyo estatal, la mayoría de las veces con mucha indiferencia y sin el sostén de un público que pueda aguantar en el tiempo, algún tipo de experiencia que crezca de manera consecuente, no porque este solamente no pueda, sino que como todo escenario cultural pequeño, este se agota rápidamente y tan solo se renueva con las nuevas generaciones y con la migración de personas que por diferentes motivos van a vivir a la provincia.
Si hay un fenómeno muy notorio es este: "siempre se comienza de nuevo". Osvaldo de la Fuente es uno de esos artistas que desafían de manera discreta a esta idiosincracia de la provincia, y principalmente a su capital donde reside, porque en un lapso de 13 años saco 13 discos de manera independiente, artesanal, en soledad, con muy pocos aliados y con un nivel de recepción que comparte la bipolaridad de la abulia y el entusiasmo.
Antes de continuar debo de decir que este no pretende ser un análisis de toda su discografía, sino que mas bien es un recorrido por los discos que mayores preguntas me han deparado, llegado este punto creo que me interesa más el trayecto de la obra de Osvaldo que la obra en sí, porque en ese recorrido esta cifrado su estrategia de supervivencia y su economía compositiva.
Que me guste o no su música en esta época del "me gusta" monopolizado por el faceboock es un dato menor, porque lo relevante es cómo el compositor decide crear su propia tradición en una ciudad de inhóspita indiferencia frente a lo nuevo y si hay una política en su música, es esta.
Placa Madre es su primer disco de estudio, es del año 1999, y las 17 composiciones distribuidas entre canciones y temas instrumentales que componen esta experiencia tienen esa curiosa felicidad de la forma cuando encuentra su contenido necesario, todo el disco irradia una tímida insolencia sostenida en gran parte, por la versatilidad de las composiciones y también por la economía justa entre virtuosismo y montaje sonoro.
Placa Madre no parece el disco de un guitarrista que decidió hacer su carrera en solitario, porque no posee ninguno de los vicios del guitarrista enamorado de su narcisismo técnico, no tiene en la confección de su estructura la ambición imperativa por imponer un sonido, sino que tema tras tema lo cuestiona, lo pone en duda para llevarlo a su grado cero de expresividad.
Placa Madre es un rara avis no solamente en la provincia sino también en el país porque la originalidad no radica en que estamos escuchando algo nuevo sino, en cómo procesa las principales tendencias sonoras que se debatían entre el noise, el trip-hop, y la canción vestida de loop. En esta manera de apropiarse del material se encuentra la sabiduría de un disco que no ha envejecido porque su pregunta no busca clausurar un sentido, sino que sigue interrogando a su oyente futuro.
Placa Madre mirado a la distancia es una suerte de cantera sonora, un aleph donde las diferentes tradiciones peleaban por un cuerpo, llegado este punto quizás valdría la pena hacer esta distinción, Osvaldo de la fuente es un compositor dividido entre la experimentación sonora, siempre al límite de lo informe y la canción en la mejor tradición de nuestros santos patrones del rock nacional, llámese Lito Nebbia, Charly García o Carlos Aguirre cuando se anima a respirar folclore, digo esto sobre todo por la manera de resolver las melodías, por los arreglos que se dejan ver en las canciones y por cierta manera de cantar de modular la palabra con pretensiones poéticas.
Esta distinción que hago no es para rescatar un Osvaldo del otro sino para señalar esta tensión en dos tradiciones disimiles, que buscan como pueden convivir en este espacio imposible.
Su siguiente disco Bengala (2000) refleja esta preocupación bifronte, y esta difícil convivencia entre estas dos líneas de tensión, de hecho haciendo solo un repaso temático nos damos cuenta que todo el disco esta desbordado de ideas que reclaman su total independencia de las otras, y de alguna manera sobre todo después de la canción con decididos tintes de metal industrial llamada "el mal", el disco entra en crisis poniendo sobre el tapete, a estas líneas estéticas que corren paralelas al resultado de cada experimentación sonora.
Bengala no es un disco feliz, es un disco de ruptura formal que no busca separar nada, porque este hecho es insoslayable, sino que cae en la cuenta de su propia naturaleza de esquizia creativa.
Osvaldo no va a volver a repetir esta experiencia porque se da cuenta que corre una línea muy delgada, entre el compositor posmoderno que se sirve de pastiches para hacer su ensalada musical y el autor que busca en cada creación condensar al máximo la tradición a la que responde, porque esta fue la principal operación en los primeros discos, crear un contexto donde su propuesta musical pueda vivir y reproducirse, pero para ello tuvo que pasar por su cuerpo sonoro a estas tradiciones divergentes, con los costos formales que esto implica en un disco como Bengala, que en esa suerte de competencia por lo más apto eligió a la canción como centro al cual orbitar. Sus siguientes discos dejan de tener esa frescura que trae aparejado el riesgo de la experimentación más evidente, para entrar de lleno en el flujo de los discursos donde tradición y vanguardia hacen de la canción: un panfleto pop, y lo que parece un gesto de pleitesía frente a sus mayores, no es mas una capa de su sedimentación formal, porque ahora el trabajo es desde adentro y fiel a su temperamento esto esta hecho con la más absoluta discreción.
Su primer disco enteramente de canciones tiene el curioso nombre de El Libro de los Monstruos (2004) allí reúne un combo de cantantes de la ciudad, y da rienda suelta a la canción como motor de la emoción pasando por diferentes registros: rock, folclore, blues, pop, la mayoría de las canciones son buenas, algunas sencillamente exquisitas y otras parecerían estar de más porque abusan del azúcar de la emoción, la experimentación en este disco sigue siendo el de cómo convivir con diferentes líneas estéticas, pero reducidas al mundo de la canción, lo cual le da un cuerpo más homogéneo menos zigzagueante, pero todo el disco es monstruoso por su exceso en buscar la canción, y el autor prueba que no tiene prejuicios ni reparos para ello, El Libro de los Monstruos es un disco desparejo porque busca condensar intensidad y sutileza en partes iguales, tarea difícil porque por momentos se termina confundiendo intensidad con trazo grueso y sutileza con suavidad.
Para mí hasta la fecha su disco más logrado es Fe de Erratas (2005) ahí el equilibrio entre la canción como vehículo y la experimentación como matiz es mucho más silencioso, mas justo, incluso el título que el autor elige ponerle al disco refleja esta actitud de volver a repartir las cartas, porque fe de erratas como se sabe es una edición que se hace cargo de sus errores, poniéndolos en evidencia y esto que a primera vista parece una declaración más de índole personal es claramente formal. También es su primer disco donde se decide a cantar y este salto al vacío encuentra su red en la veracidad de una voz que encuentra su cuerpo con cada canción, solo hay que escuchar Shine so fine, Diablo de amor, Flores de cactus o Astro-jungla para entender esta felicidad formal que le debe mucho al pop como lugar de percepción sobre la epifanía de lo cotidiano.
Los siguientes discos de Osvaldo siguieron por este carril pero no gozaron para mi gusto de la misma suerte, por ejemplo "Boomerang" (2008) es un disco amable, entrador, prolijo demasiado prolijo, y en este exceso esta su debilidad porque no hay contrastes, ni misterio en las canciones, ni las letras sugieren más de lo que dicen porque el autor condescendió a ese vicio caro del rock, que es la canción con mensaje con buena onda, incluso la poética de las canciones parecen beber de las mismas aguas que la literatura new age o de autoayuda siempre claro, matizado con excelentes arreglos y cierto espíritu punk festivo como lo revela la canción "Forma Fugaz" en definitiva, Boomerang es un disco impecable en lo técnico y en lo formal pero esa unidireccionalidad de las canciones hacia un mismo sentido, empobrece la recepción estética del oyente.
En cambio "Vestigio" (2012) es un disco de canciones inactuales, pretéritas, pasadas, todas tienen una identidad que uno claramente puede remitir a los 80s, sobre todo por esa precisión formal que sobrevuela cada canción y cierta remanente a los 70s por ese aire épico que carga en algunos pasajes con ese espíritu setentero, expansivo, e incluso cósmico. Ya el nombre del disco nos indica que que se mira hacia el pasado buscando los restos de lo que sobrevivió en el recorrido hacia la canción, Vestigio es un disco que desprende mucha nostalgia hacia un estado de gracia cuando el rock prometía un paraíso posible, es un disco sobre el pasado tocado desde el presente, que busca es cierto con mucha insistencia que esa mirada sea actual, pero por momentos naufraga en el preciosismo de los arreglos y en la intención de que la canción sea lo más redonda posible.
A mi parecer lo que se modifico en la trayectoria de este músico, es que los primeros discos eran más experiencias sobre algo, uno podía sentir el vértigo de los errores y aciertos de esta búsqueda, en cambio con los siguientes discos, Osvaldo fue formalizando su sensibilidad en función de la canción como posibilidad estética, lo que trajo aparejado un mayor grado de profesionalización, y una mayor profundización en el oficio logrando discos más cerrados sobre un concepto, ya sea explícito o implícito, consolidando un discurso más acabado sobre la técnica y la forma. Lo cual no es un hecho negativo sino que es una operación funcional a su estrategia compositiva, aunque si bien es cierto que este impulso por la experimentación encontró un cause más que apropiado con las bandas sonoras que realizó ya sea para obra de teatro o de títeres, personalmente extraño más la primera época.
Es curioso que el primer disco de Osvaldo haya tenido como horizonte al futuro como lugar para ser y existir, en cambio su último disco ya por su nombre evidencia una preocupación por el pasado, por el trabajo hecho, por los efectos de ese lugar de la sensibilidad y la percepción moldeado por el pop más experimental y por nuestro rock nacional a veces demasiado preocupado por el mensaje.
Sin lugar a dudas Osvaldo es un caso único de perseverancia, generosidad y capacidad para el trabajo, en una ciudad más bien chata a los acontecimientos culturales, que todavía no ha caído en la cuenta de que ya existe una tradición en el rock misionero y esto en gran parte se lo debemos a Osvaldo de la Fuente, un militante del trabajo, de la tradición como herramienta y de la canción, como única felicidad posible cuando la emoción la encuentra.
En el proceso de esta escritura me enteré de que el músico esta por sacar un disco nuevo, que por lo que alumbra el titulo que eligió, decide seguir cambiando su piel, seguir mudándose por dónde el sonido vaya "Ciclo de pequeñas mutaciones" es su nombre y por lo que deja ver en los videos que subió en youtube volvió a la experiencia, al recorrido, al trazo de los restos que deja la melodía en el espacio. Lo cual para mí es motivo de felicidad.
1-Decidí no mencionar en este texto que Osvaldo de la Fuente antes de sacar sus discos formó parte de "Los Pie" mitica banda de funk rock de principios de los 90 en la ciudad, porque es motivo de otro ensayo que esta en camino.
2- Ramón Ayala goza en este momento de su momento de mayor repercusión porque el prestigioso fotógrafo Marcos López realizo un documental sobre él todavía no estrenado oficialmente. Y el reconocido sello arty Los años Luz acaba de editar un disco llamado Cosechero que reúne sus canciones más emblemáticas.
Discografía
Placa Madre 1999
Bengala 2000
Gestalt (Disco electrónico) 2001
El Jefe 2001
Atrapasueños 2001
Aceituna 2002(Disco instrumental)
El Libro de los Monstruos 2004
Desperté siendo Otro (disco instrumental) 2004
Fe de Erratas 2005
Boomerang 2008
Osvaldo de la Fuente y la tarea invisible 2010 (disco en vivo)
El Silencio de la nieve 2011(Disco instrumental)
Vestigio 2012
Todos los discos de Osvaldo se pueden descargar en su sitio oficial: http://osvaldodelafuente.wix.com/osvaldodelafuente#!en-blanco
Hay mucho material de Osvaldo en Youtube este es el clip que hicieron para Flores de Cactus:
https://www.youtube.com/watch?v=BOXVSs22kdQ
Este es el adelanto del disco nuevo https://www.youtube.com/watch?v=w4fNB3AWavM