jueves, 16 de julio de 2020

Actuar es la paradoja de toda vida




              Escribo esto con la noticia de la muerte de Agustín Alezzo, actor, director y maestro de actores,la noticia de su muerte causa una enorme repercusión dentro del ámbito teatral, cultural y artístico por el peso de su influencia, y enseñanza a varias generaciones de actores que se formaron no solo profesionalmente sino como personas como la gran mayoría lo señala.
Debo decir, que no conozco la obra ni la trayectoria de Agustín Alezzo tan solo lo tenía como referencia ineludible para hablar del arte de la actuación en los últimos 40 años en nuestro país.

Dentro de las disciplinas artísticas la actuación es quizás -junto con la danza- la que más lejos llevan la idea de poner el cuerpo al servicio del arte, como también un terreno propicio para alimentar las diferentes mitologías con respecto el trabajo actoral.
Mitologías que tan solo han servido para desviar la atención sobre lo realmente importante, porque tan solo se han detenido en la confrontación: arte/ vida, representación/ realidad, verdad/ mentira, pero esto no quiere decir que estos pares binarios no tengan su relevancia, pero no ahondan en lo específico; es decir que es lo que distingue y diferencia el trabajo de una actriz o un actor, que el de un político, un acusado frente al gran jurado o un mediático frente a la cámara.

Más que nunca asistimos a una época donde parece que el mundo tan solo existe para ser llevado a la pantalla, donde la ciudad es un gran set de filmación y todos somos actores en potencia y a disponibilidad de alguna futura película, ya sea por los noticieros, alguna historia de Instagram o faceboock o por la filmación casera de algún evento familiar o amistoso.
Es cierto que la facilidad de los cuantiosos artefactos de registro fílmico han acortado la distancia entre el deseo y el hacer, contribuyendo en su medida a que toda una industria por fuera del cine y la televisión goce de su cuarto de gloria con videos en youtube, Vimeo, Twiter, u otros soportes digitales.
Por eso la pregunta sobre el qué hacer actoral es acuciante en este tiempo de dobleces y virtualidades, porque los medios masivos le usurparon a la actuación el terreno de la verdad, han denunciado el completo artificio de la puesta en escena, del trabajo actoral y la potencia verídica de la ficción.

Como ha ocurrido con la literatura frente a la aparición del cine, que tuvo que preguntarse por su especificidad, la que la hacía como tal en su sentido más puro (si tal cosa pudiera ser posible) frente a una industria que en su conformación le fue sustrayendo ese costado cuasi documental de las novelas que no solo narraban la historia en cuestión sino que también informaba sobre los modos de vida, hechos políticos y banalidades de la vida cotidiana.
El cine con su aparición terminó de exponer los límites de la literatura y se adapto mejor al clamor de la épica y la narración decimonómica, como también denuncio la pretensión de realidad que ostentaba el teatro burgués de principios del siglo XX
La pintura también tuvo que cuestionar sus propios alcances perceptivos frente a la aparición de la fotografía, desnudando sus artificios de percepción frente a la inmediata reprodución de la realidad de este medio mecánico.
Esto que señalo tan solo expone que todas las artes en algún momento aspiraban a la totalidad expresiva, y estaban respaldadas por un contexto que les ofrecía el sustrato para que estos diversos gestos estéticos como relatos, tuvieran su peso dentro de la comunidad.

Nuestra época no presenta esas seguridades, ninguna disciplina artística goza hoy en día de esa pretensión totalizante porque la historia ha demostrado con mucho desencanto y amargura, que el absoluto expresivo es una ambición filosófica que se ha quebrado con la muerte del garante universal, a partir del deceso de Dios asistimos a los fragmentos, las esquirlas, a la metonimia de un relato donde la parte tiene que ser el todo, porque el todo como la verdad es un imposible expresivo.
Porque claro esta, una cosa es la utopía de la verdad única e indivisible y muy otra las verdades, las pequeñas y grandes verdades que hacen a nuestra sociedad como a las convenciones que determinan la percepción sobre las cosas y el mundo.

Sobre estas cuestiones problematizan dos fenómenos estéticos distantes en el tiempo pero similares en sus inquietudes expresivas, uno es de factura reciente, un mediometraje dirigido, escrito e interpretado en plena cuarentena por Victoria Martinez (1) llamado "La espera de lo real" (2020)  y la otra es una delirante biopic sobre el actor y comediante inglés Peter Sellers (The Life and Death of Peter Sellers) conocida en nuestro país con el nombre de "Llámame Peter, vida y muerte de Peter Sellers" (2004).

"La espera de lo real" presenta una historia muy sencilla en su linealidad pero compleja en su lectura, la inteligencia de la puesta en escena reside en la propia corporalidad de la actriz que deberá apelar a todos sus recursos para hacer de una sola toma (prácticamente no hay otro movimiento de cámara) un abierto interrogante a los modos, las formas y las maneras en que el cuerpo de la actriz deviene en otras.
Victoria Martinez es una interprete virtuosa con ideas contundentes sobre la teatralidad de lo teatral, la imagen filmada tan solo confirma que el artificio de la perfomance actoral posee muchas capas de ilusión, y de la cual ella hará siempre uso en función de la historia que buscará compartir en la intimidad del espectador.

La biopic sobre Peter Sellers si bien está basado en la vida de Peter Sellers no deja de cuestionar a lo largo de su hechura y confección sobre un hecho esencial, cuál es la consistencia y el peso de lo real para afirmar que Peter Sellers fue siempre Peter Sellers.
El film de Sthepen Hopkins tiene la audacia de proponer con ironía y hasta con una cuota de sarcasmo que toda la vida de Peter Sellers aún en su más íntimos momentos era una puesta en escena para afirmar la singularidad de Peter Sellers.
Claramente toda película basada en hechos reales es un recorte que deja mucho material afuera en beneficio de la elección estética y narrativa. Una vida no se puede reducir a una idea pero la confluencia de esta idea en relación con todo lo que la narración elije callar, puede ayudar acercarnos al magma vital, contradicctorio e inasible de una vida que hizo del histrionismo de lo real una máscara de diferentes intensidades.

"La espera de lo real" tiene muchos perfiles, en cada una de ellas comporta una manera de ser, Victoria Martinez puebla la pantalla con todos esos rostros posibles que son ella pero no lo son al mismo tiempo, en esa dualidad de toda representación se encuentran las cartas que la actriz y directora apuesta para decirnos que en el fondo la realidad expresiva no deja de ser una convención más que define a lo real como un código de lectura.
Porque si hay algo que expone esta aventura estética, es la insidiosa e insistente pregunta sobre la forma en que lo real se transforma en real, en qué momento el cuerpo de la actriz deja de ser su cuerpo para habitar otra cosa.
La historia que la directora, guionista y actriz deja entrever es muy simple, casi se podría reducir a una anécdota, en el relato asistimos como espectadores al derrotero de una mujer encargada de tomar castings, que en sus primeras imágenes, ya denota el fastidio que le produce el trabajo que está realizando porque no encuentra a la actriz para el papel solicitado.

Se burla, se ríe, se lamenta, padece los tiempos muertos entre audición y audición, mientras charla con sus asistente, proyecta sobre él su cansancio y expone una sensibilidad harta de ver el mismo circo, es un círculo vicioso claramente, un infierno.
Porque en el mundo de la actuación todo es una pose de la pose, y eso es lo que constata el mediomentraje en su su ejecución, lo que demuestra la mujer encargada de los castings, que por efecto del fuera de campo, señala a todas las candidatas posibles que tienen que colocar al cuerpo como una actriz dotada y determinante, para que se la tome como la actriz que podría ser más allá del fisic du rol del personaje buscado.
Pero esta mujer al tiempo que toma los castings se tiene plantar como esa mujer que está dispuesta a ser cruel y expeditiva si es necesario para ejemplificar hasta que punto no importa la persona en cuestión sino el posible personaje que la actriz puede llegar a interpretar.
Lo que Victoria Martinez retrata con pocos y precisos trazos es la perversión de un medio donde lo perverso es la norma, donde las relaciones se establecen a través de líneas difusas, ambiguas y muy convenientes entre psicópatas y psicopatías laborales.

Mirada desde cierta perspectiva "Llámame Peter" podría ser el retrato de un psicópata, no en un sentido estricto y acabado sino simplemente en su planteo formal, en su relación simbiótica con su madre, en sus desplantes infantiles con sus relaciones afectivas (cinco matrimonios) y parentales.
La biopic tranquilamente podría ser el otro lado de la historia de Peter Pan, la del niño que se negaba a crecer pero que inevitablemente lo hizo sin saber que el mundo no estaba hecho a su medida, pero que este a fuerza de caprichos, seducción y encanto con la máscara oportuna convencía a su entorno de que no podrían vivir sin él,
La película tiene un tono ácido, su mirada sobre el personaje no es compasiva ni mucho menos al medio cinematográfico retratado, todo se desarrolla entre el tono justo de la burla, la ironía y la vergüenza ajena.

En sus virtudes formales el film de Sthepen Hopkins juega con una puesta en escena dinámica y circular, todo vuelve a Peter Sellers (Geofrey Rush) donde no existe una división notoria entre los sets de filmación y su vida.
El fim esta desglosado en momentos donde otros personajes toman la posta para expresar su parecer sobre Peter, pero estos otros personajes en la narración: su padre, su primera mujer, Stanley Kubrick por nombrar algunos, están interpretados por Peter Sellers; es decir por el actor que lo encarna con magistral solvencia Geoffrey Rush (3) en este terreno es donde la apuesta narrativa se ríe de sus propios recursos para expresar la naturaleza artificial de todo gesto estético que en su dispositivo trata de hablar de la vida de un actor que era famoso por su capacidad de histrionismo camaleónico.

"La espera de lo real", como la espera de Godot es todo lo que sucede a la vispera del acontecimiento, pero a diferencia de la obra becketiana, donde todo esta cifrado en la figura de Godot, en la narración de Victoria Martinez lo real en el fondo no deja de ser la mirada del espectador con toda su competencia cultural tratando de dilucidar lo que el relato propone en sus múltiples personajes.
La sabiduría del relato es que entiende que "el devenir otro" no pasa por una artillería, de ticks, técnicas vivenciales u otros métodos para actuar, que buscan hasta la exasperación vivir lo no vivido, sino simplemente en escuchar es decir escuchar desde el hacer porque todo pasa por la voz, la forma en que se articula la voz y coloca al cuerpo de la intérprete.

Si bien en el mediometraje de Victoria Martinez confluyen otras imágenes, (fotos de la actriz con diferentes vestuarios y en épocas distintas) que inciden en la continuidad del relato aligerando los tiempos muertos del casting, e incluso se comparten imágenes que por inferencia se supone la de las actrices haciendo la audición.
Por ejemplo en una se ve a una locutora sexy e irreverente, en otra se ve en una esa sesión casi intimista donde Victoria Martinez recorre desde su voz una galería de personajes conocidos de la farándula actoral, en todos ellas se puede vislumbrar la capacidad auditiva de la actriz para condensar y exponer los diversos acentos de sus personajes, como también las posibilidades actorales, como ese trágico monólogo de "Los Miserables, esa  chirriantes exposición de la locutora sexy o la sutileza de la actriz Victoria Martinez en la comodidad de su casa siendo el recipiente, el medium para que otras voces muy distinta a ella la invadan sin solemnidades rituales ni padecimientos trágicos.

Se sabe que Peter Sellers comenzó a ser conocido en Gran Bretaña a través de una comedia radiofónica de la BBC llamada The Good Show, donde se escuchaba toda su capacidad virtuosa porque era capaz de hablar con acentos muy disimiles (franceses, indios, americanos, alemanes, británicos y muchos acentos regionales). También se sabe que en diferentes reportajes cuando ya era una estrella de la comedia indiscutida, deslizaba que no tenía una identidad por fuera de los personajes que había interpretado.
En un pasaje del film Peter Sellers es entrevistado donde el periodista cae presa del juego de máscaras de su entrevistado.

-Peter ¿cómo puedes vivir dentro de tu personaje con tanto éxito?
-Verás, yo no tengo una personalidad propia en realidad. Antes había un Yo detrás de la máscara pero lo extirparon con cirugía.
No sé, sino tuviera un personaje como el de Clouseu (el torpe inspector de su film más famoso Pantera Rosa). No sé, quién sería. Quizás sería tú.
Pero si yo fueras tú, ¡quién serías tú?.

Un director que trabajó con suficiente suspicacia observó de él: "Peter tenía la capacidad de identificarse completamente con otra persona, y adentrarse en ella física, mental y emocionalmente. ¿De dónde le venía eso? No tengo nin idea. ¿Es una maldición? Suele serlo. Creo que en este oficio no basta con tener talento. Necesitas tener talento para gestionar el talento. Y creo que Peter, no lo tenía".

No se sabe exactamente a qué se refiere Peter Hall pero se puede suponer, que el comediante británico llamado Peter Sellers creía que a fuerza de su propia prepotencia creativa tenía todo el derecho a ser Peter Sellers en una industria que hace de la realidad una fantasmagoría, lo que el film comparte con fina ironía es que Peter Sellers en algún momento del camino parece haberse olvidado de que era un ser de carne y hueso, con aciertos, errores, desencantos y enamoramientos, y como todo el mundo un ser falible a su personalidad: había herido y fue herido en ese largo trayecto por llegar a ser "él mismo".
No voy a contar el final de una película muy recomendable para entender los entretelones de una personalidad facetada, estriada por los puntos de fuga de la múltiple pulsión de su personalidad.

Un mismo fotograma asedia constantemente el mediometraje de Victoria Martinez, como una suerte de obstinato en un sentido musical, el fotograma de Persona, la enigmática película sobre la identidad de Igmar Bergman atraviesa toda la experiencia de "La espera de lo real" en ese guiño para cinéfilos, la directora deja una señal, una perspectiva posible para entender a esta experiencia narrativa. Hay que recordar que la etimología de la palabra persona proviene del latín que significa "la mascara del actor".
En un determinado momento la mujer que hace casting le hace una devolución a una actriz problemática llamada Victoria donde le dice -volvé a vos- , la actriz que recibe estas palabras consternada y en un acto desesperado enuncia sus virtudes apenas disimulando su interperie afectiva, otra actriz llorando también por no haber quedado tajante e incomprendida  dice
"No puede ser hice bien todos los personajes, estaba actuando, era yo".

Esta experiencia estética que nos propone Victoria Martinez como directora, guionista e intérprete es una propuesta cruel en su rigurosidad formal, no titubea en su hacer, va a hasta el fondo de lo que los medios a su disposición  -una cámara de celular, otras filmaciones, fotos, como el fotograma de la película de Bergman- le permiten reflexionar sobre los materiales y sobre la propia condición actoral, todo esto sin abusar de esa misma crueldad para recargar las tintas, como espectadores uno siente la soledad de esas actrices y esa misma vergüenza ajena que el film sobre Peter Sellers también detenta, sobre todo cuando los personajes derrapan su patetismo buscando ser aceptados de alguna manera u otra.
El final de "La espera de lo real" nos dejara sumidos en el interrogante sobre quién es Victoria Martinez, que nos deja una carta de presentación que se ríe despiadadamente de sus propios alcances, posibilidades, limitaciones y con rigor de su propio ecosistema de trabajo, (la castinera, el cine, la televisión) donde prima la apariencia y el parecer, antes que ser simplemente.

Tanto "Solo llámame Peter" como "La espera de lo real" son puestas en abismo que no buscan desentrañar la verdad de la ficción, sino que en su práctica buscan sostener y reproducir  lo que hace y transfigura al artificio para que se convierta en algo real, como también discernir el momento en que lo real se acartona, codifica, pierde espesor para ser más una idea que un hecho vivo.
Actuar es una acción y un pensamiento paradójico porque no se trata de decir la verdad, sino de la puesta en escena para que la verdad pueda aparecer no como una decantanción de lo real sino por la propia veridicción del cuerpo y la voz, que se presta como medium, e intérprete para que la emoción estética aparezca con toda su carnadura.

Estas dos experiencias estéticas aventuran y confirman lo mismo: actuar es la más obvia y más antigua estrategia de supervivencia frente a un mundo hostil, en los dos films no se juzga tanto a los personajes como a la industria que los moldea, condiciona, y reproduce,  también al tiempo se calibra la capacidad de aguantar la densidad de lo real en subjetividades -al parecer- preparadas para soportar el peso de la ficción en su momento más verdadero. A fin de cuentas -tanto para Victoria Martinez como para Peter Sellers, actuar es la paradoja de toda existencia porque la vida misma también, es la ilusión de la materia.


1- Victoria Martinez cuenta con un canal en youtube donde pueden ver su mediometraje entre otras cosas que la artista va subiendo. https://www.youtube.com/watch?v=S_u8QiR_lKw&t=1241s

2- Este es el trailer sobre el Film "The Life and Death of Peter Sellers" https://www.youtube.com/watch?v=m9pBWtZHV1o

3- El trabajo del actor australiano es extraordinario, en este video se puede ver toda la potencia de la mímesis y recreación de su actuación. https://www.youtube.com/watch?v=WOPo1lZsLio