viernes, 15 de noviembre de 2013

Ensayo sobre la intimidad


                Qué pasaría, si realmente pudiéramos acceder a la intimidad del otro, qué pasaría, si pudiéramos compartir esta intimidad, pero desde una relación interpersonal, no mediada por una relación directa, qué significaría realmente, ser el espectador de esta intimidad, que parece no estar atenta a nuestra reacciones, pero si pendiente de nuestra presencia de una manera muy sutil. Qué sucede cuando esta intimidad roza la nuestra, pero nada tiene que ver con nuestra vida, pero no podemos dejar de participar, siendo el espectador de una sensibilidad puertas adentro, contemplando lo que quizás otros necesariamente no ven, aunque hay que poner en duda a la palabra "ver" porque en realidad asistimos, a la experiencia de la intimidad donde lo que se ve, no importa tanto como lo que se siente.

Algunas de estas preguntas, y otras tantas, despierta la obra creada en conjunto, entre la directora Viviana Iasparra, Verónica Jordán, la intérprete e Ignacio Iasparra hermano de la directora y  fotógrafo, que a su vez es el director del video, que a lo largo de la obra comparte protagonismo, aunque no se trata del viejo truco de querer explicar, ilustrar o contener, lo que sucede dentro de un marco posible al sumar el recurso audiovisual, sino que este corre paralelo a lo que sucede, y este sería uno de los desafíos en esta nueva aventura difícil de asir dentro de un género específico, porque no se trata de quedarnos cómodos, con alguna etiqueta que nos informe sobre lo que estamos viendo, de que si es danza-teatro, danza y video, video-danza sino de preguntarnos si esto alcanza, para explicar la naturaleza de este evento performático, donde es cierto participa la danza, el video, e incluso el teatro y la literatura, pero todos ellos llevados hacia un lugar donde se vuelven levemente irreconocibles.

No se trata de ninguna fusión, sino de cómo conviven estas diferentes disciplinas dentro del espacio escénico, de cómo coexisten de manera paralela a lo que se narra, si es posible hablar de narración cuando la misma naturaleza de la obra se resiste a hacerlo, a brindar información que al público lo ubique de una una manera menos ingrata frente al hecho escénico, esto es lo realmente interesante porque todas las referencias que se dejan ver son concretas: una mujer vestida con cierta elegancia, parada casi en el proscenio del espacio pero ubicada a la derecha del espectador en un espacio más profundo que ancho, en la zona izquierda del espacio justo en la pared del fondo se proyecta, la imagen esta levemente descentrada y alcanza a rozar una gran puerta de madera que esta ubicada en el lado derecho de esa pared de fondo, justo en la misma línea que la intérprete que esta parada tres cuartos al público.

En esas decisiones estéticas con respecto al espacio esta concentrada su economía visual, que no necesita mucho más para crear un mundo, para darnos la sensación continua de que el espesor de la vida se nos escapa, una mujer viene de no se sabe dónde a encerrarse frente a nosotros a vivir en su sentido más múltiple y deforme, la vida chorrea de sus dedos y va empapando al espacio hasta transformarlo no en su espacio subjetivo donde se nos aclare lo que le sucede como personaje, sino que lo modifica de una manera muy sutil hasta transformarlo en toda su intimidad, el espacio es su cuerpo y como tal lo mueve y esto es lo realmente curioso porque lo mueve sin desplazarse siquiera, sus movimientos están condensados en la zona superior de su cuerpo es decir: torso, brazos y cabeza. Ella en los siguientes cuarenta minutos que dura la experiencia se disuelve en su propia interioridad para devenir en pura superficie.

Mi río es algo con plumas es una obra que apuesta a la superficie de las cosas, aunque estas nunca se ven del todo porque su mirada no busca la totalidad sino más bien se demora en su piel, la obra no busca un desarrollo conceptual ni narrativo, sino que su intensión parecería la de lograr ser un organismo vivo que al contacto con el aire, el espacio, nuestras miradas e imaginación va sintiendo un cambio, una modificación imperceptible que altera la percepción de lo que se ve y de lo que se deja ver. Mi río es algo con plumas es una obra femenina, pero no feminista porque nada se afirma, ni hay una postura que tomar con respecto al mundo ni existe ninguna reivindicación en su forma ni contenido, es femenina por su vulnerabilidad, por su deliverada dispersión, por esa inmediata relación con la fragilidad no como signo de debilidad sino como fortaleza de un cuerpo que sabe del vértigo de sus límites, es femenina por su humor y erotismo ambos llevado a un grado de sutileza que puede pasar inadvertido porque este registro es íntimo, casi secreto, casi mudo pero al mismo tiempo tiene una superficialidad, una ligereza que lo alejan de un contenido grave o profundo.

La mayor parte del tiempo la intérprete se encuentra con los ojos cerrados, cuando los abre en pocas ocasiones no parece mirar nada, su estado parece indicarnos que se encuentra en una suerte de trance suspendida entre los límites de la ensoñación y el sonambulismo, pero son momentos en donde el discurso coreográfico se detiene por unos contados segundos para volver a seguir su camino de pura deriva sensorial.
No podemos hablar de personaje en su sentido habitual, aunque todos vemos claramente a una mujer de alrededor de treinta años, austera en su manera de vestir pero elegante en su decisión, conviviendo con sus bellas facciones que recuerdan la dureza de una piedra tallada con precisión y delicadeza, al mismo tiempo que su imponente presencia física que parece siempre a punto de resquebrajarse pero no...es claramente un estado que consume nuestra mirada en una temporalidad que lentamente nos va separando de nuestro cotidiano, aunque sin la ambición de que perdamos la conciencia porque a fin de cuenta somos espectadores tratando de leer lo que sucede en frente de nosotros.

Es difícil de escribir sobre esta experiencia estética, traerla del recuerdo a las palabras que la evoquen porque es una experiencia que no tiene memoria sobre si misma, porque su naturaleza es fugarse en el tiempo, entonces mis palabras pecan de subjetivas porque lo que intento narrar es hasta cierto punto inventado, una creación del recuerdo en función de la sensación de incertidumbre sobre el hecho estético.
Pero aún así puedo arriesgarme y decir que la primera parte de la obra reclamaba una calma en la percepción, los movimientos de la intérprete con su centro corporal corrido hacia la zona del plexo, continuamente daba la sensación de estar flotando en ese río con algo de plumas y de aire que se escurría entre sus dedos, su rostro en esa primera parte denotaba la sensación de una placidez ambigua, sus brazos trazaban recorridos que envolvían su cuerpo por momento abusando de nuestra paciencia en una lentitud exasperante pero con el correr de los minutos se hacía palpable que el tiempo realmente era más un trabajo sobre el espacio que una experiencia abstracta, uno realmente veía los efectos del tiempo desplegándose en ese cuerpo.

En este aspecto se puede decir que la obra no apela a la construcción de un mundo cerrado sobre sí mismo, sino que este mundo aparece gracias a la temporalidad que se va hilvanando a través de la intérprete conviviendo con las proyecciones que hay que decirlo nunca se tocan porque son dos líneas paralelas, que producen roces, chisporroteos que desafían sus propios límites formales pero nunca se llegan a cruzar, y este es uno de sus logros al mantener este estado de  latencia entre lo que podría ser pero no...
Las imágenes proyectadas son bellas sugerentes y por momentos terriblemente banales, la lógica que despliega es puramente visual no hay nada allí que nos explicite lo que sucede, sino que al contrario enturbia las aguas de este río sugiriendo más que un fuera de campo cinematográfico, un dentro del campo que busca visibilizar lo inasible para dejarnos sin palabras porque todo sucede frente a nosotros de la manera más transparente posible.

Entonces tratando de ser un poco más preciso puedo decir que más que un mundo se comparte un ambiente un clima, que evoca a un mundo mucho más espeso y misterioso pero no por esotérico sino porque escapa al mundo de la experiencia en su sentido literal. El público asiste a la función de una vida vivida con intensidad que rodea su abismo para desplegar estrategias que hablen de eso sin hablar, por eso se comparten momentos de una risible superficialidad, casi como si viéramos a una mujer vestida de fiesta que no aguanta a sus invitados y se encierra en su burbuja de cristal a hacer catarsis. Pero como todo se escapa esto no es más que un momento entra tantos otros, como cuando chista varias veces rompiendo el velo que nos envuelve con esta suerte de hechizo de tiempo, recordándonos nuestra naturaleza de espectadores porque el chistido es un llamado de atención para que justamente la atención no se diluya en ninguna excusa sublime o sobrenatural.

Asi como el chistido nos devuelve una imagen cotidiana hay momentos donde este estado llega a tal nivel de intensidad que se necesita la descarga entonces la obra se tienta a gritar desaforadamente pero vemos la boca abierta de la interprete descerrajando un grito sin sonido, que nos pone sobre aviso de una manera muy soterrada porque nada es lo que parece no porque exista un doble fondo sino porque todo esta expuesto frente a nosotros en un primerísimo primer plano que hace que las cosas pierdan sus bordes, que el foco se nuble, que la percepción se interrogue y observe su propia interrogación porque este es el precio que pagamos para acceder a una intimidad que tiene sus luces y sus puntos ciegos como el que termina devorando a la intérprete hacia el final de esta experiencia. En este punto la obra es irreductible hasta consigo misma no se puede acceder a la intimidad de otro sin rasparse consigo mismo, porque como decía un filósofo bastante harto de sí mismo "No existen hechos, tan solo interpretaciones".



A la salida nos entregaron un texto extraído de la novela "Las Olas" de Virginia Woolf  que revuelve aún más alas aguas, es un monólogo, es una mujer la que habla, escuchamos la respiración de su voz expresando sus deseos, sus gustos, su inconformidad y un momento que considero exquisito cuando dice "Corrí violentamente hasta llegar hasta mi último límite. Ahora me vuelvo gris ahora me vuelvo flaca, ahora miro mi cuerpo y grito recordando mi nariz (...) ahora me voy a caminar como si me hubiera propuesto algo".


Ficha técnica:

Mi río es algo con plumas
                   Danza-video

Un diálogo entre imágenes

Una creación de: Viviana Iasparra, Verónica Jordán y Nacho Iasparra
Viviana Iasparra Dirección  Lisandro Benitez: asistente
Verónica Jordán: Intérprete  Nacho Iasparra: Video  Gabriel Paiuk: Sonido
Una producción de Veri Nacho en co-producción con el Espacio Lem

Este es el trailer de la obra http://www.youtube.com/watch?v=pXPdUJ3xEmE

Como toda obra esta tuvo sus diferente procesos, esta es una muestra de la propuesta pensada para video http://vimeo.com/67581374

Todas las fotos reproducidas son de Nacho Iasparra













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