Dentro de todas las disciplinas artísticas quizás no haya una que este más vinculada al ideal de belleza y clasicismo que la danza, no porque el impulso de las vanguardias en el universo del arte no la haya golpeado en su más íntimo fuero interno sino por su implícita idiosincrasia cortesana, hay que recordar que se comenzó a profesionalizar bajo el reinado de Louis XIV pagando un costo bastante alto porque se puso severamente al servicio de una idea de la representación debidamente codificada en la pantomima y en la literatura. Con esto no quiero decir que el cuerpo del bailarín no haya importado en la academizacion del ballet, sino que todo el arduo entrenamiento para llegar a ser en un bailarín clásico esta fuertemente controlado por este ideal de la representación que es ajeno a la contingencia del cuerpo humano, en este punto hay mucha tela para cortar que no es el propósito de esta nota, pero me interesa quedarme con el imaginario que despierta la danza en la sociedad, más aún en este nuevo milenio donde la danza ya hace tiempo ha dejado de ser un espectáculo de la corte, ha perdido el mundo que lo comprendía como un fenómeno estético propio y se ha trasformado en una pieza histórica.
En nuestro mundo de celebridades fugaces y chillonas un fenómeno como el de Hernán Piquin en el programa Show Macht de Marcelo Tinelli, contextualiza la figura del bailarín clásico en un nuevo escenario donde los gestos y los códigos propios de la disciplina rozan la caricatura de lo bello y lo sublime y solo la calidad del interprete salva las diversas coreografías a la cual se somete para el concurso "Bailando por un sueño", (del cual resulto ganador en dos ocasiones) del ridículo. Más allá de la pompa, el glamour, los chimentos y la fama que el programa articula en su propia naturaleza, el gesto de Piquin tiene cierta carga política que obliga a la disciplina clásica a mirar por fuera de sus escenarios, para criticar, aprobar o deplorar el llamado de uno de sus hijos dilectos después de Julio Bocca. Con esto quiero decir que la danza clásica para poder sobrevivir a lo largo de los siglos utilizó la política del avestruz frente a los embates del mundo, metió su cabeza en su propio agujero pagando así el precio del aislamiento y de la acrítica celebración de la belleza.
De manera muy particular la obra de danza contemporánea Eir de Marina Sarmiento aborda esta problemática de manera lateral en el desarrollo estético que propone su trabajo donde el cuerpo del intérprete es sometido a recibir la carga el peso de la historia de la disciplina, no de cualquier manera sino invocando abiertamente a la olvidada figura de la bailarina, coreógrafa y directora de teatro Iris Scaccheri. Antes de seguir hay que aclarar al lector profano que la danza llamada contemporánea es una estética de movimiento que surge en oposición al estricto corsé de las formas clásicas, buscando un patrón de movimiento más liberado, menos preocupado por las convenciones y los códigos, el concepto en sí es bastante difuso y orgánico porque en su origen, en su soterrada ruptura se produce la diáspora de los discursos en la disciplina fragmentándose la manera de entender y hacer danza en occidente en el siglo XX.
En este rincón del mundo la danza no escapa a esta particularidades, ni a sus propias contingencias históricas pero en esa relación con la sociedad, (en este caso la nuestra) la danza nunca gozo de un discurso que se preciara popular, salvo la danza clásica con sus figuras reputadas y el tímido acercamiento a otros contextos como el caso de Julio Bocca que siempre buscó acercarse a otros géneros desde la disciplina clásica maridando rock o tango en espectáculos que buscaban salir a encontrar otro público, gesto que indudablemente hereda Piquin en el programa de Tinelli y en este punto no hay discusión con este gesto que posee cierta carga política y también oportunista en el sentido de que busca su oportunidad en otros públicos posibles, porque en el fondo la búsqueda es el reconocimiento popular: sean jóvenes, viejos, ricos o pobres, educados o analfabetos, la intención es siempre la misma, sentir a la gente próxima a los deseos de espectacularidad.
La obra de Marina Sarmiento si bien no comparte las mismas aspiraciones en algo coincide y es en confrontar una demanda de visibilidad social con la danza, esta demanda no pasa por el exitismo que es una de sus consecuencias sino sobretodo tiene que ver con la validación de un discurso que no pasa por el logos sino por el cuerpo y en esa línea de tensión que emparenta a la disciplina con la poesía se juega una poética que en los mejores casos hace del cuerpo en movimiento un discurso poderoso.
Según nos informa el programa de mano "Eir es un proyecto encargado por el Teatro Argentino de La Plata - Centro de Experimentación y Creación." El punto de partida del proyecto fue Iris Scaccheri que curiosamente en el programa de mano aparece como artista, no porque no lo sea, (no me interesa discutir esto) sino simplemente señalar que no se habla de bailarina o de coreógrafa sino de artista, es importante esta diferencia porque en esa elección de la mirada sobre el pasado de Iris Scaccheri se encuentra la problemática que la obra quiere condensar. Siguiendo con la información del programa nos enteramos que ella tuvo "...gran trascendencia en nuestro país e internacionalmente en la década del 60 y 70 (...) trabajo con figuras de la danza como Doris Hoyer, discípula de Mary Wigman. Debuto en el Di Tella y ha recibido importante premios e inspirado a artistas plásticos (...) Antonio Berni, Nicolas García Uriburu, entre otros. También fue esculpida por Antonio Pujía , fotografíada con Sara Facio y Susana Thénon".
También el programa recoge el testimonio de la reconocida actríz Cristina Banegas que nos dice: "fue alguien completamente fuera de lo establecido, de las modas, de las formas, siempre había algo que te descolocaba, que te conmovía." Finalmente la directora Marina Sarmiento completa el programa compartiendo la siguiente reflexión "Eir dialoga desde el movimiento con el cruce de lenguajes. La investigación se basó en preguntarnos por la voz de Iris Scaccheri como ícono. Lo que dejo visible o flotando. Así la pregunta inicial fue cómo traer o recuperar la intensidad de su presencia (...) y con ello cómo se relaciona las prácticas artísticas con su propio legado histórico (...) Pues si tomamos que Iris fue un puente entre lo pasado y los y lo por venir ¿Qué vino después de ella?, y ahora, ¿en qué momento estamos?, cómo dialogamos los jóvenes creadores con el paso del tiempo, las obras y las figuras icónicas del arte?"
Hay un pasaje particularmente acorde a la apuesta de Marina Sarmiento en su obra, este pasaje forma parte del libro Tesis de la Filosofía de la Historia de Walter Benjamin que dice en su capitulo IV "Articular históricamente el pasado no significa conocerlo como verdaderamente ha sido sino adueñarse de un recuerdo tal como este relampaguea en un instante de peligro". Eir bordea ese instante de peligro en su apuesta formal pero se preocupa más por encontrar una esencia que hable de Iris Scaccheri y por consecuencia de su época que en volver a descubrir los mismos planteamientos estéticos que la artista le propuso a su tiempo, no se trata de un error sino de modos de encarar el proceso de creación, por eso es importante ese precio que la obra paga para poder hablar de esta artista en relación a la historia y a su legado, porque en ese precio esta cifrado el esfuerzo de una voluntad que solo llega hasta la superficie de lo que enuncia porque le importa más la literalidad del nombre Iris Scaccheri que su efecto en el discurso de la danza como hecho estético y político.
Pero no quiero sacar conclusiones apresuradas, hablar de una obra es siempre hablar de una ausencia de algo que ha sucedido y quizás no deje de suceder en la medida que los efectos de la misma prosigan su labor en los intersticios del pensamientos y la percepción. Por eso me quiero detener en los efectos que tuvo en mí, en el diálogo y la discusión que la obra propuso desde la forma y de esa suerte de puesta en abismo sobre la ausencia de Iris Scaccheri en la danza actual.
La obra comienza antes de que los espectadores entren, en el momento en que nos ubicábamos en los asientos del teatro, la interprete: Lucía Savloff presentaba su larga y estilizada figura de espalda enfrentada a un gran lienzo al parecer de papel donde ella paciente dibujaba líneas curvas, rectas, figuras humanas que se mezclaban en la intensidad de un trazo cada vez apretado, el tiempo se dilataba en cada recorrido y la interprete comenzaba a recibir acuso de lo que su mano dibujaba, en la otra que tenía una actitud alerta casi como si fuera su rostro interpelando el campo de acción de nuestras curiosas miradas.
En el impasible recorrido que la intérprete elaboraba sobre el lienzo, en la tersura de su trazo estaba condensado a la manera de un teatro de sombras, momentos de intensidad del nombre evocado, como si fueran fantasmales postales de un pasado borroso que solamente adquieren una claridad dudosa cuando este nombre se literaliza con fuerza y decisión en el cuerpo de la intérprete, que ya es una extensión de ese grafito que lentamente la va vaciando de su contenido personal para convivir en la media hora que queda con Iris Scaccheri con su nombre con lo que evoca e invoca, con las zonas de intensidad de un trazo que parece perdido en el tiempo de nuestra danza.
Si la coreografía es el discurso del director sobre el espacio, cómo llamar a esta suerte de ventriloquia formal donde se notaba el esfuerzo para que el pasado hable en el cuerpo de la interprete con los destellos de Iris, llevando cada figura icónica de su danza a una suerte de rispidez, sequedad y exasperación formal, había algo que incomodaba que constantemente obligaba a tomar distancia no para ver mejor sino para sentir el peso de la experiencia. Pero esto nunca llegaba a suceder del todo porque la obra sucedía en el pasado no había un presente de la interpretación aún a pesar de determinados momentos de rabiosa intensidad todo sucedía desfasado de mi tiempo de espectador, porque sin lugar a dudas el derrotero de la obra nunca salió de ese teatro de sombras.
Uno de los principales peligros a la hora de evocar es que uno llama a un fantasma y los fantasmas no tienen cuerpo, no tienen gravedad, no tienen peso, solo el recuerdo de lo que fueron los diferencia y singulariza en las fuerzas en tensión dentro del espacio, los mejores momentos de la obra fueron cuando se dejaba de preocupar por llamar, de señalar esa ausencia y en esos momentos era donde más se sentía la presencia de la artista platense Iris Scaccheri, es decir esa voluntad indomable, desfachatada, feliz, dividida entre la educación formal y el pulso de la vida en el movimiento.
Eir es una obra vestida de forma, a tal punto esta vestida que la interprete Lucía Savloff en gran parte de su performance está desnuda, pero este hecho no tiene que ver con un clima de mayor intimidad o descarnamiento sino con una mayor abstracción de las formas, aún a pesar de ver en su cuerpo las marcas de la obra ya sea en la situaciones donde se apretaba la piel o se mezclaba con la tinta del grafito, nunca su actuación generó pudor sino más bien el lienzo del comienzo siguió marcando las intensidades en su piel.
Un momento que considero innecesario en Eir es casi sobre el final. cuando la intérprete descubre el gran vestido rojo que se encuentra en el piso sacando dentro de el un libro de fotos donde se la ve a Iris en sus diferentes encarnaciones performáticas subrayando algunas de las figuras que la intérprete ya había transitado pero en lugar de profundizar lo que se había desarrollado lo achata, lo empobrece, lo reduce a un solo significado porque ya estaba más que claro el destino manifiesto de la obra, porque ya se nos había explicado en su gacetilla de prensa como en la información del programa a que iba la obra y cuáles eran sus objetivos por eso me parece fallido ese intento final de la obra al buscar una certeza o constatación en esta reflexión visual que la intérprete comparte con el público mostrando de a una cada foto Iris Scaccheri en su momento de esplendor.
Después de esto la intérprete se calza el gran vestido rojo y como si fuera los motivos de un antiguo friso se dedica a reproducir los momentos Scaccheri ya sin esfuerzo ni reparo como si estuviera ensayando esa particular firma en el espacio que eran las formas con la que Iris jugaba a los largo de su carrera y que están poderosamente fechados a una época donde la danza parecía relacionarse de manera fluida con otras disciplinas artísticas que tenían en su germen la ruptura de las fronteras entre sí y estaban más interesados en vivir experiencias de la mano del arte que el arte mismo.
Por eso me parece que la obra solo puede llegar hasta la superficie de ese fenómeno llamado Iris, porque en su afán de interrogar el presente reivindicando una figura del pasado de la danza en Argentina, la obra solo consigue enunciar su intensidad en el contexto actual literalizando no su experiencia ni sus patrones estéticos sino reproduciendo solo lo visible de estas fuerza en tensión que podríamos llamar Iris Scaccheri.
Por supuesto no se le puede acusar a la obra a no cumplir lo que promete porque ya la misma directora lo había explicitado en el programa "La investigación se basó en preguntarnos por la voz de Iris Scaccheri como ícono" desde ese lugar es totalmente entendible que la apuesta haya sido puesto más en lo que se ve que en lo que se mueve, más en la superficie que en la profundidad, más en el pasado que en el presente por eso la obra no puede interrogar nuestra actualidad porque el esfuerzo y el afán investigativo tanto de la intérprete como de la directora quedaron atrapados en ese vórtice del tiempo queriendo mostrar y demostrar lo que significo para la danza de nuestro país su figura, por eso Eir este claro y explicitado homenaje a la gran bailarina platense es un acontecimiento que sin duda sucede en el pasado.
La obra de Marina Sarmiento se presento dentro del Ciclo El Cultural Baila que continua hasta diciembre con seminarios, charlas y obras del grupo Krapp, Diana Szeimblum, Pablo Rotemberg, buscando generar un espacio de reflexión sobre la disciplina frente a la problemática actual ante la falta políticas culturales que apoyen a la danza, y la total indiferencia del Ministerio de Cultura hacia la danza dentro de la programación del Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA). Que según un diario local, Darío Loperfido el director artístico del festival se excuso diciendo que se incluyeron pocas obras porque se recibieron pocas en la convocatoria, lo cual demuestra que la danza dentro de los discursos artísticos sigue siendo un discurso marginal que lo coloca en el mapa cultural casi como el idiota de familia.
Ficha técnica
Intérprte: Lucía Savloff
Dibujo y coreografía: Marina Sarmiento y Lucía Savloff
Diseño del espacio e iluminación: Matías Sendón
Colaboración artística: Lucía Fernandez Moujan
Asistencia general: Micaela Moreno
Puesta en escena y dirección general: Marina Sarmiento
Este es el trailer del año 2012, que según las imágenes es bastante distinta a la obra que viví el pasado jueves 5 de Septiembre http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=mOxepxowlc0#t=3
Aca pueden leer la información del festival y su propósito y la problemática que tiene en una encrucijada a la danza local http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/13-29795-2013-09-05.html
No hay casi registro de Iris Scaccheri este es un compilado de sus grandes momentos: http://www.youtube.com/watch?v=aBpjdQoF9bg
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