sábado, 17 de noviembre de 2018

Omar Pacheco y el fin de la inocencia

               

                 La noticia me tomo por sorpresa, veía las imágenes en faceboock (1) y no llegaba a entender del todo lo que sucedía, como si el sentido y la articulación del video miraran para lugares opuestos, era un escrache, una puesta en cuestión, un dedo colectivo señalando una situación que en la medida que  los días iban pasando va cobrando mayor relevancia, y lo es más aún con el hecho maldito de que Omar Pacheco se suicido días después de lo acontecido (2). A partir de ahí una catarata de testimonios inundaron las redes, lo del abuso sexual por el cual se movilizaron estas mujeres (alumnas, actrices) era tan solo la punta del iceberg, ya que se desnudaba más de 20 años de manipulación, sometimiento, entrega, amor e incondicionalidad hacia una idea que se presentaba como sublime, trascendental e incluso como remedio para todos los males del mundo. (3)
Pertenecer al Grupo de Teatro Libre era de alguna manera una insignia que se llevaba con orgullo, y distinción, se formaba parte de una élite, que creía haber encontrado el Santo Grial de la estética teatral.
       
   
Un excompañero del grupo que por consecuencia de lo compartido se había transformado en un amigo entrañable cuando estábamos en el GTL, fue el que me aviso de la muerte de Pacheco, la primera reacción fue sorpresa, seguida de estupor y después la amarga presunción de que el acto final del director fue su última manipulación de los hechos, irse a silencio de la manera más cobarde sin la posibilidad de ser interpelado, muestra y demuestra su culpabilidad. No había manera para él de enfrentar los hechos y más aún por la fama que lo precedía como un hombre de su tiempo: de izquierda, exiliado político, vanguardista, comprometido con la causa de los derechos humanos y las madres del dolor (como a él le gustaba decir), alguien que se jactaba de tener una vara moral muy alta y que se creía con el suficiente conocimiento, experiencia y sabiduría como para formar a sus actores dentro de una estética que hacía del control total de la experiencia su moneda de cambio para llegar a lo sublime.

Fui parte del grupo cuando no encontraban un actor dentro de su elenco para el papel que querían en escena, entre al grupo de manera lateral, por dos amigos que eran los referentes del teatro libre con lo cuales nos juntábamos a improvisar con un amigo de ellos que tocaba la flauta traversa. Al calor de esos encuentros fue como les fue ocurriendo a C. y F. que podía ser ese actor posible que andaban buscando. algo inédito para la historia del grupo es que sea aceptado para la obra en cuestión, teniendo en cuenta el celo del director con respecto a su trabajo y sobre todo porque no me había formado con él; detalle que en el tiempo en que estuve en el grupo Pacheco cada vez que tenía la oportunidad  me lo enrostraba hasta que finalmente fue la causa de mi salida, una expulsión solapada, formalmente yo me iba del grupo, era mi decisión pero off de record todo el mundo sabía que me iba porque ya no había espacio para mí en el GTL, no por mis compañeros sino por la paranoia del director que me veía como una amenaza y una posible dispersión para el elenco.

Hice dos obras en el Grupo de Teatro Libre: "La cuna vacía" por la cual fui convocado y "Del otro lado del mar", donde hice un reemplazo, creo estuve dos años o casi, años vividos con mucha intensidad dentro de un grupo de personas que tenía una devoción absoluta por el trabajo y un amor incondicional por Omar Pacheco, amor que por momentos parecía el de los relatos bíblicos del antiguo testamento, amor que continuamente se ponía a prueba, que era celosamente monitoreado por la incandescente mirada de Pacheco, que como el dios de los relatos bíblicos: era impredecible, críptico, caprichoso, iracundo, de una violencia apenas contenida por los espasmos de sus gestos cuando se lo veía enojado o en el trance de alguna emoción.

Debo decir que la primera vez que vi una obra del GTL quede profundamente impactado, ya sabía del grupo por la repercusión que habían tenido sus anteriores trabajos dentro del circuito off, también recuerdo haber visto fotos consternado de su espectáculo más renombrado "Cinco Puertas" y preguntarme cuál era la naturaleza de ese fenómeno teatral que parecía exceder su propia carnadura. De alguna manera algunas de mis preguntas encontraron su posible respuesta cuando presencie el pre-estreno de "Del otro lado del mar", (tengo un registro de mi diario sobre esa experiencia) y las otras cuestiones encontraron su límite y espesor cuando ensayaba con ellos y me sumía en la informe experiencia de una creación teatral bajo las férreas órdenes de Pacheco.

 Creo que la palabra "ensayo" se queda corta con lo que realmente implicaba trabajar con el GTL, los actores no solo estaban comprometidos con sus respectivos papeles, sino en todas las cuestiones operativas de la escenografía, cambios de vestuarios, utilería, e incluso iluminación, uno sabía cuando comenzaba el ensayo pero no cuando iba a terminar. Y todos y cada uno de los implicados tenía sus vidas, responsabilidades, trabajos, familias que atender; pero todos estaban ahí, poniendo el cuerpo y las psiquis por una idea que se les ocurría más noble y más grande que la vida misma. Lo primero que llamo mi atención cuando comenzó mi aventura con ellos, es descubrir en uno de los camerinos de su teatro, una foto grupal de antiguos camaradas donde salvo uno o dos, el resto tenía los rostros completamente tachados, mayor fue mi sorpresa cuando me di cuenta que un fantasmas se cernía sobre el teatro, un fantasmas que tenía que ver con antiguos compañeros, e incluso referentes que se habían ido de muy mala manera, hubo una pelea, un cimbronazo, que sacudió la estantería de la identidad grupal.(4)

 Nadie decía nada en concreto sobre ello, generalmente eran evasivas que se perdían en esas extenuantes horas de ensayo, no estaba mal que el grupo cuidara su privacidad, pero lo que si era raro o sospechoso es que esa foto fuera dejada a propósito, era una clara advertencia, un recordatorio a los futuros miembros, un souvenir amargo que recordaba que el peligro podía vestir ropas amigas, había que estar atento y no confundirse de bando, era claro para todos que una vez que te ibas del grupo era para siempre, y si te ibas eras porque -usando una palabra con la que se engolosinaba Pacheco- era porque habías claudicado, no eras lo suficiente fuerte para soportar la presión de tamaña exigencia estética.

Hay que ser cuidadoso cuando se dice la palabra "estética", el grupo y sobre todo Omar le daba una connotación ética muy fuerte, un imperativo que encontraba en su propia historia militante y de exiliado político la coherencia de un discurso que se pensaba lúcido y autoinmune a la contigencia política, social e incluso económica del país.
Para definir la estética de Pacheco habría que diferenciar el contenido de la forma, o en este caso el discurso de la forma, porque por más que en las obras la palabra estaba velada e incluso prohibida, había un consistente enunciado político, que en su gesto y subrayado funcionaba como un espejo que le devolvía al director la imagen que él buscaba contemplar de sí mismo: la del artista total, romántico, wagneriano, el hacedor de sueños y símbolos del inconsciente social, el demiurgo de las zonas más oscuras del alma.

A nivel formal el director apelaba a la lógica y al montaje del cine, no había un relato líneal,sino más bien fragmentario, pero siempre con un fuerte sentido de la unidad narrativa, donde se conjugaban a nivel plástico y visual un coqueteo con el imaginario romántico, cristiano y comunista: comunista por sus cuadros grupales y su épica del esfuerzo, romántico por la idea de la sublimación del horror y cristiano por su fuerte impronta hacia una estética del dolor. Lo interesante era justamente la convivencia tirante entre la contingencia histórica (los fantasmas del reciente pasado) y el discurso formal que buscaba cerrar todas las heridas de manera absoluta. Detalle del cual Pacheco parecía estar orgulloso, considerándose quizás el único artista que había llegado al fondo del asunto.

Si hay algo que valorar en sus trabajos es la entrega total de sus actores y las vivas contradicciones que sustentaban su discurso. Se pensaba de vanguardia y a nivel formal probablemente lo era, pero a nivel moral seguía regodeándose en la angelización de las víctimas y la demonización de los represores, no había matices, ni contraluces, aunque intento ir por ese camino, su idea de lo sucedido (como la de tantos otros artistas) pecaba de maniquea, buscaba bandos, pero sobre todo traidores que siguió buscando y fabricando cuando el tiempo ya era otro, como un alucinado en una tierra extraña creo que nunca comprendió a su tiempo, como una vez me dijeron unos amigos después de haber visto "La cuna vacía", -Pacheco se quedo en el dolor, no puede salir de ahi- y es cierto, el dolor le da el sentido íntimo a las cosas en un mundo que parece haber salido de quicio, el dolor para Pacheco era la vara con la que medía las cosas, el dolor era la justificación y el relato que sustentaba sus palabras, su entidad, su carisma frente a un grupo de personas huérfanas de todo que buscaban algún tipo de seguridad, certeza y remota esperanza para seguir adelante.

Pacheco no solo estafo a sus alumnos a nivel financiero, sino que también fue una estafa moral, les hizo creer que era el padre putativo que todos necesitaban para robarles sus deseos, sus intimas creencias de cambio, los vampirizo, los des-vitalizó, no en vano el relato de muchos ex integrantes comparten lugares comunes de desesperanzas e impoder. Tampoco se trata de demonizar a Omar Pacheco sino de tratar de comprender como es que durante tanto tiempo tuvo gente a su disposición, personas (algunos hijos de desaparecidos) que estaba dispuesta a dar todo y más aún por la utopía de la redención estética.

No se trata de demonizar a Omar Pacheco sino de tratar de contemplarlo en su más silenciosa e insoportable intimidad, en su rancio resentimiento, en su reprimida sexualidad que hacía uso de su lugar de poder para grotescamente frotarse con sus alumnas, comerlas literalmente como el lobo de los cuentos infantiles, ese es el principal mensaje de esta historia siniestra que hay que atender, hay que cuidarse de los lobos con piel de cordero, de los perversos (en su sentido más adyecto), que se aprovechan de la necesidad, el amor, y el deseo de las personas por un mundo mejor.

Pacheco podría haber sido un político más o un pastor religioso, pero fue un director de teatro, había mucha competencia en ese campo y se hubiera perdido en la multitud, es cierto era buen puestista, un excelente iluminador, pero era un pésimo director no tenía grandes ideas conceptuales, ni sabía como contener los procesos creativos de sus interpretes, por eso era muy hábil tejiendo alianzas con sus actores más experimentados e influyentes, que funcionaban como diques, murallas que bajaban la información a los simples mortales. Pacheco reproducía la misma retórica que Sábato: grandes palabras que a la larga no dicen nada más que el propio narcisismo de los discursos que hacen del arte la guarida para sus sucios secretitos, sus perversas verdades, su pornografía existencial. Ojo con esto no estoy diciendo que Sábato entra en la misma categoría que Pacheco sino más bien señalo que existe una línea muy pero muy finita entre el arte y el engaño, la necesidad y el ideal, y el concepto y lo real, la depravación y la ingenuidad de toda piel sensible que busca denodádamente un poco de verdad en el mundo.
       


1- El escrache esta bien documentado, uno de los ex- históricos del grupo filmó lo que sucedía esa noche en la otra orilla https://www.youtube.com/watch?v=pWmwMkOe_U0, esta es la primera parte, la segunda: https://www.youtube.com/watch?v=rChtd10TOR8
         
2- Si bien no había recibido una denuncia formal al día de su muerte, este fue el comunicado que circulo por la prensa donde quedaba expuesto su método de manipulación y sometimiento, lo curioso que un días después de su muerte nadie reclamaba su cuerpo: https://www.bigbangnews.com/actualidad/Misoginia-abuso-sexual-y-extorsion-las-denuncias-de-las-ex-alumnas-de-Omar-Pacheco-20181105-0004.html

3-Una de las históricas del grupo Carolina Ghiaglazza Sosa publico en Faceboock  "Quién creería que soy del Grupo de Teatro Libre? que trabajé 11 años con Omar Pacheco y quienes lo conocen saben lo que significa trabajar con él pero a quienes no lo conocen les digo significa: sangre, sudor y lágrimas muchas lágrimas. Significa esclavitud, humillación. Para mí (especialmente) Omar Pacheco fue un padre, huérfana de padre y madre desaparecides yo lo amé a él como si fuera mi papá, confié en él más que a todos mis otros grandes y verdaderos amores que no se cansaron de decirme que OP es un perverso, abusador y violento, yo creía en él. Cuando en el año 2000 cobramos una "reparación"  en su momento llamada indemnización por ser hijas de desaparecidos, con toda mi plata y hasta lo que no tenían otrxs diez compañeres compramos el teatro la otra orilla, en la calle Urquiza 122/124 de CABA, di todo todo todo en ese momento y de corazón lo di y no me arrepiento, hasta que me quise ir. Cuando alguien deja de trabajar con él, se va con el nombre de traidor y si es mujer traidora, puta y todos tus secretos revelados, hay que tener mucho coraje para irse de la otra orilla...
Cuando deje el teatro todavía vivía en la casa de a lado pues forma parte de la misma propiedad que nunca subdividimos y que compramos a nombre del TLOO (Teatro la otra orilla), Omar me mandó una carta documento que decía que yo mentía diciendo que lo había comprado y que le debía 10 años de alquiler por el usufructo de la casa. No lo podía creer. Lo leía y no podía creer, lo llame y nos encontramos en un bar para que me diga en la cara lo que decía la carta documento y me negó en la cara y aunque lo insulté lo maldije y le tuve que hacer demandas durante dos años para recuperar algo del dinero, que supongo habrá puesto una nueva víctima, no lo odie nunca. Pero hoy me entero que además de sus alumnas, algunas menores de edad y se me eriza la piel de verme ahí. Gracias a la valentía de un grupo de jóvenes mayoría mujeres que trabajaban para él (como tantes lo hicimos) hacemos este escrache por sus alumnes actuales y espectadores. Para que nadie más sea abusade por Omar Pacheco, les pido que recuerdes que es un estafador perverso y abusador.
Mi nombre es Carolina Ghigliazza.


4-Darío Dolci al cuál no conocí, pero que fue uno de los fundadores del grupo y una mala palabra cuando salio de el, también hizo su descargo 
ESCRACHE PÚBLICO POR ABUSO AL DIRECTOR TEATRAL OMAR PACHECO - Mi testimonio (1982/2004)
La estafa de la técnica teatral, o el arte de repetirse desde hace 36 años, hay algo más convencional?

La técnica, la técnica Pacheco, la téc ni ca!!! Veamos que nos dice el diccionario:
"Conjunto de procedimientos o recursos que se usan en un arte, en una ciencia o en una actividad determinada, en especial cuando se adquieren por medio de su práctica y requieren habilidad."
Otra definición: "Destreza y habilidad de una persona en un arte, deporte o actividad que requiere usar estos procedimientos o recursos, que se desarrollan por el aprendizaje y la experiencia."
Nunca hubo una técnica teatral, lo siento, puede resultar doloroso para quiénes lo siguen creyendo, maravillosos compañeros, hermosas personas de distintas camadas/oleadas durante muchos años, lo que hubo fue una "técnica de la estafa", con un manipulador que está convencido de su locura, y convence, convence por un tiempo, corto, largo.
Nada más conservador que seguir haciendo siempre lo mismo. Aún hoy los actores que han depurado, emprolijado, lo digo con respeto, ví algunos videos últimos, transitan movimientos limpios, suaves, fluídos, controlados, medidos, vacíos, el contenido había sido puesto hace 20 años, ya fue.
Y fue un puñado de acciones/movimientos que no tuvieron desarrollo más que para ponerlos al servicio de la puesta de alto impacto, Omar es un "iluminador", un puestista, que se copia así mismo. obviamente las máquinas de humo son superiores ahora a las que hacían e inventaban mis compañeros/actores de otras épocas, funcionaban con glicerina.
A mi juicio, "Sueños y Ceremonias" fue la única obra que devino en obra producto de una etapa de laboratorio e investigación que duró un año, con mucho laburo diario por parte "exclusivamente" del trabajo creativo de solo dos actores que fueron buscando a tientas distintas acciones, cortas, largas, giros, saltos, desplazamientos, caídas, cortes, (nos quedaban los dedos de los pies quemados por las viejas alfombras, retazos grises y negros, llenas de pulgas del espacio donde ensayabamos).
Era la época de Eugenio Barba, recuerdan algunos? chalinas rojas, sandalias de cuero. Por lo menos Eugenio Barba tenía/tiene cierta humildad, conocimiento y límites, toma los postulados de Grotowsky, hace un nuevo enmarque teórico, anexa/incorpora técnicas de distintas disciplinas artísticas para que se nutran sus actores (teatro katakali, cantos armónicos, coacher vocales, etc) pero claro Eugenio Barba se siente seguro, incorpora, expande.
Nosotros eramos huérfanos, nadie viene porque fue y es un lugar cerrado, y si alguien viene, dura muy poco, el de afuera es un "enemigo" que hace peligrar lo "interno".
Mención aparte el trabajo de la voz. Inexistente porque la palabra estaba detenida.
Acá suceden dos cosas:
1.- En el grupo no se habla, se trabaja, y cuando se habla es de lo que quiere Omar que se hable.
No circula la palabra.
No hay intercambio, diferencia, disentir, porque "detiene el trabajo, lo dispersa, no se llega al estreno, y hay que estrenar".
2.- En el terreno de la actuación, estamos también desolados, solos, se le exige al actor que tenga una sonoridad que represente esas acciones/movimientos, solo un puñado, pero no hay una sola herramienta, ni siquiera un mínimo procedimiento básico de una higiene vocal, es decir, como cuido mi voz, para no terminar la función con afonías, voces lastimadas.
Fui uno de los pocos actores fundacionales, o el único que se animó a tomar clases con una profesional de la voz, y despues de un tiempo se lo conté a Omar, casi con culpa.
No sabíamos siquiera qué vocal es la más abierta, cuál la más cerrada, el funcionamiento de nuestro diafragma, como envolver las palabras con aire, cosas básicas, mínimas, frente a la exigencia extraordinaria que vagaba en la locura de Omar. Y Omar daba clases individuales de foniatría y técnica de la voz! Estoy seguro que los actores/actrices de ahora están tan desprotegidos y angustiados como lo estuvimos todos nosotros.
Pero para qué necesita la voz, si la palabra está detenida. En el trabajo cotidiano porque a Omar no le conviene que circule la palabra. Y en las obras porque el actor/actriz "no llega" a esa instancia sublime, no está a la altura.
Bueno sí, algunas palabras había, digamos todo:
"Carga horaria": más horas para ensayo u otros trabajos como trámites administrativos, bancarios, limpieza del teatro, prensa, arreglos/reparaciones del teatro, eventos para recaudar dinero, etc, etc, etc.
"Limpieza": baños, oficinas, la oficina de Omar, que no entre nadie, limpita, lo hacian casi siempre las mujeres.
"Turnos": cubrir desde las 9 hs de la mañana hasta las 18 hs, en los días de función la atención telefónica, antes le decíamos EL TELÉFONO, para las reservas de entradas. Omar siempre llamaba en distintos horarios para ver si estaba cubierto el turno.
"El Afuera": El enemigo, el otro, el que distrae, el que hace peligrar el proyecto. Eran los vínculos personales, familia, parejas, amigos.
"Incondicional": Yo, el pelado, era un incondicional, tiempo después, me di cuenta de lo que eso significaba y significa "incondicional", estar atados de pies y manos, como cuando alguien es derrotado y se le pide "rendición incondicional". Uno no es incondicional de un amigo, porque la amistad, el amor pone condiciones. En terapia, me preguntan, como te suenan limpieza, turnos, carga horaria, incondicional, trabajo? Me suena a hospital, a regimiento.
Hace 15 años me fui, pude lamerme las heridas, estuve 20 años. Me ayudaron, busqué ayuda, mi maravillosa y hermosa compañera, mi hijo Gino, me reencontré con ex-compañeros de distintas oleadas/camadas.
Soy Darío Dolci, el pelado del GTL, ex-integrante. Portador sano, ojo. Ya no sos Omar, sos PACHECO.

jueves, 27 de septiembre de 2018

Entre la música y la sangre


Segunda parte


              El escenario político que nos toca asistir y padecer como ciudadanos no es el mejor, de hecho es el peor en mucho tiempo, uno de los tantos lugares comunes del inconsciente político es que vivimos una nueva década del 90, época que desembocó de manera inevitable en el horror económico, político y cultural del nuevo milenio con los ya conocidos y tristemente célebres sucesos de diciembre de 2001.
              Cuando la necesidad muestra su peor cara y la pobreza se vuelve obcena y humillante es fácil dejarse llevar por los fantasmas de los horrores pasados, si bien es cierto que se vive un espíritu de época que comparte la desesperación y la incertidumbre no es la misma situación, como tampoco el sentir social que hace uso y abuso de las redes sociales para expresar, reírse e incluso burlarse de la clase política y dirigente de este país, así como también de ocupar la calle cada vez que busca manifestar su inconformidad e indignación.

             Pero así como la manifestación popular se volvió viral, prácticamente imparable, como casi imposible de censurar, en el campo de la música urbana como es el rock, que había dado tantos y contestatarios frutos en la década del 90 en esta nueva escena cultural parece más bien autista a los hechos políticos del país. Esta es la sensación que deja el ensayo político cultural de Oscar Blanco y Emiliano Scaricacciottoli que si bien el alcance de su análisis no llega a ocuparse de la generación post-2001 de alguna manera lo vislumbra gracias al despliegue de una lógica imparable, que muestra y demuestra lo mejor y lo peor de una mirada que se apoya en el marxismo, e incluso en el post-marxismo utilizando su arsenal, su dialéctica y cierto maniqueísmo que en sus mejores casos diagrama un cuadro de situación de manera precisa y lúcida y en sus momentos no tan brillantes caricaturiza en pocos trazos al objeto analizado para de alguna manera menospreciarlo.

               El año anterior realicé el primer acercamiento a este este libro monumental que lleva por título "Las letras de rock en la Argentina, de la caída de la dictadura a la crisis de la democracia, 1983-2001", (1) que por cierto no es un libro sobre el rock en su sentido habitual sino más bien una puesta a punto sobre su poética y lírica, primero en relación con la literatura para después calibrar sus efectos dentro del contexto social, político y cultural del país. Que un ensayo intente analizar la producción literaria en las letras de rock implica una elección polémica por la misma decisión, ya que va a tomar como modelo y correlato del marco teórico a algunas bandas y solistas y necesariamente va a omitir y mostrarse indiferente frente a otros fenómenos musicales.

              Esta elección traza una línea divisoria que va conformando (por consecuencia) un mapa del rock local, una manera de leer una historia que va marcando su tradición dejando consecuentemente un legado que se va reproduciendo con y en el tiempo. La problemática que instala el libro no solo apunta a la poética del rock como tal sino al misma convención cultural que determina "qué es literatura". El libro ataca a la institución pero no buscando una polémica ruidosa sino llamando la atención sobre un hecho cultural y estético que hace tiempo merece algo más que una explicación sociológica y política.
             Pero el problema mayor aparece justamente ante la demanda que el libro propone, porque al reclamar para sí a las letras de rock como parte de la literatura local, lo hace tan solo con la intención de seguir buscando en la poéticas tratadas una explicación política e histórica, de los pormenores tormentosos desde que la democracia se instalo nuevamente en nuestro país, es decir que la literatura que desprenden las letras de rock son más efecto y consecuencia de la Historia (con mayúsculas) que de la tradición.

            La mirada de los autores nunca se despega del marco teórico fuertemente enraizado en la idea de que hay dos tipos de elecciones estéticas: la del compromiso, la denuncia y la interpelación pública y la cortesana: que se regodea en la fama, los mimos de las multinacionales, la frivolidad del dinero y las mujeres, un rock completamente domesticado más atento a los códigos estéticos que al clamor del mundo real.

            Para los autores de este minucioso análisis la cuestión estética siempre esta subyugada por la cuestión política y el costo de esta apreciación se nota particularmente en las páginas que le dedican a Fito Páez y a Charly García. Es cierto como propone el ensayo que el neoliberalismo y la competencia de mercado impulsa a un ethos individual que se opone al espíritu colectivo de la contracultura propio de las década del ´60 y del ´70, que a su vez tiene su incidencia y efecto dentro del relato rock, tal como lo expresan los autores.

"...otra vertiente del rock se posiciona y se continua en la figura de la estrella de rock y se ata, muchas veces imaginariamente a los estilos de vida glamorosos propuestos por las revistas de moda y la política menemista de los ´90 (Soda Stereo, Charly García, Fito Páez, etc...), con lo cual incluso se produce una divergencia, por un lado, entre la figura construida y publicitada a partir de los medios masivos de comunicación y, por el otro, las letras que producen estas mismas figuras (...) cuando se tensionan, se vuelvan sobre la autoreflexión de la soledad del artistas en los tiempos de la posmodernidad, preocupado por contar su mundo íntimo y los efectos que producen sobre sí tales épocas. Las tribulaciones de una figura cortesana más o menos bien renumerada por el sistema. Es decir el artista pop".

            Este momento del texto es muy delicado porque en ella se deja ver con toda claridad el pre-jucio y pre- concepto que tienen Oscar Blanco y Emiliano Scaricaciottoli hacia el fenómeno pop y es lo que dejan sentado y subrayado a lo largo de todo el libro (405 pág), el pop es la mejor trampa que encontró el sistema para atemperar los humores más irascibles de los artistas y bandas de rock y la literalidad de esta lectura aparece en todo su esplendor con nuestro artista pop por excelencia: Charly García.

"Charly García jugó el rol de superestrella en el star system del rock local ; jugó y perdió, quedo atrapado allí. Parte del sufrimiento que insufla a sus letras implica la toma de conciencia de su posición y desesperadamente se quiere otro y se ubica en un otro (...) entonces periódicamente desafía al sistema pero esto no hace sino integrarlo más, como la rareza, la locura, el mal ejemplo del genio malogrado por el consumo de droga (...) Charly García como el Doctor Fausto del rock nacional: para no quedar atrapado en la debacle del rock nacional y continuar trascendiendo vende el alma (de artista) al diablo (multinacional de los medios y lo mediático)."

           La primera parte de este fragmento citado es contundente y no puedo dejar de estar de acuerdo con tal presunción, todos vimos a Charly en sus peores momentos librando una batalla pírrica contra sus peores demonios, y lo hemos visto morder el polvo y sangrar en más de una ocasión, y más de lo que uno querría acordarse como fan, pero de ahí a aseverar de manera muy acartonada y maquiavélica que uno de nuestros mayores e iconoclasta artistas del rock sea nuestro nuevo Fausto porque vendió su alma al mejor postor para escaparse del ocaso del rock nacional, es una idea francamente de manual, ridícula y muy poco inteligente. Ahí en esta zona, cuando los autores cargan demasiado las tintas es cuando la lectura es una caricatura que en lugar de mostrar y demostrar los defectos y señales del objeto analizado muestran los suyos, es decir caricaturizan su propia mirada y este es el mayor riesgo al tratar solamente a las letras bajo el prisma del compromiso o la frivolidad.

            No deja de ser cierto muchos de los juicios que vierten sobre Fito Páez (artista de vanguardia tardío, burgués, cronista urbano, estrella de rock, resabio hippie, etc..) pero el problema es que no solo son juicios en beneficio del análisis, sino que funcionan en la economía del texto como verdaderas sentencias que caen inevitablemente y empujan todo hacia la misma insistente lectura de los hechos: la del artista vendido, comprado e inutilizado por el sistema. Si bien se ocupan de la poética de Fito Páez que es un autor que en su cuerpo sonoro y conceptual se ha encargado de pasar otros discursos: Bukowski, Lamborghini, Homero Manzi, Discépolo, José Hernandez, Ridley Scott, por nombrar algunas referencias que el mismo músico evidencia pero para los autores esto no alcanza  para redimir su obra, por que no dejar de ser una "degradación replicante".

            Esto es lo llamativo del ensayo con su lectura en ejemplos como el de Fito Páez, que es un artista que ha demostrado tener inquietudes por fuera de la música (cine, literatura) pero para los autores no merece más que una mirada despectiva, ya que a fin de cuentas es una denuncia pequeño burguesa que no mira más allá de sus narices. Lo cual pone en evidencia que para el ensayo es más importante confirmar lo que ya se tiene pensado, buscando a lo largo de su apretada escritura cerrar las ideas antes que abrirlas a los procesos de lo desconocido e ignorado, por lo tanto la riqueza de Fito Páez y Charly García con todas sus contradicciones, gestos artísticos, poéticas viscerales y epidérmicas se achatan transformándose así en ejemplos unidireccionales sobre el estado de situación de los artistas mencionados.

           Lo que Oscar Blanco y Emiliano Scaricaciottoli olvidan, es que tanto Fito Páez como Charly García son solistas y inscriben el lugar de enunciación sobre el nombre propio, que la poética parta del "yo" no es un problema en sí, sino más bien que se habilita como lugar de percepción, proceso y relación de los datos tanto internos como externos, que hace que se desdibuje deliveradamente los límites entre lo público y lo privado, por eso la actitud estética de estos músicos se inscribe y continúa la tradición del artista pop.
           Es cierto que esta poética del yo concuerda que un espíritu de época que buscaba olvidar el ethos comunitario de la épica contracultural, pero no por eso tiene que ver necesariamente con el efecto literal del relato posmoderno, ni del capitalismo ni de la industria cultural en el mundo de la música , creo que en este terreno es donde la mirada crítica de los autores pierde consistencia, sobre todo porque han pasado de largo sobre la cuestión de los códigos estéticos del rock.

           Pero para beneficio del ensayo este marco tan rígido encuentra su punto de fuga cuando los autores se ocupan de la década del 90 y hacen de su objeto de análisis a cuatro bandas que problematizan la identidad y a sus referentes: Babasónicos, Los Brujos, El otro Yo y Illya Kuriaky and the Valderramas.

            Lo que hasta ese momento el ensayo relata es que con el arribo de la década del ´90 aparecen una contienda de grupos radicalizados desde diferentes temáticas, estéticas e imaginarios, haciendo lo que el gobierno de Menen frivolizaba, es decir politizaban toda la estructura social: denunciando el desguace del estado, las privatización del país, la obcenidad del poder y de la clases pudientes con la ficción del uno a uno, etc, advirtiendo y adelantándose a los hechos que sacudieron al país en el nuevo milenio. Estas bandas fueron Actitud María Marta (rap, hip-hop), Todos tus Muertos (punk), Los Cadillacs (ska), Hermética, (heavy metal) Bersuit Vergarabat (rock de fusión), Las manos de Filipi (rock de fusión), ´2,minutos (punk), Divididos (funk y hard rock) por nombrar algunas de las más destacadas y revulsivas.

            Las cuatros grupos mencionados párrafos atrás si bien son contemporáneos a esta doxa denuncialista y comprometida, forman parte de lo que se denominó siempre para y por comodidad del mercado como "rock alternativo", que la mirada lúcida y acertada de los autores ponen sobre aviso de una manera telegráfica y expeditiva.
"En el glosario del enciclopedismo del Rock Argentino, los ´90 se explican en una ecuación: Lollapaloza +1993-1995+ Cobain+ muerte de Cobain+ más puja por los bienes artísticos de Cobain + Festival Rock & Pop (1985)= Nuevo Rock Argentino".

           Se puede discutir muchas cosas de esta ecuación pero lo que queda fuera de este ámbito es que las modas y las tendencias siempre suceden por importación y por la sagacidad de algunos empresarios y más aún en un género tan bastardeado como lo que se denominó rock alternativo, pero lo que los autores pasan de largo es que estas bandas mencionadas dentro de esta categoría hicieron este credo estético a su modo y no necesariamente tenía que ver con Nirvana sino más bien con algo que ya venía sucediendo y que puso en vidriera Soda Stereo con su polémico disco Dynamo, donde hace acuso de recibo de bandas que hacían de lo sonoro (shoegaze, noise, dream pop, rock experimental, música electrónica) un valor en sí mismo por encima del tan mentado mensaje (My bloody Valentine, Slowdive, Ride), hubo un cambio de paradigma estético que tuvo su padrino en nuestro país, que sin lugar a dudas fue: Daniel Melero (2), un gran olvidado de este libro (pero esa es una discusión aparte).

            La cuestión es que la escena sónica, más que alternativa le debe mucho más a Soda, vía Melero vía la escena de Manchester, vía el sonido es el único mensaje que hay que atender, que lo que los autores de este ensayo proponen con su acercamiento que recuerda al Sartre belicoso y belingerante de "Qué es la literatura", cuando proclamaba por una literatura comprometida con su tiempo. Pero las etiquetas como todas tan solo sirven para señalizar, ni Los Illya ni El otro Yo forman parte de esta escena sónica pero si se puede afirmar que buscaron sus referentes por fuera de la escena local, los primeros con su hibridación colorida, latino- rapera y los segundos con su rabiosa poética post-punk del deseo, lo deforme y lo escatológico que encuentra ecos como bien lo muestra el ensayo en Pedro Lémebel y Néstor Perlongher.

            Estos tan solo son alguno de los puntos más llamativos (para mí) de un ensayo que no le tiene miedo al análisis ni a la polémica, pero la urgencia de su tono y la premura de muchas de sus respuestas por contextualizar cometen el error de escindir la obra entre el contenido y lo formal, como una suerte de platonismo que rápidamente buscara olvidar los inconvenientes y los requerimientos que el cuerpo necesita, porque claro esta que el alma para esta prosa combativa es el mensaje y si hay un mensaje dentro de la historia desde la proliferación del capitalismo en conjunción con el pop art, el arte conceptual, la industria cultural y el punk con rabiosa amargura, es que el medio siempre es el mensaje.

             Un libro ambicioso como el tengo entre manos es un trabajo de años y más aún si es una escritura de a dos, porque hay que estar atento a los procesos de la información y la inventiva frente a cada instancia del trabajo y de los tiempos particulares e individuales, y ni hablar de conciliar y discutir lo hubo que discutir para parir estas páginas, pero lo más notorio e interesante es que los mismos autores son músicos, Oscar Blanco (bajo) Emiliano Scaricaciottoli (guitarra), y como bien lo anuncian en el prólogo el primero tiene simpatías punkis y el segundo es más heavy, es una pena que en su larga formación y deformación como críticos, docentes, escritores, músicos y fans del rock hayan descuidado a la música, con esto quiero decir que la música es un lenguaje en sí mismo y que no le debe nada al logos para existir por eso me parece innecesario la actitud y voluntad del ensayo por tratar de explicar hasta lo inexplicable, hay un momento en que es mejor e incluso es más que conveniente dejar que la razón encuentre su límite en el puro placer del goce estético.

           Aún así con todas sus limitaciones y posibilidades Las letras de Rock en la Argentina es un libro valioso y valiente, e incluso temible por lo arriesgado de muchas de sus hipótesis con respecto a la literatura y el rock, pero lo más tristemente notable es que haya suscitado tan poca controversia y polémica, nadie salio ni a defenderlo ni a atacarlo (3) hay un vacío cultural tan vasto con respecto a producciones culturales periféricas que se animan a poner el punto sobre las íes, que es necesario e incluso vital salir a discutir muchas de las ideas (que no son pocas) que los autores proponen con desesperada y fervorosa lucidez.
       




1-http://lortellado.blogspot.com/2017/09/entre-la-letra-y-la-sangre-el-rock-y-la.html

2-Daniel Melero es un músico inquieto y provocador, que desde la década del ´80, con su grupo electropop Los encargados fue creando de manera lateral, insistente su propia recepción y lo que es más importante habilito una corriente de pensamiento por fuera de los habituales lugares comunes  del rock, artista más preocupado por los procesos, los medios de percepción y por el travestismos de las formas y los géneros, no en vano uno de sus discos solistas se llama Travesti, hecho en conjunción con músicos de Babasónicos. Gracias a su gesto si se quiere pedagógico fue habilitando un espacio que apadrino conceptualmente a la escena sónica, de hecho fue el que puso en contacto a Soda con las emergentes bandas nuevas que sirvieron de soporte durante la presentación de Dynamo, así como produjo y fue co-compositor de Canción Animal, también fue el aliado necesario para Cerati en Colores Santos y Dynamo. Pero lo más curioso es que durante la década del ´80 fue invitado a participar en el ahora clásico disco de Los Redondos Oktubre.

3- Esta a de ser una de las únicas reseñas crítica que leí sobre el libro en cuestión https://elcaleidoscopiodelucy.blogspot.com/2015/08/libro-las-letras-de-rock-en-argentina.html

Para entender un poco la génesis del libro esta este excelente reportaje a Emiliano Scaricaciottoli
         https://elcaleidoscopiodelucy.blogspot.com/2015/05/emiliano-scaricaciottoli-el-unico-autor.html

Las Letras de Rock en Argentina fue publicado por la editorial Colihue en el año 2014.
         

       
       
           





















         
            
   

            


         





       

           

           

miércoles, 25 de julio de 2018

Leer es una forma de vida



                       Era una clase de cerámica, siempre que trabajábamos con arcilla teníamos que poner una base de diario sobre la mesa, (siempre había mucho papel en el taller) no recuerdo los pormenores tan solo imágenes sueltas, una de ellas me tiene en el depósito pisando unas de esas enormes páginas del diario La Nación, creo que era la sección de cultura en ella junto a otras cosas publicadas también había un poema, la cuestión es que simplemente recogí la hoja del diario y leí al poema de un tirón parado entre el umbral del depósito y el taller de cerámica, quizás lo más correcto sea decir e incluso afirmar que el poema leyó dentro de mí, fue un instante de iluminación, una epifanía, una experiencia estética, todo un mundo se me revelaba en una poesía que realmente no entendía ni alcanzaba a comprender, pero había algo ahí en una zona difusa e innenarrable que me decía algo. La segunda imagen me tiene en la cocina  de mi casa, trascribiendo fervorosamente el poema en un cuaderno donde comencé a guardar casi sin querer textos que me importaban.

                 Hasta ese momento los únicos poemas que leía era los de un amigo y compañero de curso de la secundaria, nuestra amistad entre otras cosas comenzó por la poesía cuando descubrí sus poemas todos escritos en rigurosa tinta negra, con una letra que parecía más dibujada que escrita, de una complejidad caprichosa, imprevisible; ya que cada línea, cada curva daba un efecto de importancia estética y acrecentaba la sensación de belleza y solemnidad. Hasta ese momento mi único acercamiento a la literatura era a través de las revistas de historietas de la vieja y desaparecida editorial Columba, de ahí nació mi afición por el dibujo, dibujaba profusamente e imaginaba historias que buscaba llevar a la viñeta, para cuando me encontré con Jorge mi amigo poeta de la secundaria, yo me veía (muy ingenuamente) con el futuro de dibujante profesional. El ejercicio de esta amistad fue descentrando al dibujo de mi vida cuando descubrí el poder embriagador de la palabra escrita, no puedo precisar cuando comencé a escribir ni qué es lo que escribía pero algo fue saliendo cada vez con mayor potencia y convicción.

              Jorge mi amigo tenía todos los tics del romanticismo más empalagoso, escribía sin saber que estábamos en la década del noventa y en el siglo ya había pasado la incorrección dadaísta, y el surrealismo había dejado tras de sí una estela de clones e imitadores de cuarta categoría que nosotros ni siquiera habíamos conocido, eramos unos inconscientes, no teníamos idea de lo qué era una tradición, de que había muchas que nos precedían en el tiempo, pero eramos amigos, escribíamos con devoción, en cada texto terminado uno imaginaba la expresión del otro, era la alegría de compartir y de tener la certeza de que el otro esperaba el próximo escrito con ansiedad. Lo mío ni siquiera se acercaba a la poesía, no podía ni siquiera imitar un verso, carecía de música, de lirismo, pero igual iba hasta el fondo de la expresión para decir y sentir la verdad de una vida. Este era el escenario de amistad cuando apareció como un objeto completamente desconocido este poema de Eduardo Álvarez Tuñón que leí en el umbral de un mundo nuevo.

           Elocuentemente dicho poema se llama "El otro viaje", texto que durante mucho tiempo leía como si fuera un idioma extranjero, por la belleza de sus imágenes, la ternura de una voz que parecía haberlo visto todo y la esperanza de redención que caprichosamente vislumbraba en ella, todo ello me producía un vértigo difícil de explicar. El autor era un nombre completamente desconocido para mí e incluso hoy sigue siendo tan impenetrable como en aquellos días, se que aparte de poeta es cuentista, novelista y ensayista y el detalle biográfico de que Raúl González Tuñón es su tío, pero a pesar de que conseguí una antología suya en una mesa de saldos una década después, su lectura no me produjo nada y el poema que tanto que me había sugerido ahora era un pálido reflejo de un tiempo de descubrimientos, era otro e irremediablemente los años habían pasado, pero aún así la belleza aparecía pero ya no era la misma, ahora la sentía cuidadosamente artificial, inauténtica, definitivamente no era lo mismo.

           Estoy tentado de escribir "uno lee como vive" pero más justo sería decir que "leer es una forma de vivir muy intensa", la problemática a la que me refiero ya lo había padecido Don Quijote que no había leído la letra chica de la literatura, pero eso no impidió que él feliz en su locura muriera como el caballero que pretendía ser. La lectura de este poema durante mucho tiempo acrecentó en mí la sensación de que todo conocimiento traía consigo una pérdida y que lo único impoluto al desgaste de la vida era la belleza de lo sublime, como buen cristiano (educado culturalmente), creía en la trascendencia, en la misión y en el destino. Como todo adolescente informe todavía buscaba mi identidad y aún con más ansiedad y desesperación, que esa identidad llenará todos los espacios vacíos o inexplicables de mi vida familiar.

          En un principio la escritura era una descarga pura catarsis que fue encontrando en la forma una manera de ser, después pude comenzar a jugar cuando los materiales de mis textos comenzaron a ser más conscientes, pero en la medida que esto iba sucediendo yo iba ensimis-mándome, me adentraba en lo que yo creía la verdad de una vida, y sostuve durante bastante tiempo una actitud que fue tratando de hacer coincidir el lugar la enunciación con el de su vida, una metafísica de la representación que buscaba correspondencias en la escritura como un vidente, esta actitud literaria hizo que los pequeños acontecimientos: amores, desamores, abandono, nostalgia, dolor, pérdida y humillación se transformaran en una suerte de épica, una manera soslayada de mentirme para tratar de explicar lo que justamente no tenía cómo explicarlo, ni siquiera compartir porque correspondía al ámbito más silencioso de la intimidad.

           Este poema de Eduardo Álvarez Tuñón ponía en escena al misterio de todo de una manera que en su momento la juzgaba insondable pero posible, me daba la esperanza de que a pesar del sinsentido del dolor todo en algún momento encajaría, esperaba algo que indudablemente no llegaría pero que el poema con suficiente suspicacia sugería, las cosas tarde o temprano iban a caer por su propio peso y había que estar preparado para ello. Creo que en este poema estaba cifrado todo lo que intentaría desarrollar a nivel estético después, aunque en ese momento no lo sabía entraba de lleno en la tradición del romanticismo, en la búsqueda desesperada de la expresión absoluta y la belleza terrible.

          El otro viaje es un poema que despliega en su forma una calma total, no hay énfasis, ni subrayados, las imágenes que comparte van fluyendo encadenadas por su ritmo más bien cíclico, de hecho el tiempo que es uno de sus temas cobra mayor relevancia por esta estrategia de circularidad, el otro gran acierto es que el texto es una invitación, una puerta que se entreabre, el lector se siente convidado a traspasar el umbral, nada se impone salvo el tono del poema que tiene la economía justa entre la admonición y lo inevitable, elección estética que no es un capricho sino una decisión recurrente del autor cuando tuve la oportunidad de revisar otros textos, pero ningún poema tienen a mi juicio el encanto que propone el otro viaje.

          Este libro  que tengo en mis manos es del año 1991 (Editorial Fraterna), y no tiene más título que el de Antología Poética (1976-1991), en este racconto de años que posibilita la compilación se nota el recorrido que va trazando la recurrencia temática, que tiene como norte a la muerte como madre de todos los imaginarios, en ella confluyen: la decadencia, el amor, la niñez, el circo, los títeres y la mujer como un territorio inaccesible y por momentos decepcionante. Hay un marcado simbolismo en estos temas que a lo largo de sus poemas van decantando una manera de percibir  y sentir al mundo.
Hablar de simbolismo en esta sensibilidad es hablar de cierto idealismo que inevitablemente toca toda la emoción estética, hay un soterrado patetismo que por el modo distanciado de nombrar las cosas ejerce una tensión entre lo insoportable e imposible.

La niñez es una hermosa puerta para una horrible casa. /He aprendido a nombrar las cosas con el lenguaje/de los hombres que vendrán, /como un náufrago que hace el amor a un trozo de barco./Terrible es nuestro cuerpo./Terrible es lo que una mujer nos deja de recuerdo.
Los escombros, que fueron puente un día, saben de nuestras vidas. (...) La niñez ama los colores, cree que la vida es un viaje/ y olvida los ciegos cuando los ciegos cantan. (...) Es siniestro: los viejos todavía tienen esperanzas/ y se olvidan que son casas de la muerte/ y ordenan las hojas que caen de los árboles/ como se ordenan papeles amarillos.

Este poema llamado "El amor, la muerte y lo que llega a las ciudades" ofrece un pantallazo de la sensibilidad del autor que detenta un idealismo pesimista que se sabe invadido por lo inevitable de la vida y frente a ello se entrega a la poesía como refugio posible frente a la marcha del tiempo. La imagen "Como un naúfrago que hace el amor a un trozo de barco", es ridícula, pero convive bastante bien con el tono de un texto que no le tiene miedo al exabrupto de la expresión, porque todo esta contenido dentro de una formalidad solemne y quejumbrosa.

La mayoría de los poemas tienen un tono dialógico, hay un destinatario que funciona como coagulante de sentido, en algunos casos esto se abre a la percepción, en otros busca cerrar denodadamente algo que justamente carece de cierre porque entra de llena en la materia informe de la sensación. El fragmento del poema recién citado es muy explicito en su intensión, la niñez es ese paraíso perdido por la polución del tiempo y no hay esperanza en la vejez salvo la rutina que organiza todo para un día más, pero es inútil todo termina irremediablemente.

Mira, los muertos nos olvidaron dentro de las casas, /cuando las lluvias rompan nuestras puertas, /inunden los besos que nos dimos y apaguen las fogatas de la vejez, /retornaré al amor; así como querre creer/ que alguien leerá el dolor de los hombres como si fuera viento./ Vivir es activar el recuerdo de los muertos,/ con nuestras ropas, /nuestros gestos, / y que, al vernos, nos traigan hacia sus islas, / como el tiempo que arrastra hacia los colores claros las carpas de los circos. (1)

Ernesto Romano
encargado de la introducción de este libro no duda en cuanto a la importancia de Tuñón en la poesía argentina, de hecho escribir sobre su obra es erigirse contra una tendencia reinante: "La llamada generación del ochenta es sólo singular por su pobreza. Sus poetas tienen como rasgo distintivo el híbirido lenguaje de las traducciones (...) algo falta en sus libros: La inasible poesía (...) Tres son, a nuestro juicio, las virtudes fundamentales de su obra: desplegar desde sus primeros versos un mundo simbólico de rica coherencia; estar escrita con el espíritu de la lengua y elevar, ante el prosaísmo reinante, una poesía lírica".

Es cierto: el lirismo es un rasgo de estilo del autor, en ello esta cifrado una voluntad estética que hace oído sordos a su época, como si quisiera sonar deliveradamente anacrónico, fuera del tiempo, como si realmente la poesía no fuera mancillada por el prosaísmo del mundo. Se nota el esfuerzo del autor por no contaminar, y ceder frente a otros flujos discursivos. La única referencia al mundo aparece en un poema que tiene como nombre Días de 1981 donde lo único que se permite es el título como signo del afuera, y es curioso que no haya cedido más teniendo en cuenta que Eduardo Alvarez Tuñón fue contemporáneo a las luchas políticas, a los sucesivos golpes que tuvieron como corolario al gobierno dictatorial cívico militar que para 1981 todavía seguía fuerte en el poder.

El poema parece querer olvidar a propósito su época, lo cual habla de una estrategia de evasión que se sustrae del flujo discursivo de la historia para guarecerse en el lírico simbolismo de la belleza.

"Comprende: Inútil el recuerdo y la vana memoria/ (...) Pero si la muerte tiene el tiempo para destruirlo todo/ tenemos al amor y su sombra,/ la estación que destiñe a los rostros en uno./ Cae la noche./ Los mendigos ven en la nostalgia y la nieve a un dios que se deshace./ Cae la noche./ Sólo los ojos y los árboles ven pasar lo vivido desde una misma tierra./ Sólo los muertos recuperan las naves por bellezas finales./ Ah, días de 1981. / El tiempo y la guerra no diferencia las calles de los hombres,/ igual los deshabitan cuando parte su música,/ y morir es buscar una perdida imagen en una amada puerta".

 Es cierto que el camino estético del poeta no pasa por la denuncia ni por una poética comprometida o militante como puede ser la poesía de Paco Urondo o Juan Gelmán, pero es llamativo este silencio sobre su época, es notoria la construcción de esta suerte de torre de márfil donde el poeta busca encontrar la eternidad  a fuerza del ejercicio de la atemporalidad, y este rasgo que en su momento habrá sonado fuera de su tiempo, hoy se lee fechado, como si realmente el tiempo se hubiera detenido en esos textos, como si se hubiera congelado su marcha fijando su rostro e intención en la declaración de una belleza solemne, patética y decididamente ideal.

El otro viaje dentro de esta compilación es una pieza que funciona mejor que el resto de los otros textos poéticos, todo en ella tiene la economía justa entre el artificio y la naturalidad de una poética que decanta su material de manera orgánica y viva, El otro viaje es un poema que dentro de su forma todavía sigue destellando vida, su corazón sigue abierto al mundo y es con más justicia la que más se acerca a la eternidad si tal cosa existiera, claro.
Cuando leí este poema en su momento de alguna manera confirmaba una postura si se quiere ideológica con respecto al arte, una posición que ponía y exponía su vida como material de trabajo y soporte discursivo, creía que la única manera de llegar a la verdad era poniendo todas las fichas en el mismo número y para ello me ejercitaba una y otra vez en busca de un gesto auténtico para redimirme de mi propia vida y responsabilidad.

Hoy descreo de esta posición, de esta mirada sobre el arte que ya no es con mayúscula, el camino recorrido a mostrado y demostrado que no alcanza una vida para encontrar la verdad de la expresión, es una búsqueda vana e inútil porque las verdades no se encuentran, se crean al fragor de la militancia del trabajo y en este proceso el ideal sobre la belleza, el amor y arte se mueren de inanición e incertidumbre porque siempre el camino hacia la expresión es un rumbo a oscuras, dubitativo, informe y poco feliz, uno nunca sabe exactamente cuando llega simplemente se abandona.

La responsabilidad sobre el efecto de esta lectura no es del poema ni siquiera del autor, es enteramente del lector, volver al primer amor es una experiencia destinada al fracaso, porque uno pretende congelar en el tiempo todo lo que la situación estética de la lectura había provocado y en ella se lee demasiado bien todo lo que uno había forzado en la lectura para leerlo punto por punto frase por frase dentro de su vida, esto no quita el placer ni el goce hacia lo desconocido que el poema en su forma plantea con soltura, por eso El otro viaje todavía sigue respirando en mis lecturas incansables sobre su misterio, todavía el poema sigue diciendo algo que no alcanzo a comprender y en ello reside toda la potencia de la verdad sobre la belleza, porque su destino siempre es futuro.




El otro viaje

No solo a la vejez te lleva el tiempo.
Otro viaje te aguarda.
Has llegado a la tierra donde se ven morir a las religiones. 
Compartes con el árbol ese placer perdido:
Una extraña ciudad a venido a rodearte.
Solo la habitan los dioses que la tarde ha exiliado.
Caminas sobre las calles que sobre ti han caído.
Descubres que la fruta fue un dios al mediodía;
que es un dios que se extingue la primera fogata;
que las hojas son formas sutiles de los rezos;
que viviste rodeado de dioses que ignorabas.
Pero nacieron para ser eternos.
No vieron en la luz secretas despedidas,
ni besaron las puertas de las fugaces danzas.
Mendigo es quien encuentra aquello que no busca
y la mujer que amaste ya no es miedo ni espera,
sino un dios que se ha muerto,
sino una extraña lluvia que solo se recuerda
cuando un aroma cruza tu callada memoria.
Los días son las naves con que el tiempo te aleja.
Has llegado a esa tierra.
Puedes beber en lago aquello que no vuelve.
Comprendes que los seres comparten con el fuego
el transformarse en dioses para poder morir.
No solo a la vejez te lleva el tiempo:
Otro viaje te aguarda.
Lo que creías el viento es un rito que huye,
una música extraña donde habita lo eterno
y el universo un templo, 
abandonado y bello.



1- Fragmento del poema El olvido



Para mayor información sobre Eduardo Àlvarez Tuñòn ver https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_%C3%81lvarez_Tu%C3%B1%C3%B3n

También se puede ver su sitio en faceboock https://www.facebook.com/alvareztunon.eduardo/












             
                 

miércoles, 24 de enero de 2018

La política de la pereza y el artificio


                                     "...es ese tipo de novela que alienta la risa absurda y desesperada
                                     burlona y espasmódica, donde el protagonista es un lenguaje
                                     insoportablemente vivo."

                                                                                                                    Silvina Friera (1)


                                                                           "explicar con palabras de este mundo
                                                                             que partió de mí un barco llevándome"


                                                                                                          Alejandra Pizarnik

                                                                                                                Árbol de Diana


               Una de las mejores y modestísmas noticias del año anterior fue la publicación de "La entereza" (Paradiso 2017) la nueva novela de Eduardo Rubinschik, escritor del cual ya he hablado en ocasiones anteriores, (2) y que en esta oportunidad a la luz de esta nueva experiencia literaria me lleva a buscar las señales de una política estética que hace del artificio narrativo un verdadero punto de fuga, para paliar la indiferencia de un mundo siempre cambiante y en permanente estado de mutación.

La entereza a diferencia de sus novelas anteriores esta gozando de cierta repercusión en el mundillo literario, a juzgar por las diferentes y elogiosas reseñas en diversos medios locales (3), así como entrevistas, parecería ser que se ha descubierto a un escritor raro o diferente del cual se ignora todo y que desde el año 1987 viene escribiendo regular e intensamente una serie de libros que desafían las convenciones que la literatura tiene para sí, por supuesto esta provocación por parte del escritor -fiel a su estilo- es oblicua, lateral, alambicada y perfectamente enmascarada en un perfil bajo, una erudición modesta y una posición frente a la literatura que hace de la intermitencia y la dispersión una herramienta de percepción.

La entereza tal como lo vienen promocionando, es el hilarante relato de Enrique un personaje con serias intenciones de asesinar a la pareja de su ex, que por mala suerte o impericia termina siendo decapitado, pero este hecho capital no lo lleva a la muerte sino a una extraña y curiosa sobrevida, porque el principal motor de esta historia es la una cabeza librada de su cuerpo que página tras página ira perdiendo los atributos de la identidad para transformarse en puro lenguaje, puro discurso que nunca se detiene a afirmar ni a contemplar lo dicho, todo se fuga todo se pierde hacia la propia liberación del sentido y la compostura literaria.

La actitud de este libro frente a los hechos que narra es una característica propia de los personajes de este autor que son sometidos a la vejación de su propia humanidad, pero ellos en su percepción no lo viven como algo inusual sino como algo completamente natural, entregándose sin resistencia a los diferentes avatates que la narración va proponiendo en su recorrido, cabe aclarar que la escritura de Rubinschick es totalmente orgánica y artificial, o mejor; es orgánicamente artificial, no hay nada natural en su prosa elaborada, todo es pensado desde la propia contingencia de la escritura por eso la lógica las historias hay que buscarlas ahí, a la sombra de la palabra escrita, del fraseo bruñido por la música del autor.

Creo que gran parte de esta repercusión que esta teniendo La entereza se debe a que es una experiencia mucho más grata que la de los libros anteriores, no porque esta última novela sea de lectura fácil, ni las anteriores novelas hayan sido herméticas, sino por la estrategia narrativa que plantea desde el comienzo, que es la de un narrador que no le tiene miedo al ridículo, se ríe de si mismo y es más; invita a sus lectores a reírse de su nuevo destino de cabeza parlante, un poco freak, un poco tierna, bastante neurótica, y de un ego superlativo.

El comienzo de la novela no podía ser mejor, hay pocos inicios tan contundentes en su intención narrativa, como sencillos en su expresividad formal, en ese primer párrafo esta todo lo que el autor desarrollará hasta las últimas consecuencias: la incansable e insoportable verborragia del personaje principal, y la tenacidad de un discurso que ira hasta el límite de lo irrepresentable en su afán y pulsión por contar los avatares de su insólita aventura.

"Debo reconocer que el marido de mi ex, a quien por ahora llamaremos Merma, ha sido siempre un buen tipo. Como artista, talentoso y a la vez humilde, a pesar de construir una carrera prestigiosa. Lo opuesto a mí, que soy soberbio y distante, con la ilusión de que, al menos quienes no me conocen bien, nunca terminen de enterarse del grado estructural de mi fracaso. Encima él es dulcísimo con los chicos, mis hijos que lo adoran mucho más que a mí. Por eso seguramente, mis deseos irrefrenables, un día cualquiera y natural, de matarlo."

La novela plantea un procedimiento estético casi realista en su comienzo pero en la medida que la historia va avanzando paulatinamente se va desarmando por dentro, casi como si fuera la decostrucción de la novela antes que una, donde importa más el fraseo de una prosa que tendrá diferentes ritmos y velocidades de percepción como de afecto y empatía, que la historia en sí, que es muy sencilla en su formulación pero compleja en cuanto a los desafíos que le propone al lector ya que no le tendrá respeto a la convenciones, ni a su propio personaje que sufrirá en su nueva condición diferentes tipos de humillaciones, violencia y  destratos, pero no hay golpe bajo en esto sino un humor negrísimo que sabe cuando reírse y cuando hacer sentir incómodo al lector.

"Lo embosque una nochecita, cuando volvía para su casa, que había sido mía (...) Viéndolo venir, la espalda decorada por el estuche de su violín que se balanceaba como un bote precario (...) se me ocurrió que lo mejor sería estrangularlo con una de las cuerdas. Eso sería más potente como imagen: un asesinato musical, la cuerda dando vueltas en su cuello y rematando el giro con un moño. Al enterarme de la horrible noticia, por ejemplo en el velorio junto con sus allegados y mi propia familia, yo me dedicaría a llorarlo exuberantemente hacia el exterior, aunque sin exagerar. Ante todo a llorarme en la intimidad, rebuscando en mi propia historia el tramo anterior a su desagradable existencia, a su invasión sobre la mía, sustrayéndome así de la escena de su asesinato, en fin: jueguitos imaginativos para acompañarme hasta la orilla del naufragio".

Inútil sería comentar los pormenores de una historia que merece ser leída como una experiencia en su sentido más informe sobre la narración, o como se atenta  y conspira en una historia llana para que todos los signos se vean subvertidos constantemente, siendo lo único que permanece hasta el final sea esa verborrea constante de una cabeza llamada Enrique pero que a lo largo de su relato ira extraviando su pasado, al perder o confundir todos los nombres que conformaban su identidad, en este aspecto el libro dialoga con la primera novela del autor llamada "Lisböe o las partes del agua", que en uno de sus pasajes ya hacia el final de una historia incierta e imprevisible arroja una observación que ilumina por un segundo al imaginario del escritor.

"...cuál era su nombre, ah la lengua se traga todos los nombres. Que extraño cuando el tiempo se independiza del cuerpo, cuando puede ocurrir que sus caminos vayan abriéndose uno del otro, y sea posible tanto el paso de un año como el de una noche, noche cercana al dolor primordial. Sería, en ese caso, la que acaba de transitar el cuerpo, o el recuerdo de hace un año que ha durado toda la noche, en forma de sueño, quién sabe. Una conjunción de palabras, una unión matrimonial entre dos vocablos se le ha aparecido recién, se trata de dolor psíquico, no es algo que tenga en absoluto definido, pero sin ser muy audaz le suena a motivo, a frase médica, a sí mismo."

Dolor psíquico es una buena manera de retratar a la poética de Rubinschik que sin llegar a ser un típico intelectual es más bien un escritor cerebral, la entereza es la confirmación de este imaginario donde el escenario son los pensamientos, la cabeza, la testa, la mente que no tienen otra manera de ser y expresarse más que a través del lenguaje, donde la lengua de su personaje se niega nombrar al mundo tal cual lo establece la norma y las convenciones sobre lo real, por eso el insistente olvido del nombre de la pareja de su ex, su extraño travestismo cuando se descubre con los labios pintados, los repentinos cambios de escenario hacia el final del relato y el encuentro con su doble más viejo que es incapaz de reconocerse en el patetismo risible de esa cabeza que se reconoce y se enternece cuando ve su cuerpo íntegro pero más viejo, ese es uno de los únicos momentos con cierta nostalgia por el pasado, pero la misma historia se encarga de no dramatizar ni darle demasiada injerencia a los ataques de sentimentalismo del personaje.

"Nunca hubiera esperado ver lo que vi: quien salía a recibirnos no era otro que yo mismo, aunque con hache. Henrique era mi propia figura (...) Supuse que el andar cansino y desinteresado de aquel hombre cambiaría al reconocerme. Henrique era un sujeto entero. ¡Por fin veía, luego de tanto tiempo, a mi torsito!. Mis fantasías, desde nuestra separación, siempre habían contenido un matiz de sentimentalismo: imaginaba que el reencuentro entre el torsito y su cabeza, dicho así en tercera persona, igual a la visión de uno mismo en medio de un sueño, resultaría tierno, lleno de abrazos por un lado y besos por el otro (...) Además, reencontrarme con mi torsito pero en esas condiciones, estando él, aunque vencido por la vejez, debajo de una cabeza perfectamente suya y verosímil, me volvía un tanto irreal. Dos cabezas de una única persona no podían convivir ni ser posibles. "


Si hay un hecho político fuerte en la entereza este es la imposibilidad de llevar a cabo una estética realista en manos del autor, que se resiste a ello básicamente por pereza e incluso aburrimiento, quizás Eduardo Rubinschik hubiera sido un novelista más del agrado de Borges que se fatigaba con el realismo y más aún con la demencial tarea de escribir una novela y es probable que este escritor sea un rara avis por ello, porque en su tarea antepone (siempre en un tenso equilibrio)  el artificio al tema, el procedimiento al contenido, la forma sobre el fondo y en ello hay toda una declaración de principios que sabe muy bien de su pasado, de hecho su segundo libro de cuentos se llama "Amor a las deudas" una curiosa manera de nombrar a la tradición, a lo que falta, a lo que es, a lo que viene.
Por eso aparece la pereza como una actitud política frente al qué hacer de la literatura, porque el autor sabe demasiado bien de que no hay página en blanco, de que hay que vaciarla continuamente para que pueda aparecer límpida la voluntad del relato, y la tan bastardeada voz del autor.

Pero no hay que confundirse la pereza no aparece en el campo de la escritura, sino en el del sentido, no hay temas importantes, porque siempre es un punto de partida para lo imprevisible, para la fuga de todo lo conocido, no es una tesis ni algo que se quiera demostrar, sino algo que hay que transitar, pasar, y vivir en su sentido más llano, por eso este autor combate desde su ejercicio (casi en silencio) a la nostalgia, a la a la metáfora, a la metafísica de la representación que siempre reclama la importancia capital de la verdad, y como lo sabía ese viejo zorro ciego, -la verdad es una cuestión de estilo- como Bartebly ese opaco personaje de Melville, Eduardo Rubinschik prefiere quedarse en los bordes, en la periferia, en la línea justa que no hay que pisar para convertirse en un escritor que le dice cosas importantes a la comunidad, por eso prefiere no hacerlo, y no consentir al deseo de trascendencia que todo autor con pretensiones de artista dora en la intimidad de sus sueños.



Los libros publicados de Rubinschik hasta la fecha son:

Trama (1987) libro de cuentos en conjunto con Mariano Fiszman

Amor a las deudas (Paradiso 1999)

Lisböe o las partes del agua (Paradiso 2004)

La suma del Olvido (Paradiso 2009)

El Tiempo Involuntario (Editores Argentinos  2013)

Para teatro, ha escrito Con las antenas puestas (1991)
Las mutaciones del mal (2013)


1- https://www.pagina12.com.ar/86332-diez-posibles-titulos-del-ano

2- Los textos anteriores que escribí sobre Rubinschik son sobre La suma del olvido http://lortellado.blogspot.com.ar/2012/12/cuando-la-literatura-es-una-performance.html y El tiempo involuntario http://lortellado.blogspot.com.ar/2013/12/la-literalidad-del-artificio.html

3- Algunas de las entrevistas a Rubinschik  http://www.lanacion.com.ar/2045606-eduardo-rubinschik-si-me-dicen-escritor-raro-para-mi-es-un-elogio, https://www.pagina12.com.ar/75550-tengo-horror-por-la-seriedad-y-por-la-literatura-ecumenica