jueves, 27 de septiembre de 2018

Entre la música y la sangre


Segunda parte


              El escenario político que nos toca asistir y padecer como ciudadanos no es el mejor, de hecho es el peor en mucho tiempo, uno de los tantos lugares comunes del inconsciente político es que vivimos una nueva década del 90, época que desembocó de manera inevitable en el horror económico, político y cultural del nuevo milenio con los ya conocidos y tristemente célebres sucesos de diciembre de 2001.
              Cuando la necesidad muestra su peor cara y la pobreza se vuelve obcena y humillante es fácil dejarse llevar por los fantasmas de los horrores pasados, si bien es cierto que se vive un espíritu de época que comparte la desesperación y la incertidumbre no es la misma situación, como tampoco el sentir social que hace uso y abuso de las redes sociales para expresar, reírse e incluso burlarse de la clase política y dirigente de este país, así como también de ocupar la calle cada vez que busca manifestar su inconformidad e indignación.

             Pero así como la manifestación popular se volvió viral, prácticamente imparable, como casi imposible de censurar, en el campo de la música urbana como es el rock, que había dado tantos y contestatarios frutos en la década del 90 en esta nueva escena cultural parece más bien autista a los hechos políticos del país. Esta es la sensación que deja el ensayo político cultural de Oscar Blanco y Emiliano Scaricacciottoli que si bien el alcance de su análisis no llega a ocuparse de la generación post-2001 de alguna manera lo vislumbra gracias al despliegue de una lógica imparable, que muestra y demuestra lo mejor y lo peor de una mirada que se apoya en el marxismo, e incluso en el post-marxismo utilizando su arsenal, su dialéctica y cierto maniqueísmo que en sus mejores casos diagrama un cuadro de situación de manera precisa y lúcida y en sus momentos no tan brillantes caricaturiza en pocos trazos al objeto analizado para de alguna manera menospreciarlo.

               El año anterior realicé el primer acercamiento a este este libro monumental que lleva por título "Las letras de rock en la Argentina, de la caída de la dictadura a la crisis de la democracia, 1983-2001", (1) que por cierto no es un libro sobre el rock en su sentido habitual sino más bien una puesta a punto sobre su poética y lírica, primero en relación con la literatura para después calibrar sus efectos dentro del contexto social, político y cultural del país. Que un ensayo intente analizar la producción literaria en las letras de rock implica una elección polémica por la misma decisión, ya que va a tomar como modelo y correlato del marco teórico a algunas bandas y solistas y necesariamente va a omitir y mostrarse indiferente frente a otros fenómenos musicales.

              Esta elección traza una línea divisoria que va conformando (por consecuencia) un mapa del rock local, una manera de leer una historia que va marcando su tradición dejando consecuentemente un legado que se va reproduciendo con y en el tiempo. La problemática que instala el libro no solo apunta a la poética del rock como tal sino al misma convención cultural que determina "qué es literatura". El libro ataca a la institución pero no buscando una polémica ruidosa sino llamando la atención sobre un hecho cultural y estético que hace tiempo merece algo más que una explicación sociológica y política.
             Pero el problema mayor aparece justamente ante la demanda que el libro propone, porque al reclamar para sí a las letras de rock como parte de la literatura local, lo hace tan solo con la intención de seguir buscando en la poéticas tratadas una explicación política e histórica, de los pormenores tormentosos desde que la democracia se instalo nuevamente en nuestro país, es decir que la literatura que desprenden las letras de rock son más efecto y consecuencia de la Historia (con mayúsculas) que de la tradición.

            La mirada de los autores nunca se despega del marco teórico fuertemente enraizado en la idea de que hay dos tipos de elecciones estéticas: la del compromiso, la denuncia y la interpelación pública y la cortesana: que se regodea en la fama, los mimos de las multinacionales, la frivolidad del dinero y las mujeres, un rock completamente domesticado más atento a los códigos estéticos que al clamor del mundo real.

            Para los autores de este minucioso análisis la cuestión estética siempre esta subyugada por la cuestión política y el costo de esta apreciación se nota particularmente en las páginas que le dedican a Fito Páez y a Charly García. Es cierto como propone el ensayo que el neoliberalismo y la competencia de mercado impulsa a un ethos individual que se opone al espíritu colectivo de la contracultura propio de las década del ´60 y del ´70, que a su vez tiene su incidencia y efecto dentro del relato rock, tal como lo expresan los autores.

"...otra vertiente del rock se posiciona y se continua en la figura de la estrella de rock y se ata, muchas veces imaginariamente a los estilos de vida glamorosos propuestos por las revistas de moda y la política menemista de los ´90 (Soda Stereo, Charly García, Fito Páez, etc...), con lo cual incluso se produce una divergencia, por un lado, entre la figura construida y publicitada a partir de los medios masivos de comunicación y, por el otro, las letras que producen estas mismas figuras (...) cuando se tensionan, se vuelvan sobre la autoreflexión de la soledad del artistas en los tiempos de la posmodernidad, preocupado por contar su mundo íntimo y los efectos que producen sobre sí tales épocas. Las tribulaciones de una figura cortesana más o menos bien renumerada por el sistema. Es decir el artista pop".

            Este momento del texto es muy delicado porque en ella se deja ver con toda claridad el pre-jucio y pre- concepto que tienen Oscar Blanco y Emiliano Scaricaciottoli hacia el fenómeno pop y es lo que dejan sentado y subrayado a lo largo de todo el libro (405 pág), el pop es la mejor trampa que encontró el sistema para atemperar los humores más irascibles de los artistas y bandas de rock y la literalidad de esta lectura aparece en todo su esplendor con nuestro artista pop por excelencia: Charly García.

"Charly García jugó el rol de superestrella en el star system del rock local ; jugó y perdió, quedo atrapado allí. Parte del sufrimiento que insufla a sus letras implica la toma de conciencia de su posición y desesperadamente se quiere otro y se ubica en un otro (...) entonces periódicamente desafía al sistema pero esto no hace sino integrarlo más, como la rareza, la locura, el mal ejemplo del genio malogrado por el consumo de droga (...) Charly García como el Doctor Fausto del rock nacional: para no quedar atrapado en la debacle del rock nacional y continuar trascendiendo vende el alma (de artista) al diablo (multinacional de los medios y lo mediático)."

           La primera parte de este fragmento citado es contundente y no puedo dejar de estar de acuerdo con tal presunción, todos vimos a Charly en sus peores momentos librando una batalla pírrica contra sus peores demonios, y lo hemos visto morder el polvo y sangrar en más de una ocasión, y más de lo que uno querría acordarse como fan, pero de ahí a aseverar de manera muy acartonada y maquiavélica que uno de nuestros mayores e iconoclasta artistas del rock sea nuestro nuevo Fausto porque vendió su alma al mejor postor para escaparse del ocaso del rock nacional, es una idea francamente de manual, ridícula y muy poco inteligente. Ahí en esta zona, cuando los autores cargan demasiado las tintas es cuando la lectura es una caricatura que en lugar de mostrar y demostrar los defectos y señales del objeto analizado muestran los suyos, es decir caricaturizan su propia mirada y este es el mayor riesgo al tratar solamente a las letras bajo el prisma del compromiso o la frivolidad.

            No deja de ser cierto muchos de los juicios que vierten sobre Fito Páez (artista de vanguardia tardío, burgués, cronista urbano, estrella de rock, resabio hippie, etc..) pero el problema es que no solo son juicios en beneficio del análisis, sino que funcionan en la economía del texto como verdaderas sentencias que caen inevitablemente y empujan todo hacia la misma insistente lectura de los hechos: la del artista vendido, comprado e inutilizado por el sistema. Si bien se ocupan de la poética de Fito Páez que es un autor que en su cuerpo sonoro y conceptual se ha encargado de pasar otros discursos: Bukowski, Lamborghini, Homero Manzi, Discépolo, José Hernandez, Ridley Scott, por nombrar algunas referencias que el mismo músico evidencia pero para los autores esto no alcanza  para redimir su obra, por que no dejar de ser una "degradación replicante".

            Esto es lo llamativo del ensayo con su lectura en ejemplos como el de Fito Páez, que es un artista que ha demostrado tener inquietudes por fuera de la música (cine, literatura) pero para los autores no merece más que una mirada despectiva, ya que a fin de cuentas es una denuncia pequeño burguesa que no mira más allá de sus narices. Lo cual pone en evidencia que para el ensayo es más importante confirmar lo que ya se tiene pensado, buscando a lo largo de su apretada escritura cerrar las ideas antes que abrirlas a los procesos de lo desconocido e ignorado, por lo tanto la riqueza de Fito Páez y Charly García con todas sus contradicciones, gestos artísticos, poéticas viscerales y epidérmicas se achatan transformándose así en ejemplos unidireccionales sobre el estado de situación de los artistas mencionados.

           Lo que Oscar Blanco y Emiliano Scaricaciottoli olvidan, es que tanto Fito Páez como Charly García son solistas y inscriben el lugar de enunciación sobre el nombre propio, que la poética parta del "yo" no es un problema en sí, sino más bien que se habilita como lugar de percepción, proceso y relación de los datos tanto internos como externos, que hace que se desdibuje deliveradamente los límites entre lo público y lo privado, por eso la actitud estética de estos músicos se inscribe y continúa la tradición del artista pop.
           Es cierto que esta poética del yo concuerda que un espíritu de época que buscaba olvidar el ethos comunitario de la épica contracultural, pero no por eso tiene que ver necesariamente con el efecto literal del relato posmoderno, ni del capitalismo ni de la industria cultural en el mundo de la música , creo que en este terreno es donde la mirada crítica de los autores pierde consistencia, sobre todo porque han pasado de largo sobre la cuestión de los códigos estéticos del rock.

           Pero para beneficio del ensayo este marco tan rígido encuentra su punto de fuga cuando los autores se ocupan de la década del 90 y hacen de su objeto de análisis a cuatro bandas que problematizan la identidad y a sus referentes: Babasónicos, Los Brujos, El otro Yo y Illya Kuriaky and the Valderramas.

            Lo que hasta ese momento el ensayo relata es que con el arribo de la década del ´90 aparecen una contienda de grupos radicalizados desde diferentes temáticas, estéticas e imaginarios, haciendo lo que el gobierno de Menen frivolizaba, es decir politizaban toda la estructura social: denunciando el desguace del estado, las privatización del país, la obcenidad del poder y de la clases pudientes con la ficción del uno a uno, etc, advirtiendo y adelantándose a los hechos que sacudieron al país en el nuevo milenio. Estas bandas fueron Actitud María Marta (rap, hip-hop), Todos tus Muertos (punk), Los Cadillacs (ska), Hermética, (heavy metal) Bersuit Vergarabat (rock de fusión), Las manos de Filipi (rock de fusión), ´2,minutos (punk), Divididos (funk y hard rock) por nombrar algunas de las más destacadas y revulsivas.

            Las cuatros grupos mencionados párrafos atrás si bien son contemporáneos a esta doxa denuncialista y comprometida, forman parte de lo que se denominó siempre para y por comodidad del mercado como "rock alternativo", que la mirada lúcida y acertada de los autores ponen sobre aviso de una manera telegráfica y expeditiva.
"En el glosario del enciclopedismo del Rock Argentino, los ´90 se explican en una ecuación: Lollapaloza +1993-1995+ Cobain+ muerte de Cobain+ más puja por los bienes artísticos de Cobain + Festival Rock & Pop (1985)= Nuevo Rock Argentino".

           Se puede discutir muchas cosas de esta ecuación pero lo que queda fuera de este ámbito es que las modas y las tendencias siempre suceden por importación y por la sagacidad de algunos empresarios y más aún en un género tan bastardeado como lo que se denominó rock alternativo, pero lo que los autores pasan de largo es que estas bandas mencionadas dentro de esta categoría hicieron este credo estético a su modo y no necesariamente tenía que ver con Nirvana sino más bien con algo que ya venía sucediendo y que puso en vidriera Soda Stereo con su polémico disco Dynamo, donde hace acuso de recibo de bandas que hacían de lo sonoro (shoegaze, noise, dream pop, rock experimental, música electrónica) un valor en sí mismo por encima del tan mentado mensaje (My bloody Valentine, Slowdive, Ride), hubo un cambio de paradigma estético que tuvo su padrino en nuestro país, que sin lugar a dudas fue: Daniel Melero (2), un gran olvidado de este libro (pero esa es una discusión aparte).

            La cuestión es que la escena sónica, más que alternativa le debe mucho más a Soda, vía Melero vía la escena de Manchester, vía el sonido es el único mensaje que hay que atender, que lo que los autores de este ensayo proponen con su acercamiento que recuerda al Sartre belicoso y belingerante de "Qué es la literatura", cuando proclamaba por una literatura comprometida con su tiempo. Pero las etiquetas como todas tan solo sirven para señalizar, ni Los Illya ni El otro Yo forman parte de esta escena sónica pero si se puede afirmar que buscaron sus referentes por fuera de la escena local, los primeros con su hibridación colorida, latino- rapera y los segundos con su rabiosa poética post-punk del deseo, lo deforme y lo escatológico que encuentra ecos como bien lo muestra el ensayo en Pedro Lémebel y Néstor Perlongher.

            Estos tan solo son alguno de los puntos más llamativos (para mí) de un ensayo que no le tiene miedo al análisis ni a la polémica, pero la urgencia de su tono y la premura de muchas de sus respuestas por contextualizar cometen el error de escindir la obra entre el contenido y lo formal, como una suerte de platonismo que rápidamente buscara olvidar los inconvenientes y los requerimientos que el cuerpo necesita, porque claro esta que el alma para esta prosa combativa es el mensaje y si hay un mensaje dentro de la historia desde la proliferación del capitalismo en conjunción con el pop art, el arte conceptual, la industria cultural y el punk con rabiosa amargura, es que el medio siempre es el mensaje.

             Un libro ambicioso como el tengo entre manos es un trabajo de años y más aún si es una escritura de a dos, porque hay que estar atento a los procesos de la información y la inventiva frente a cada instancia del trabajo y de los tiempos particulares e individuales, y ni hablar de conciliar y discutir lo hubo que discutir para parir estas páginas, pero lo más notorio e interesante es que los mismos autores son músicos, Oscar Blanco (bajo) Emiliano Scaricaciottoli (guitarra), y como bien lo anuncian en el prólogo el primero tiene simpatías punkis y el segundo es más heavy, es una pena que en su larga formación y deformación como críticos, docentes, escritores, músicos y fans del rock hayan descuidado a la música, con esto quiero decir que la música es un lenguaje en sí mismo y que no le debe nada al logos para existir por eso me parece innecesario la actitud y voluntad del ensayo por tratar de explicar hasta lo inexplicable, hay un momento en que es mejor e incluso es más que conveniente dejar que la razón encuentre su límite en el puro placer del goce estético.

           Aún así con todas sus limitaciones y posibilidades Las letras de Rock en la Argentina es un libro valioso y valiente, e incluso temible por lo arriesgado de muchas de sus hipótesis con respecto a la literatura y el rock, pero lo más tristemente notable es que haya suscitado tan poca controversia y polémica, nadie salio ni a defenderlo ni a atacarlo (3) hay un vacío cultural tan vasto con respecto a producciones culturales periféricas que se animan a poner el punto sobre las íes, que es necesario e incluso vital salir a discutir muchas de las ideas (que no son pocas) que los autores proponen con desesperada y fervorosa lucidez.
       




1-http://lortellado.blogspot.com/2017/09/entre-la-letra-y-la-sangre-el-rock-y-la.html

2-Daniel Melero es un músico inquieto y provocador, que desde la década del ´80, con su grupo electropop Los encargados fue creando de manera lateral, insistente su propia recepción y lo que es más importante habilito una corriente de pensamiento por fuera de los habituales lugares comunes  del rock, artista más preocupado por los procesos, los medios de percepción y por el travestismos de las formas y los géneros, no en vano uno de sus discos solistas se llama Travesti, hecho en conjunción con músicos de Babasónicos. Gracias a su gesto si se quiere pedagógico fue habilitando un espacio que apadrino conceptualmente a la escena sónica, de hecho fue el que puso en contacto a Soda con las emergentes bandas nuevas que sirvieron de soporte durante la presentación de Dynamo, así como produjo y fue co-compositor de Canción Animal, también fue el aliado necesario para Cerati en Colores Santos y Dynamo. Pero lo más curioso es que durante la década del ´80 fue invitado a participar en el ahora clásico disco de Los Redondos Oktubre.

3- Esta a de ser una de las únicas reseñas crítica que leí sobre el libro en cuestión https://elcaleidoscopiodelucy.blogspot.com/2015/08/libro-las-letras-de-rock-en-argentina.html

Para entender un poco la génesis del libro esta este excelente reportaje a Emiliano Scaricaciottoli
         https://elcaleidoscopiodelucy.blogspot.com/2015/05/emiliano-scaricaciottoli-el-unico-autor.html

Las Letras de Rock en Argentina fue publicado por la editorial Colihue en el año 2014.
         

       
       
           





















         
            
   

            


         





       

           

           

miércoles, 25 de julio de 2018

Leer es una forma de vida



                       Era una clase de cerámica, siempre que trabajábamos con arcilla teníamos que poner una base de diario sobre la mesa, (siempre había mucho papel en el taller) no recuerdo los pormenores tan solo imágenes sueltas, una de ellas me tiene en el depósito pisando unas de esas enormes páginas del diario La Nación, creo que era la sección de cultura en ella junto a otras cosas publicadas también había un poema, la cuestión es que simplemente recogí la hoja del diario y leí al poema de un tirón parado entre el umbral del depósito y el taller de cerámica, quizás lo más correcto sea decir e incluso afirmar que el poema leyó dentro de mí, fue un instante de iluminación, una epifanía, una experiencia estética, todo un mundo se me revelaba en una poesía que realmente no entendía ni alcanzaba a comprender, pero había algo ahí en una zona difusa e innenarrable que me decía algo. La segunda imagen me tiene en la cocina  de mi casa, trascribiendo fervorosamente el poema en un cuaderno donde comencé a guardar casi sin querer textos que me importaban.

                 Hasta ese momento los únicos poemas que leía era los de un amigo y compañero de curso de la secundaria, nuestra amistad entre otras cosas comenzó por la poesía cuando descubrí sus poemas todos escritos en rigurosa tinta negra, con una letra que parecía más dibujada que escrita, de una complejidad caprichosa, imprevisible; ya que cada línea, cada curva daba un efecto de importancia estética y acrecentaba la sensación de belleza y solemnidad. Hasta ese momento mi único acercamiento a la literatura era a través de las revistas de historietas de la vieja y desaparecida editorial Columba, de ahí nació mi afición por el dibujo, dibujaba profusamente e imaginaba historias que buscaba llevar a la viñeta, para cuando me encontré con Jorge mi amigo poeta de la secundaria, yo me veía (muy ingenuamente) con el futuro de dibujante profesional. El ejercicio de esta amistad fue descentrando al dibujo de mi vida cuando descubrí el poder embriagador de la palabra escrita, no puedo precisar cuando comencé a escribir ni qué es lo que escribía pero algo fue saliendo cada vez con mayor potencia y convicción.

              Jorge mi amigo tenía todos los tics del romanticismo más empalagoso, escribía sin saber que estábamos en la década del noventa y en el siglo ya había pasado la incorrección dadaísta, y el surrealismo había dejado tras de sí una estela de clones e imitadores de cuarta categoría que nosotros ni siquiera habíamos conocido, eramos unos inconscientes, no teníamos idea de lo qué era una tradición, de que había muchas que nos precedían en el tiempo, pero eramos amigos, escribíamos con devoción, en cada texto terminado uno imaginaba la expresión del otro, era la alegría de compartir y de tener la certeza de que el otro esperaba el próximo escrito con ansiedad. Lo mío ni siquiera se acercaba a la poesía, no podía ni siquiera imitar un verso, carecía de música, de lirismo, pero igual iba hasta el fondo de la expresión para decir y sentir la verdad de una vida. Este era el escenario de amistad cuando apareció como un objeto completamente desconocido este poema de Eduardo Álvarez Tuñón que leí en el umbral de un mundo nuevo.

           Elocuentemente dicho poema se llama "El otro viaje", texto que durante mucho tiempo leía como si fuera un idioma extranjero, por la belleza de sus imágenes, la ternura de una voz que parecía haberlo visto todo y la esperanza de redención que caprichosamente vislumbraba en ella, todo ello me producía un vértigo difícil de explicar. El autor era un nombre completamente desconocido para mí e incluso hoy sigue siendo tan impenetrable como en aquellos días, se que aparte de poeta es cuentista, novelista y ensayista y el detalle biográfico de que Raúl González Tuñón es su tío, pero a pesar de que conseguí una antología suya en una mesa de saldos una década después, su lectura no me produjo nada y el poema que tanto que me había sugerido ahora era un pálido reflejo de un tiempo de descubrimientos, era otro e irremediablemente los años habían pasado, pero aún así la belleza aparecía pero ya no era la misma, ahora la sentía cuidadosamente artificial, inauténtica, definitivamente no era lo mismo.

           Estoy tentado de escribir "uno lee como vive" pero más justo sería decir que "leer es una forma de vivir muy intensa", la problemática a la que me refiero ya lo había padecido Don Quijote que no había leído la letra chica de la literatura, pero eso no impidió que él feliz en su locura muriera como el caballero que pretendía ser. La lectura de este poema durante mucho tiempo acrecentó en mí la sensación de que todo conocimiento traía consigo una pérdida y que lo único impoluto al desgaste de la vida era la belleza de lo sublime, como buen cristiano (educado culturalmente), creía en la trascendencia, en la misión y en el destino. Como todo adolescente informe todavía buscaba mi identidad y aún con más ansiedad y desesperación, que esa identidad llenará todos los espacios vacíos o inexplicables de mi vida familiar.

          En un principio la escritura era una descarga pura catarsis que fue encontrando en la forma una manera de ser, después pude comenzar a jugar cuando los materiales de mis textos comenzaron a ser más conscientes, pero en la medida que esto iba sucediendo yo iba ensimis-mándome, me adentraba en lo que yo creía la verdad de una vida, y sostuve durante bastante tiempo una actitud que fue tratando de hacer coincidir el lugar la enunciación con el de su vida, una metafísica de la representación que buscaba correspondencias en la escritura como un vidente, esta actitud literaria hizo que los pequeños acontecimientos: amores, desamores, abandono, nostalgia, dolor, pérdida y humillación se transformaran en una suerte de épica, una manera soslayada de mentirme para tratar de explicar lo que justamente no tenía cómo explicarlo, ni siquiera compartir porque correspondía al ámbito más silencioso de la intimidad.

           Este poema de Eduardo Álvarez Tuñón ponía en escena al misterio de todo de una manera que en su momento la juzgaba insondable pero posible, me daba la esperanza de que a pesar del sinsentido del dolor todo en algún momento encajaría, esperaba algo que indudablemente no llegaría pero que el poema con suficiente suspicacia sugería, las cosas tarde o temprano iban a caer por su propio peso y había que estar preparado para ello. Creo que en este poema estaba cifrado todo lo que intentaría desarrollar a nivel estético después, aunque en ese momento no lo sabía entraba de lleno en la tradición del romanticismo, en la búsqueda desesperada de la expresión absoluta y la belleza terrible.

          El otro viaje es un poema que despliega en su forma una calma total, no hay énfasis, ni subrayados, las imágenes que comparte van fluyendo encadenadas por su ritmo más bien cíclico, de hecho el tiempo que es uno de sus temas cobra mayor relevancia por esta estrategia de circularidad, el otro gran acierto es que el texto es una invitación, una puerta que se entreabre, el lector se siente convidado a traspasar el umbral, nada se impone salvo el tono del poema que tiene la economía justa entre la admonición y lo inevitable, elección estética que no es un capricho sino una decisión recurrente del autor cuando tuve la oportunidad de revisar otros textos, pero ningún poema tienen a mi juicio el encanto que propone el otro viaje.

          Este libro  que tengo en mis manos es del año 1991 (Editorial Fraterna), y no tiene más título que el de Antología Poética (1976-1991), en este racconto de años que posibilita la compilación se nota el recorrido que va trazando la recurrencia temática, que tiene como norte a la muerte como madre de todos los imaginarios, en ella confluyen: la decadencia, el amor, la niñez, el circo, los títeres y la mujer como un territorio inaccesible y por momentos decepcionante. Hay un marcado simbolismo en estos temas que a lo largo de sus poemas van decantando una manera de percibir  y sentir al mundo.
Hablar de simbolismo en esta sensibilidad es hablar de cierto idealismo que inevitablemente toca toda la emoción estética, hay un soterrado patetismo que por el modo distanciado de nombrar las cosas ejerce una tensión entre lo insoportable e imposible.

La niñez es una hermosa puerta para una horrible casa. /He aprendido a nombrar las cosas con el lenguaje/de los hombres que vendrán, /como un náufrago que hace el amor a un trozo de barco./Terrible es nuestro cuerpo./Terrible es lo que una mujer nos deja de recuerdo.
Los escombros, que fueron puente un día, saben de nuestras vidas. (...) La niñez ama los colores, cree que la vida es un viaje/ y olvida los ciegos cuando los ciegos cantan. (...) Es siniestro: los viejos todavía tienen esperanzas/ y se olvidan que son casas de la muerte/ y ordenan las hojas que caen de los árboles/ como se ordenan papeles amarillos.

Este poema llamado "El amor, la muerte y lo que llega a las ciudades" ofrece un pantallazo de la sensibilidad del autor que detenta un idealismo pesimista que se sabe invadido por lo inevitable de la vida y frente a ello se entrega a la poesía como refugio posible frente a la marcha del tiempo. La imagen "Como un naúfrago que hace el amor a un trozo de barco", es ridícula, pero convive bastante bien con el tono de un texto que no le tiene miedo al exabrupto de la expresión, porque todo esta contenido dentro de una formalidad solemne y quejumbrosa.

La mayoría de los poemas tienen un tono dialógico, hay un destinatario que funciona como coagulante de sentido, en algunos casos esto se abre a la percepción, en otros busca cerrar denodadamente algo que justamente carece de cierre porque entra de llena en la materia informe de la sensación. El fragmento del poema recién citado es muy explicito en su intensión, la niñez es ese paraíso perdido por la polución del tiempo y no hay esperanza en la vejez salvo la rutina que organiza todo para un día más, pero es inútil todo termina irremediablemente.

Mira, los muertos nos olvidaron dentro de las casas, /cuando las lluvias rompan nuestras puertas, /inunden los besos que nos dimos y apaguen las fogatas de la vejez, /retornaré al amor; así como querre creer/ que alguien leerá el dolor de los hombres como si fuera viento./ Vivir es activar el recuerdo de los muertos,/ con nuestras ropas, /nuestros gestos, / y que, al vernos, nos traigan hacia sus islas, / como el tiempo que arrastra hacia los colores claros las carpas de los circos. (1)

Ernesto Romano
encargado de la introducción de este libro no duda en cuanto a la importancia de Tuñón en la poesía argentina, de hecho escribir sobre su obra es erigirse contra una tendencia reinante: "La llamada generación del ochenta es sólo singular por su pobreza. Sus poetas tienen como rasgo distintivo el híbirido lenguaje de las traducciones (...) algo falta en sus libros: La inasible poesía (...) Tres son, a nuestro juicio, las virtudes fundamentales de su obra: desplegar desde sus primeros versos un mundo simbólico de rica coherencia; estar escrita con el espíritu de la lengua y elevar, ante el prosaísmo reinante, una poesía lírica".

Es cierto: el lirismo es un rasgo de estilo del autor, en ello esta cifrado una voluntad estética que hace oído sordos a su época, como si quisiera sonar deliveradamente anacrónico, fuera del tiempo, como si realmente la poesía no fuera mancillada por el prosaísmo del mundo. Se nota el esfuerzo del autor por no contaminar, y ceder frente a otros flujos discursivos. La única referencia al mundo aparece en un poema que tiene como nombre Días de 1981 donde lo único que se permite es el título como signo del afuera, y es curioso que no haya cedido más teniendo en cuenta que Eduardo Alvarez Tuñón fue contemporáneo a las luchas políticas, a los sucesivos golpes que tuvieron como corolario al gobierno dictatorial cívico militar que para 1981 todavía seguía fuerte en el poder.

El poema parece querer olvidar a propósito su época, lo cual habla de una estrategia de evasión que se sustrae del flujo discursivo de la historia para guarecerse en el lírico simbolismo de la belleza.

"Comprende: Inútil el recuerdo y la vana memoria/ (...) Pero si la muerte tiene el tiempo para destruirlo todo/ tenemos al amor y su sombra,/ la estación que destiñe a los rostros en uno./ Cae la noche./ Los mendigos ven en la nostalgia y la nieve a un dios que se deshace./ Cae la noche./ Sólo los ojos y los árboles ven pasar lo vivido desde una misma tierra./ Sólo los muertos recuperan las naves por bellezas finales./ Ah, días de 1981. / El tiempo y la guerra no diferencia las calles de los hombres,/ igual los deshabitan cuando parte su música,/ y morir es buscar una perdida imagen en una amada puerta".

 Es cierto que el camino estético del poeta no pasa por la denuncia ni por una poética comprometida o militante como puede ser la poesía de Paco Urondo o Juan Gelmán, pero es llamativo este silencio sobre su época, es notoria la construcción de esta suerte de torre de márfil donde el poeta busca encontrar la eternidad  a fuerza del ejercicio de la atemporalidad, y este rasgo que en su momento habrá sonado fuera de su tiempo, hoy se lee fechado, como si realmente el tiempo se hubiera detenido en esos textos, como si se hubiera congelado su marcha fijando su rostro e intención en la declaración de una belleza solemne, patética y decididamente ideal.

El otro viaje dentro de esta compilación es una pieza que funciona mejor que el resto de los otros textos poéticos, todo en ella tiene la economía justa entre el artificio y la naturalidad de una poética que decanta su material de manera orgánica y viva, El otro viaje es un poema que dentro de su forma todavía sigue destellando vida, su corazón sigue abierto al mundo y es con más justicia la que más se acerca a la eternidad si tal cosa existiera, claro.
Cuando leí este poema en su momento de alguna manera confirmaba una postura si se quiere ideológica con respecto al arte, una posición que ponía y exponía su vida como material de trabajo y soporte discursivo, creía que la única manera de llegar a la verdad era poniendo todas las fichas en el mismo número y para ello me ejercitaba una y otra vez en busca de un gesto auténtico para redimirme de mi propia vida y responsabilidad.

Hoy descreo de esta posición, de esta mirada sobre el arte que ya no es con mayúscula, el camino recorrido a mostrado y demostrado que no alcanza una vida para encontrar la verdad de la expresión, es una búsqueda vana e inútil porque las verdades no se encuentran, se crean al fragor de la militancia del trabajo y en este proceso el ideal sobre la belleza, el amor y arte se mueren de inanición e incertidumbre porque siempre el camino hacia la expresión es un rumbo a oscuras, dubitativo, informe y poco feliz, uno nunca sabe exactamente cuando llega simplemente se abandona.

La responsabilidad sobre el efecto de esta lectura no es del poema ni siquiera del autor, es enteramente del lector, volver al primer amor es una experiencia destinada al fracaso, porque uno pretende congelar en el tiempo todo lo que la situación estética de la lectura había provocado y en ella se lee demasiado bien todo lo que uno había forzado en la lectura para leerlo punto por punto frase por frase dentro de su vida, esto no quita el placer ni el goce hacia lo desconocido que el poema en su forma plantea con soltura, por eso El otro viaje todavía sigue respirando en mis lecturas incansables sobre su misterio, todavía el poema sigue diciendo algo que no alcanzo a comprender y en ello reside toda la potencia de la verdad sobre la belleza, porque su destino siempre es futuro.




El otro viaje

No solo a la vejez te lleva el tiempo.
Otro viaje te aguarda.
Has llegado a la tierra donde se ven morir a las religiones. 
Compartes con el árbol ese placer perdido:
Una extraña ciudad a venido a rodearte.
Solo la habitan los dioses que la tarde ha exiliado.
Caminas sobre las calles que sobre ti han caído.
Descubres que la fruta fue un dios al mediodía;
que es un dios que se extingue la primera fogata;
que las hojas son formas sutiles de los rezos;
que viviste rodeado de dioses que ignorabas.
Pero nacieron para ser eternos.
No vieron en la luz secretas despedidas,
ni besaron las puertas de las fugaces danzas.
Mendigo es quien encuentra aquello que no busca
y la mujer que amaste ya no es miedo ni espera,
sino un dios que se ha muerto,
sino una extraña lluvia que solo se recuerda
cuando un aroma cruza tu callada memoria.
Los días son las naves con que el tiempo te aleja.
Has llegado a esa tierra.
Puedes beber en lago aquello que no vuelve.
Comprendes que los seres comparten con el fuego
el transformarse en dioses para poder morir.
No solo a la vejez te lleva el tiempo:
Otro viaje te aguarda.
Lo que creías el viento es un rito que huye,
una música extraña donde habita lo eterno
y el universo un templo, 
abandonado y bello.



1- Fragmento del poema El olvido



Para mayor información sobre Eduardo Àlvarez Tuñòn ver https://es.wikipedia.org/wiki/Eduardo_%C3%81lvarez_Tu%C3%B1%C3%B3n

También se puede ver su sitio en faceboock https://www.facebook.com/alvareztunon.eduardo/












             
                 

miércoles, 24 de enero de 2018

La política de la pereza y el artificio


                                     "...es ese tipo de novela que alienta la risa absurda y desesperada
                                     burlona y espasmódica, donde el protagonista es un lenguaje
                                     insoportablemente vivo."

                                                                                                                    Silvina Friera (1)


                                                                           "explicar con palabras de este mundo
                                                                             que partió de mí un barco llevándome"


                                                                                                          Alejandra Pizarnik

                                                                                                                Árbol de Diana


               Una de las mejores y modestísmas noticias del año anterior fue la publicación de "La entereza" (Paradiso 2017) la nueva novela de Eduardo Rubinschik, escritor del cual ya he hablado en ocasiones anteriores, (2) y que en esta oportunidad a la luz de esta nueva experiencia literaria me lleva a buscar las señales de una política estética que hace del artificio narrativo un verdadero punto de fuga, para paliar la indiferencia de un mundo siempre cambiante y en permanente estado de mutación.

La entereza a diferencia de sus novelas anteriores esta gozando de cierta repercusión en el mundillo literario, a juzgar por las diferentes y elogiosas reseñas en diversos medios locales (3), así como entrevistas, parecería ser que se ha descubierto a un escritor raro o diferente del cual se ignora todo y que desde el año 1987 viene escribiendo regular e intensamente una serie de libros que desafían las convenciones que la literatura tiene para sí, por supuesto esta provocación por parte del escritor -fiel a su estilo- es oblicua, lateral, alambicada y perfectamente enmascarada en un perfil bajo, una erudición modesta y una posición frente a la literatura que hace de la intermitencia y la dispersión una herramienta de percepción.

La entereza tal como lo vienen promocionando, es el hilarante relato de Enrique un personaje con serias intenciones de asesinar a la pareja de su ex, que por mala suerte o impericia termina siendo decapitado, pero este hecho capital no lo lleva a la muerte sino a una extraña y curiosa sobrevida, porque el principal motor de esta historia es la una cabeza librada de su cuerpo que página tras página ira perdiendo los atributos de la identidad para transformarse en puro lenguaje, puro discurso que nunca se detiene a afirmar ni a contemplar lo dicho, todo se fuga todo se pierde hacia la propia liberación del sentido y la compostura literaria.

La actitud de este libro frente a los hechos que narra es una característica propia de los personajes de este autor que son sometidos a la vejación de su propia humanidad, pero ellos en su percepción no lo viven como algo inusual sino como algo completamente natural, entregándose sin resistencia a los diferentes avatates que la narración va proponiendo en su recorrido, cabe aclarar que la escritura de Rubinschick es totalmente orgánica y artificial, o mejor; es orgánicamente artificial, no hay nada natural en su prosa elaborada, todo es pensado desde la propia contingencia de la escritura por eso la lógica las historias hay que buscarlas ahí, a la sombra de la palabra escrita, del fraseo bruñido por la música del autor.

Creo que gran parte de esta repercusión que esta teniendo La entereza se debe a que es una experiencia mucho más grata que la de los libros anteriores, no porque esta última novela sea de lectura fácil, ni las anteriores novelas hayan sido herméticas, sino por la estrategia narrativa que plantea desde el comienzo, que es la de un narrador que no le tiene miedo al ridículo, se ríe de si mismo y es más; invita a sus lectores a reírse de su nuevo destino de cabeza parlante, un poco freak, un poco tierna, bastante neurótica, y de un ego superlativo.

El comienzo de la novela no podía ser mejor, hay pocos inicios tan contundentes en su intención narrativa, como sencillos en su expresividad formal, en ese primer párrafo esta todo lo que el autor desarrollará hasta las últimas consecuencias: la incansable e insoportable verborragia del personaje principal, y la tenacidad de un discurso que ira hasta el límite de lo irrepresentable en su afán y pulsión por contar los avatares de su insólita aventura.

"Debo reconocer que el marido de mi ex, a quien por ahora llamaremos Merma, ha sido siempre un buen tipo. Como artista, talentoso y a la vez humilde, a pesar de construir una carrera prestigiosa. Lo opuesto a mí, que soy soberbio y distante, con la ilusión de que, al menos quienes no me conocen bien, nunca terminen de enterarse del grado estructural de mi fracaso. Encima él es dulcísimo con los chicos, mis hijos que lo adoran mucho más que a mí. Por eso seguramente, mis deseos irrefrenables, un día cualquiera y natural, de matarlo."

La novela plantea un procedimiento estético casi realista en su comienzo pero en la medida que la historia va avanzando paulatinamente se va desarmando por dentro, casi como si fuera la decostrucción de la novela antes que una, donde importa más el fraseo de una prosa que tendrá diferentes ritmos y velocidades de percepción como de afecto y empatía, que la historia en sí, que es muy sencilla en su formulación pero compleja en cuanto a los desafíos que le propone al lector ya que no le tendrá respeto a la convenciones, ni a su propio personaje que sufrirá en su nueva condición diferentes tipos de humillaciones, violencia y  destratos, pero no hay golpe bajo en esto sino un humor negrísimo que sabe cuando reírse y cuando hacer sentir incómodo al lector.

"Lo embosque una nochecita, cuando volvía para su casa, que había sido mía (...) Viéndolo venir, la espalda decorada por el estuche de su violín que se balanceaba como un bote precario (...) se me ocurrió que lo mejor sería estrangularlo con una de las cuerdas. Eso sería más potente como imagen: un asesinato musical, la cuerda dando vueltas en su cuello y rematando el giro con un moño. Al enterarme de la horrible noticia, por ejemplo en el velorio junto con sus allegados y mi propia familia, yo me dedicaría a llorarlo exuberantemente hacia el exterior, aunque sin exagerar. Ante todo a llorarme en la intimidad, rebuscando en mi propia historia el tramo anterior a su desagradable existencia, a su invasión sobre la mía, sustrayéndome así de la escena de su asesinato, en fin: jueguitos imaginativos para acompañarme hasta la orilla del naufragio".

Inútil sería comentar los pormenores de una historia que merece ser leída como una experiencia en su sentido más informe sobre la narración, o como se atenta  y conspira en una historia llana para que todos los signos se vean subvertidos constantemente, siendo lo único que permanece hasta el final sea esa verborrea constante de una cabeza llamada Enrique pero que a lo largo de su relato ira extraviando su pasado, al perder o confundir todos los nombres que conformaban su identidad, en este aspecto el libro dialoga con la primera novela del autor llamada "Lisböe o las partes del agua", que en uno de sus pasajes ya hacia el final de una historia incierta e imprevisible arroja una observación que ilumina por un segundo al imaginario del escritor.

"...cuál era su nombre, ah la lengua se traga todos los nombres. Que extraño cuando el tiempo se independiza del cuerpo, cuando puede ocurrir que sus caminos vayan abriéndose uno del otro, y sea posible tanto el paso de un año como el de una noche, noche cercana al dolor primordial. Sería, en ese caso, la que acaba de transitar el cuerpo, o el recuerdo de hace un año que ha durado toda la noche, en forma de sueño, quién sabe. Una conjunción de palabras, una unión matrimonial entre dos vocablos se le ha aparecido recién, se trata de dolor psíquico, no es algo que tenga en absoluto definido, pero sin ser muy audaz le suena a motivo, a frase médica, a sí mismo."

Dolor psíquico es una buena manera de retratar a la poética de Rubinschik que sin llegar a ser un típico intelectual es más bien un escritor cerebral, la entereza es la confirmación de este imaginario donde el escenario son los pensamientos, la cabeza, la testa, la mente que no tienen otra manera de ser y expresarse más que a través del lenguaje, donde la lengua de su personaje se niega nombrar al mundo tal cual lo establece la norma y las convenciones sobre lo real, por eso el insistente olvido del nombre de la pareja de su ex, su extraño travestismo cuando se descubre con los labios pintados, los repentinos cambios de escenario hacia el final del relato y el encuentro con su doble más viejo que es incapaz de reconocerse en el patetismo risible de esa cabeza que se reconoce y se enternece cuando ve su cuerpo íntegro pero más viejo, ese es uno de los únicos momentos con cierta nostalgia por el pasado, pero la misma historia se encarga de no dramatizar ni darle demasiada injerencia a los ataques de sentimentalismo del personaje.

"Nunca hubiera esperado ver lo que vi: quien salía a recibirnos no era otro que yo mismo, aunque con hache. Henrique era mi propia figura (...) Supuse que el andar cansino y desinteresado de aquel hombre cambiaría al reconocerme. Henrique era un sujeto entero. ¡Por fin veía, luego de tanto tiempo, a mi torsito!. Mis fantasías, desde nuestra separación, siempre habían contenido un matiz de sentimentalismo: imaginaba que el reencuentro entre el torsito y su cabeza, dicho así en tercera persona, igual a la visión de uno mismo en medio de un sueño, resultaría tierno, lleno de abrazos por un lado y besos por el otro (...) Además, reencontrarme con mi torsito pero en esas condiciones, estando él, aunque vencido por la vejez, debajo de una cabeza perfectamente suya y verosímil, me volvía un tanto irreal. Dos cabezas de una única persona no podían convivir ni ser posibles. "


Si hay un hecho político fuerte en la entereza este es la imposibilidad de llevar a cabo una estética realista en manos del autor, que se resiste a ello básicamente por pereza e incluso aburrimiento, quizás Eduardo Rubinschik hubiera sido un novelista más del agrado de Borges que se fatigaba con el realismo y más aún con la demencial tarea de escribir una novela y es probable que este escritor sea un rara avis por ello, porque en su tarea antepone (siempre en un tenso equilibrio)  el artificio al tema, el procedimiento al contenido, la forma sobre el fondo y en ello hay toda una declaración de principios que sabe muy bien de su pasado, de hecho su segundo libro de cuentos se llama "Amor a las deudas" una curiosa manera de nombrar a la tradición, a lo que falta, a lo que es, a lo que viene.
Por eso aparece la pereza como una actitud política frente al qué hacer de la literatura, porque el autor sabe demasiado bien de que no hay página en blanco, de que hay que vaciarla continuamente para que pueda aparecer límpida la voluntad del relato, y la tan bastardeada voz del autor.

Pero no hay que confundirse la pereza no aparece en el campo de la escritura, sino en el del sentido, no hay temas importantes, porque siempre es un punto de partida para lo imprevisible, para la fuga de todo lo conocido, no es una tesis ni algo que se quiera demostrar, sino algo que hay que transitar, pasar, y vivir en su sentido más llano, por eso este autor combate desde su ejercicio (casi en silencio) a la nostalgia, a la a la metáfora, a la metafísica de la representación que siempre reclama la importancia capital de la verdad, y como lo sabía ese viejo zorro ciego, -la verdad es una cuestión de estilo- como Bartebly ese opaco personaje de Melville, Eduardo Rubinschik prefiere quedarse en los bordes, en la periferia, en la línea justa que no hay que pisar para convertirse en un escritor que le dice cosas importantes a la comunidad, por eso prefiere no hacerlo, y no consentir al deseo de trascendencia que todo autor con pretensiones de artista dora en la intimidad de sus sueños.



Los libros publicados de Rubinschik hasta la fecha son:

Trama (1987) libro de cuentos en conjunto con Mariano Fiszman

Amor a las deudas (Paradiso 1999)

Lisböe o las partes del agua (Paradiso 2004)

La suma del Olvido (Paradiso 2009)

El Tiempo Involuntario (Editores Argentinos  2013)

Para teatro, ha escrito Con las antenas puestas (1991)
Las mutaciones del mal (2013)


1- https://www.pagina12.com.ar/86332-diez-posibles-titulos-del-ano

2- Los textos anteriores que escribí sobre Rubinschik son sobre La suma del olvido http://lortellado.blogspot.com.ar/2012/12/cuando-la-literatura-es-una-performance.html y El tiempo involuntario http://lortellado.blogspot.com.ar/2013/12/la-literalidad-del-artificio.html

3- Algunas de las entrevistas a Rubinschik  http://www.lanacion.com.ar/2045606-eduardo-rubinschik-si-me-dicen-escritor-raro-para-mi-es-un-elogio, https://www.pagina12.com.ar/75550-tengo-horror-por-la-seriedad-y-por-la-literatura-ecumenica

martes, 12 de septiembre de 2017

Entre la letra y la sangre: el rock y la política


Primera parte

                                   "Rosa dice que "el texto literario sólo admite lecturas ciegas".
                                    lecturas donde la moral siempre adquiere la forma del relato
                                    y la ética sólo descansa en el estilo"

                                                                                                              Adrian Cangi
                                                                           Nicolás Rosa. Insistencia de lo vital (1)


                   Salvando contadas excepciones las letras de rock son un género bastardeado y no son consideradas literatura en sí mismas, el prejuicio habitual es que muy pocas resisten su lectura independientemente de la música, y de la voz que producen su sentido, detalle atendible pero no es suficiente excusa como para no intentar un acercamiento crítico a este fenómeno, a este trabajo se han dedicado de manera notable Oscar Blanco y Emiliano Scaricaciottoli que en el año 2014 sacaron a la calle un libro que no solo se hace cargo de esta apuesta sino que la redoblan, ya que "Las letras de Rock en la Argentina, de la caída de la dictadura a la crisis de la democracia" (2) tal es la ambición del título- es un libro político en el mejor de los sentidos.

                 Político porque pone en cuestión la noción misma de literatura, dentro de un campo que es considerado más pasto para sociólogos u antropólogos como lo demuestran los estudios que hay al respecto, más que un espacio propicio para el debate, y la investigación literaria. El primer gran acierto de los autores es considerar y tratar a las letras de rock como parte de nuestra tradición literaria. "No ignoramos que el rock es más que una letra -como la literatura sea tal vez más que una palabra escrita-. Pero si para algunos el rock es un vicio para nosotros, además, es literatura". Para los autores que las letras de rock formen parte de la literatura argentina implica que esta producción lírica analizada en diferentes y múltiples bandas, solistas y estilos que va desde comienzo de los 80s a despuntar el siglo XXI son fatal y "dramáticamente políticas".

                 Este es el tema más importante del ensayo, la intervención de la contingencia social e histórica en el imaginario del rock que a su vez denuncia, desnuda, interpela y en sus mejores casos anticipa las crisis sociales. "Un eje que atraviesa la Literatura Argentina a través de toda su historia, se halla en las relaciones entre la literatura y lo social, y desde allí es que la literatura, desde sus inicios (...) es claramente política; lo político-social franquea y marca un surco nítido en la literatura hasta nuestra contemporaneidad". En este párrafo esta condensado perfectamente las intensiones del ensayo que intuye y busca confirmar en su hechura el peso de lo real sobre lo imaginario. Una problemática cara a la literatura en su competencia por la forma o el sentido.

                Si para los autores las letras de rock forman parte de nuestra literatura es porque leen en ellas los rastros de la lucha de lo real en sus diferentes manifestaciones discursivas, y que encuentra en el rock, en sus posibilidades expresivas el vehículo necesario para manifestar la inmediatez, fugaz y contradictoria de la realidad. Tampoco esto quiere decir que el rock sea un fenómeno pasivo que tan solo se limita a reproducir lo que ocurre frente a sus ojos, sino que la misma constitución del género esta atravesado por el agotamiento de los valores de la sociedad burguesa, impotente frente al vértigo del capitalismo que rápidamente ha tomado todos los aspectos posibles del discurso sobre lo real, en este espacio entre los viejos valores y la potencia del relato globalizador, con su canto de sirena sobre el fin de la historia y de las ideologías, aparece el rock como un contra-discurso, como la voz de una fuerza impensada y desestabilizadora que hasta ese momento tan solo era tenida en cuenta como un proyecto de futuro: la juventud, que justamente comenzaba a desprenderse de la tradición, del peso del deber ser, buscando hacer literalmente otra historia.

                Pero la cuestión se complejiza aún más si hablamos de rock en nuestro país, que es un conflicto en sí mismo, porque su historia esta indisolublemente ligada a la historia (con mayúsculas) de la Argentina en los últimos 50 años: de sus comienzos inocentes de puro divertimento a su toma de conciencia en consonancia con el movimiento hippie y contracultural del resto del mundo, de sus implicaciones políticas/alegóricas en tiempo de la dictadura, a su mirada irónica, cínica y hasta desesperanzadamente revulsiva en la recuperación de la democracia, de su poética de la resaca, la denuncia y la deformidad en los 90s, al estallido social del 2001. En esta doble operación esta condensada la ambición del libro, que lee en las letras del rock una crónica del país en los últimos dieciocho años y a la vez una historia del rock en un país como lo es la Argentina.

                 El acercamiento que proponen los autores piensa lo estético en función de lo político, en su incidencia en la vida, en los modos de vida, en el imaginario de la sociedad y en las propias mutaciones del rock en relación  con su pasado "¿Qué puede decir la letra de rock del contexto social? (...) ¿Qué relatan las letras de rock en el periodo presupuesto? (...) Historias de resistencia, historias cuestionadoras, historias de adaptación a las nuevas políticas sociales (...) Crítica costumbrista. Crítica de costumbres y crítica política. O cómo la crítica de costumbres puede constituirse en crítica política en una letra de rock. En definitiva, anticipar el movimiento de la realidad en relación con su motor clandestino, la gran maquinaria de lo Real -lo incognocible, lo no dicho-"  Para Oscar Blanco y Emiliano Scaricaciottoli el poder del rock esta esta en su manera de hablar sin mediaciones, en su insatisfacción , en su lenguaje directo, "en su insistencia en hablar de lo cotidiano, (...) la vida cotidiana como el espacio donde se desnuda, donde se presenta la verdadera cara del sistema."

                 Que las letras de rock sean consideradas literatura implica no solo sus filiaciones, correspondencias y desavenencias con la tradición, sino que más allá de los discursos, "las hablas sociales", la misma especificidad literaria en su recorte sobre lo real es una forma solapada de ficción, es decir el mismo género sea  -policial, terror, ciencia ficción, biografía, crónica, realismo naturalista, etc...- es un artificio de lectura, una construcción literaria, un manera de leer lo indecible del relato del mundo. Que las letras de rock en Argentina (en su gran mayoría) abonen su sensibilidad bajo la forma de la crónica no quiere decir necesariamente que este librada de la ficción, sino que su relación con la verdad, con la veri-dicción se problematiza, porque en ella se libra la batalla sobre la forma. Detalle curioso que los autores en su rigurosidad dejan de lado, no le dan el espacio que se merece dentro de la competencia del libro, dejándose arrastrar por la mirada social, política e histórica, esto implica necesariamente que todas las conclusiones que sacan de las letras analizadas solo sirven para confirmar la incidencia de la posmodernidad, la globalización y del capitalismo salvaje en la vida cotidiana de nuestro país.

                    En este aspecto la lectura que proponen los autores peca de ingenua, ya que solo tienen intenciones de hacer este tipo de lectura, haciéndoles decir a las letras de rock exactamente lo que tienen para decir, no hay un más allá ni tampoco un más acá, tan solo la espesura de lo inmediato, y lo urgente parecería interesarle a Oscar Blanco y a Emiliano Scaricaciottoli. El ensayo en su introducción entre tantos agradecimientos dedica el libro a dos referentes críticos de la literatura vernácula: David Viñas y Nicolás Rosa, dos modos e intensidades de vivir y hacer literatura, quizás en su balanza conceptual el libro se incline más con el primero que con el segundo en sus consideraciones siempre en pie de guerra contra los lugares comunes de la interpretación sobre el pasado, la historia y sus marcas sobre el presente, Nicolas Rosa en cambio siempre más indicernible y esquivo, más atento al delirio de la escritura (3), de la lengua, a la imposibilidad de decir y comprenderlo todo, que es justo lo que el ensayo evita en su apretada economía formal, demasiado apegada a la racionalidad totalizante que no pretende dejar nada librado al azar, no hay vacíos de interpretación en ningún bloque del texto porque todo esta expuesto, explicado, explicitado y vuelto a explicar, el misterio y la sinrazón no tienen lugar en el libro, que dedica su materia prima al rock género .que como todos saben- esta caracterizado por el desenfreno, el descontrol de los sentidos, el frenesí de la intensidad y la disidencia formal.

                  Que el ensayo haya optado por este camino no significa que el contenido del libro no sea interesante y valioso, de hecho lo que dice a lo largo de sus páginas esta bien fundamentado, apoyado en rigurosos datos históricos, sus mejores páginas se encuentran cuando el alambicado y urgente tono de la prosa encuentra el equilibrio entre la información pura y la narración, como ocurre cuando hablan de Bajo Belgrano de Spinetta,  de Clic Modernos de Charly García, o los capitulo dedicados a Virus, Miguel Abuelo, los Redonditos de Ricota y el más que interesante rescate de la poética de Riff, estigmatizados por la violencia ( en la que se vieron sumidos en su momento) y por la virilidad un tanto artificial, actuada, caricaturesca de Pappo que por momentos conspiró contra el verdadero sentido de su lírica, sensible, tosca y profunda. El capitulo sobre Sumo es uno de los mejores de la primera parte porque en ella despliegan de manera orgánica y natural la perspectiva literaria e histórica sin remarcar demasiado las cosas, el tono es justo y el análisis brillante. Decir que Luca con su propuesta de ruptura "volvía extraño el castellano con un acento que denotaba un dejo que hacía recordar más a la extrajería de la inmigración italiana" denota un hilado muy fino, un trabajo esplendido que solapadamente recuerda a Gilles Deleuze y nos lleva a su fascinación por Marcel Proust, a esa enigmática frase del novelista francés  "Los libros hermosos están escritos en una especie de lengua extranjera".

                 El proceso de extrañamiento de la propia materia creativa en este caso -la lengua- es uno de los puntos más altos de este ensayo, también lo es cuando los autores se detienen en Don Cornelio y la zona hablando de su segundo disco Patria o muerte, su mirada es aguda y perspicaz sobre esta poética que narra implícitamente los últimos estertores de la utopía democrática. "Pero, mientras tanto, sobre el telón de fondo del resquebrajamiento del gobierno alfonsinista y las propias relaciones sociales, las letras de Patria o muerte también se construyen a partir de rasgaduras, hendiduras a través de las cuales irrumpen frenéticos detalles de la descomposición generalizada; la fragmentación social afecta a la propia palabra que se parcela y se fracciona imbuida de la lógica social imperante, y siendo al mismo tiempo su expresión (...) Reventar, atacar, revolcar, explotar, vagar, entre basura y antiguas garitas de vigilancia abandonadas, señales de la pasada dictadura militar, olores, gritos, encandilamientos del brillo del fuego, vacío y muerte, que van jalonando claramente un estado de situación de lo social que se expande y se extiende al propio espacio del rock, imbricando un estado de oposición interna".

                     Pero este minucioso análisis comienza a mostrar su umbral interpretativo cuando señala en una nota al pie de página que una de las canciones de este disco puede decir otra cosa, el problema claro está no es la polisemia textual, sino la intencionalidad de la lectura.
 "El tema "Tarado y negro", aunque se refiera a un hombre que trabaja de noche y no puede dormir de día, puede ser interpretado como la descripción de una tensión opositiva entre un pop, del que solo el gesto estúpido de un festejo vacío, y los grupos más contestatarios, que intentan ser expresión de lo negro en que se va constituyendo lo social en esa democracia alfonsinista".
En este contraste esta perfectamente ejemplificado la problemática interna del libro, que no puede y no quiere desandar esta lectura política, que por momentos como este y otros como se vera más adelante roza su propia caricatura.

                    Esta tensión recorre al libro y aparece de manera elocuente cuando se dedican a pensar el fenómeno Soda Stereo, una banda que hizo del culto de la imagen, la frivolidad, y del consumo un fin en si mismo, detalle que no se fue atemperando con el tiempo sino que alcanzó ribetes de elegancia y glamour muy a tono con el esteticismo de cierto cine dark de los 80s (4), en manos de directores que comenzaron sus carreras fogueándose en el mundo de las publicidades, y que utilizaron algunos de estos recursos para la creación de su propio cine. Soda Stereo no tenía una mirada severamente crítica sobre los medios, de hecho su nombre parecía más la marca de un producto estrafalario que el de un grupo de rock, y creo que esa fue la intención desde el inicio, crear un producto acabado, puntilloso y perfeccionista, no en vano tiempo después su proyección en toda latinoamérica y el interés y posterior producción de Carlos Alomar (5) para uno de sus discos más exitosos: "Doble Vida".

                 La mirada del ensayo sobre Soda es crítica y pertinente, percibiendo con lucidez la problemática en la que se veía inmerso la banda: "Empezaba a ser difícil presentarse como moderno y al mismo tiempo criticar esa cuestión como una (im)postura. Se asume en todo caso una contradicción que empezaba a marcar a una clase de joven que teóricamente estaba en contra el consumo pero que sin embargo estaba rodeado de publicidad e incitación al mismo. Los primeros temas de Soda Stereo reflejan esta situación estableciendo una relación ambigua, de amor-odio, con el consumo y la televisión, al mismo tiempo que sus letras se van inflexionando sobre un imaginario modelado por los medios de difusión masiva". Si bien es cierto de que eran muy conscientes del peso de la imagen, de la puesta en escena y de la ilusión del erotismo, se hace dificultoso pensar en ellos como intelectuales al tanto de los debates posmodernos como lo plantean los autores que en su premura llegan a sostener que los Soda Stéreo eran "lectores aplicados de Jean-Francois Lyotard y Gilles Lipovestky".

               Al texto no solo se les nota los hilos con este gesto sino la premura por inscribirlos dentro de una corriente que explique y ponga en contexto las decisiones formales de esta poética, no es equivocado el camino cuando lo vinculan con la película 9 semanas y 1/2, y leen una continuación de la subjetividad del personaje de Mickey Rourke en las letras del grupo, las similitudes conceptuales son pertinentes, el personaje de la película, es un yuppie, un corredor de bolsa huérfano de afectos que encaja perfectamente con la situación retratada en el tema "Prófugos".
"Soda Stereo en cambio expande la marginación como un juego, las subjetividades desplegadas son outsiders pero dentro de su propia clase (media), eligen jugar a ser marginales, a vivir como si fueran delincuentes desplegando esa lógica en las formas de establecer relaciones sociales (...) Es así que Soda Stereo expande que somos parte de un juego deseoso instaurado en una nueva etapa del capitalismo". Lo que análisis deja de lado es el tono existencialista e incluso pesimista del narrador, no ven en ella el dato más relevante de esta sensibilidad, la canción muestra una subjetividad sin asideros, una que ha perdido su lugar, el sentido íntimo de las cosas, la fuga claro esta, es tratar de escapar de la historia, del peso del mundo, la última estrofa deja resonando un pregunta elemental para una época signada por la amarga resignación de los ideales libertarios: "No tenemos donde ir/ somos como un área devastada/ Carreteras sin sentido/ Religiones sin motivo/ Cómo podemos sobrevivir".  

             Que 9 semanas y 1/2 tenga mucho que ver con el escenario que plantean las canciones de Soda es porque comparten un mismo espíritu de época, no es equivocada la presunción de que el imaginario de la banda le deba más a la estética llamada posmoderna. Hay cuestiones temáticas muy presentes en las letras del grupo que no escapan de su tiempo y de los cuales el grupo se hace cargo:el voyeurismo, las relaciones impersonales, el fetichismo de la tecnología, el fin del relato contracultural, la común unión del rock con la industria del entretenimiento, el aislamiento, la muerte del afecto y el tono levemente irónico y festivo de la pose del rock, que gracias a la invención de la MTV puede logra una total conciencia y control de su puesta en escena.  Estas son algunos de los nudos temáticos que Soda utiliza desde su cantera creativa, creando y haciendo posible su propio artificio de percepción, un artificio estilístico, un espacio digno de la mejor ciencia ficción distópica, un lugar donde la mirada solo existe en beneficio de los cuerpos, ya sea desde la persiana americana o el cielo, la cámara cenital sobre la ciudad de la furia, anticipándose al drome, a la mirada policial, a la mirada ubicua y paranoica de las pasiones clandestinas.

            Pero hay un detalle que no hay que pasar por alto, 9 semanas y 1/2 no es un película de David Lynch como creen los autores, sino de Adrian Lyne, el equivoco se encuentra en que en el año 86, se estrenaron tanto esta película como Blue Velvet de Lynch que lo único que tienen en común es el año y cierto trabajo en la iluminación y puesta en escena de decididos tonos azulados, que en Lyne responde a un fuerte esteticismo de la imagen mientras que en Lynch la utilización del color responde al carácter simbólico de la imagen, pero para los autores ya sea por apuro, ignorancia o simplemente porque les da lo mismo, no le dieron importancia a estas diferencias pasando por alto las características estilísticas de estos directores en su afán por conceptualizar críticamente la llamada estética posmoderna.
" De un clima de frescura juguetona que puede guardar la guerra fría, bajo la forma de un misil, en el placard; se pasa a una atmósfera más densa que va a carácterizar a Soda Stereo en el futuro. La densidad de las películas posmodernas de David Lynch: "sufro otra mutación, un color azulado/ algo esta ligándome cuando estoy a tu lado", "Azulado, a su lado cambiaría de color. /A tu lado ". ("Estoy azulado", Nada Personal, Soda Stereo, 1985).

             Pero lo más llamativo de este análisis es que los autores denuncien que esta poética adolece de nostalgia por una totalidad perdida, cuando justamente lo que no hay en Soda Stereo es saudade sobre el pasado, al contrario abrazan el presente y se entregan a sus herramientas con el entusiasmo de la reelaboración, del gusto por el detalle y la búsqueda de medios similares a los media en la construcción erótica de la percepción, en todo caso la mirada del ensayo sobre la banda pareciera estar teñida por esta nostalgia.
"Si el hedonismo posmoderno desplegado por Soda Stereo lleva la marca de los medios masivos, en especial aquellos que como el cine -bajo el formato del video- y la televisión priorizan la imagen, ante su frialdad y dureza -"Busca calor en esa imagen de video" - se intenta contrarrestarlos mediante la sutileza en el manejo del lenguaje (...) Pero, sin embargo, las letras se van conformando mediante un lenguaje que ya esta estructurado, en su lógica interna, mediante los procedimientos del video clip. Las frases se cortan y se suceden en una estética que supone el zapping y el trozado del video clip y que sin embargo añora los tiempos de totalidad, por eso ese vestigio y resto de nostalgia que no deja de contaminarlos".

            La lectura sobre el procedimiento estético es precisa, pero las consecuencias que extraen de ellas tiene una connotación negativa, como si hubiera cierto desdén hacia el fenómeno Soda Stereo, como si en esa mítica pelea de imaginarios los autores se hubieran inclinado más por los Redondos, como si estos últimos fueran un modelo de lucha y subversión  y los otros "la mejor expresión del rock cortesano" complacido y complaciente con el sistema. El párrafo que sigue muestra y demuestra que las herramientas del texto son certeras pero la apreciación conceptual en lugar de abrirse a la problemática, buscar clausurar las preguntas de una manera peligrosamente simplista.
 "Como en los finales del siglo XIX, la novelística argentina, imbuida de una impronta naturalista, dio cuenta de las transformaciones de Buenos Aires como una gran urbe moderna (...) Las letras de Soda Stereo también van a dar cuenta de las transformaciones de Buenos Aires ahora como ciudad posmoderna (...) Soda Stereo da cuenta de la ciudad como un espacio abstracto, vaciado de un contenido que refiera a algo específico (por el contrario, un poco después, por ejemplo, un grupo como Memphis La Blusera va a describir una ciudad plagada de señales barriales y del mundo del trabajo). Buenos Aires se ve susceptible, pero solo desde arriba, la ciudad vista desde arriba, un hombre alado, un Ícaro que descubre que para llegar al sol -el jet set- hay que volar de noche, y de día ocultarse en la city porteña".

           En esta interpretación de Soda Stereo se percibe el límite de lectura al cual se llega, nuevamente hay que recalcar que la dimensión estética no tiene más peso que el de ser el correlato social de las diferentes tempestades políticas, si el libro hubiera detenido un poco más la cuestión estética no estaría tan atada al peso de este sentido histórico que todo el tiempo ofrece la misma salida textual, no porque no haya razón cuando hablan de los efectos del capitalismo más salvaje y la globalización, sino porque el texto no tiene punto de fuga para decir otra cosa que esta, y esta es justa la cuestión más importante, porque "lo realmente otro" en este ensayo es la literatura en su misma especificidad.

         Pero esto es tan solo el comienzo, un libro tan ambicioso y excesivo merece mucho más que una breve reseña, (esa palmadita en la espalda) y esto es lo que propone este ensayo desde su fuerte lectura moral sobre los hechos y su imperativo ético, salir al cruce, e interpelar a la doxa, al sentido común del rock, a su ortodoxia y a la periferia de la literatura nacional, señalando los alcances, influencias, legados y traiciones. Si las letras de rock son consideradas literatura es porque esta última se alimenta de las (siempre en movimiento) capas tectónicas de la realidad, en un mundo donde el discurso del poder ha generado sus propias estrategias discursivas, sus propia ficciones con la cual alimentamos nuestros días. El rock una de las últimas manifestaciones estéticas más interesantes y novedosas del siglo XX, que libra una batalla pírrica sobre el contenido de su forma, este libro pone en escena estas cuestiones, y nos abre un inmenso interrogante:¿De qué hablamos cuando hablamos de Rock?

         



 1- Del libro "Escritos sobre Nicolás Rosa"Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras (2016)               
2-Las Letras de Rock en Argentina, de la caída de la dictadura a las crisis de la democracia (1983-2001) Ediciones Colihue, 2014.

3- "¿Pero cuál es la trampa que acecha a la crítica? Nicolás la menciona varias veces: el delirio, el delirio interpretativo. Porque parece imposible que en algún punto un texto, cualquier texto, no se ponga delirar o que no posea un ápice de delirio. La escritura es el lugar donde la lengua delira (...) Los grandes críticos no deberían temer al delirio: es la única manera de leer el delirio de los grandes textos. Todo gran crítico como Nicolás debe ponerse a delirar con sus textos, y en su propio texto, sin abandonar la razón, desde luego, porque siempre la razón acompaña al delirio como una sombra fiel que certeramente le va guiando los pasos del extravío". 

Sobre el arte del olvido y tres ensayos sobre mujeres de Nicolás Rosa- Jorge Panesi, texto de la presentación del libro El arte del olvido y tres ensayos sobre mujeres.

 4- Hubo una tendencia a comienzo de los 80s de la mano de directores británicos que comenzaron a contaminar la estética cinematográfica, con los recursos del mundo de los anuncios publicitarios y de la naciente estética del video- clip, uno de ellos es hermano de Rydley Scott que dirigió grandes éxitos comerciales tales como "El ansía" film de culto que ponía en escena una historia de vampiros moderna, con un David Bowie muy estilizado, y un cameo de Peter Murphy, cantante de Bahaus haciéndo su mítica performance de la canción "Bela Lugosi is dead", esta película fue un fracaso de taquilla, Tony después mejoró su puntería con films de mucho éxito como Top-Gun, Days of Thunder, El último Boy Scout por citar los más resonantes.
Adrian Lyne es el otro director que comenzó su carrera dirigiendo comerciales y que después se paso al cine, con películas a caballo del video clip, como lo es el film Flashdance, o de contenido adulto como Atracción Fatal, o coqueteando con el erotismo porno-soft, Lolita, o 9 semanas y 1/2, con un tratamiento de la imagen muy cercana a la imagen de los anuncios publicitarios típicos de la época. La única pelicula que sale de su registro habitual es la Escalera de jacob, el intento quizás más cercano de este director a la estética de David Lynch.
El otro director de esta camada es Alan Parker, conocido mejor por ser el responsable tras las cámaras de "The Wall" la magna y megalómana obra de Roger Waters.

5- Carlos Alomar es un músico, guitarrista, compositor y arreglador musical, puertoriqueño-estadounidense, muy conocido por su trabajo con Davi Bowie, también trabajo con Iggy Pop, Paul MacCartney, Mick jagger, y Soda Stereo.