"En la actualidad, cualquier discurso sobre la experiencia debe partir de la
constatación de que ya no es algo realizable. Pues así como fue privado
de su biografía, al hombre contemporáneo se le ha expropiado la experiencia:
más bien la incapacidad de tener y transmitir experiencias quizás sea uno
de los pocos datos ciertos de que dispone sobre sí mismo."
Giorgio Agamben
Infancia e Historia
"La escritura es el lugar en el que me enamoré de ella".
Diario de Golondrina
Los relatos sobre asesinos a sueldo a los que el cine nos tiene acostumbrados, nos muestran una subjetividad fría, anodina, mecánica, como uno supone debería ser, para llevar a cabo un trabajo de estas características con efectividad, a su modo, los asesinos a sueldos están más allá del bien y del mal, es decir la moral convencional no entra en la ecuación de su economía de sangre. Generalmente estas historias muestran el derrotero del personaje a lo largo de los días con sus maneras y las formas de trabajar frente a cada objetivo nuevo, con sus respectivas rutinas, métodos, y la deliverada minuciosidad para estar atento a todos los detalles. Así como también este tipo de relato muestra una subjetividad carente de entusiasmo y de empatía por la vida misma, no solamente la de los demás, claro está, sino que también la propia.
Todos los relatos sobre asesinos a sueldos -pienso en El Samurai, Peligro en Bangkok, El Americano, por nombrar algunos de esta gran cantera narrativa que es el cine- culminan con la muerte del personaje, como si la misma moral del relato no pudiera contemplar este tipo de vida sin un juicio severo sobre las causas y efectos, los costos y las pérdidas. Salvando El samurai la gran película de Jean Pierre Melville las otras dos adolecen de los lugares comunes del género, tanto como en El americano -acá conocida como El ocaso de un asesino de Anton Corjbin- y Peligro en Bankok -vi solo la remake protagonizada por Nicolas Cage- tratan de humanizar a su personaje cuando este se topan con la la posibilidad del amor. (1)
Sobre estos temas parece recalar la novelle "Diario de Golondrina" (2006) de la inclasificable y prolífica Amelie Nothomb, autora de la cual solamente he leído tres novelas y que a mi parecer, es una escritora que sabe manejar el misterio de la narración, sabe mantener cierto suspenso que no tiene que ver con un género en particular sino más bien, responde más a la tensión interna entre lo que elige contar y lo que calla, las tres novelas que tuve oportunidad de leer no se apoyan en la deriva de personajes bien definidos sino más bien en la construcción de una voz, en un tono, en una manera de decir, que a su manera es toda la literatura (2)
Diario de Golondrina es un relato totalmente autoconciente de sus materiales, no malgasta sus esfuerzos en crear un mundo, sino que toda su voluntad pasa por la creación de un discurso fuertemente enraizado con la tradición literaria, pero desde un lugar oblicuo, alambicado, con pinceladas de la cultura pop y la contemporaneidad. Este entrecruzamiento genera una curiosa distancia que coloca a la historia en una perspectiva extraña y funcional, de un humor seco, desganado, a la manera de los de los films de Jim Jarmush, de las novelas, cuentos y obras de teatro de Samuel Beckett, que detentan un tono cansino, agotado, al límite del silencio y la abulia.
Diario de Golondrina es una novela sobre un asesino a sueldo, comparte con los films citados algunos lugares comunes -la frialdad, el método, la ausencia del pasado y del porvenir- pero la diferencia es que los personajes en los films ya son asesinos de hecho, en cambio en el relato de Amelie Nothomb nos muestra el devenir, el momento en que su personaje pasa de su inocua normalidad a esa vida extraordinaria en sangre y sexo. La voz narradora no justifica su accionar, no hay propósito más inútil que buscar explicaciones donde no las hay, parece decirnos desde su cinismo avant la lettre.
En un mundo donde ya no parece posible tener experiencias, epifanías, ni silencios porque todo esta mediado y pre-digerido por los diferentes placebos de la civilización, Urbano -tal es el nombre con el cual el personaje elige bautizarse para iniciar su carrera de sangre- decide traspasar el umbral de su aburrimiento, sin pompas, ni declaraciones megalómanas, ni llamados de atención rimbombantes , de alguna manera es la continuación en este siglo del Mersault de Camus ese gris e inaprensible personaje del El extranjero.
La lógica que despliega el personaje es una ligera perversión de la moral y las costumbres, en última instancia, más acá de los asesinatos Urbano le interesa tener algún tipo de conexión con sus posibles víctimas, pero no para humanizar su accionar, sino para comprobar que cada vez esta más lejos de la humanidad.
"En la actualidad, qué es una relación humana? Mortifica por su pobreza. Cuando ves lo que hoy denominamos con el bonito nombre de "encuentro", se te cae el alma a los pies. Conocer a alguien debería construir un acontecimiento. Debería conmover tanto como cuando, después de cuarenta años de soledad, un ermitaño ve a un anacoreta en el horizonte de su desierto.
La vulgaridad de lo cuantitativo ha culminado su obra: conocer a alguien ya no significa nada (...) El asesino va más allá de los demás: se arriesga a liquidar a aquel que acaba de conocer. Eso crea un vínculo."
Amelie Nothomb es la continuación necesaria del existencialismo francés, pero no funciona como una heredera, sino que es su resaca, los restos de un movimiento más filosófico que literario, Urbano su anti-héroe, como Mersaul, como Ronquetin, (ese apenas disimulado alter ego de Sartre) por accidente, por tedio, por la sorda persistencia de la vida, descubren, se topan, se enfrentan a la cruda contingencia de los hechos, a la verdad desnuda de sí misma, a la mentira necesaria, que la misma sociabilidad obliga para mantener las apariencias, para travestir al vacío, con la esperanza del sentido final de todo. (3)
"Luego el mecanismo se pone en marcha. Cada uno tiene el suyo, café-cigarrillo, té-tostada o perro-correa, regulamos nuestro propio recorrido para experimentar el menor miedo posible. En realidad dedicamos nuestro tiempo a luchar contra el terror de lo vivo. Inventamos definiciones para huir de él: me llamo tal, tengo un curro allí, mi trabajo consiste en hacer esto y lo otro.
Pero este descubrimiento del absurdo del mundo, no es motivo de angustia en Urbano, sino de una nueva posibilidad, un nuevo impulso, de un optimismo de la nada, del vacío de la misma subjetividad del ser, que se va librando de sí mismo sumido en una calma casi tan fría como la muerte.
"Todo empezó hace ocho meses. Acababa de vivir una decepción amorosa tan estúpida que ni siquiera merece la pena hablar de ello. A mi sufrimiento había que sumarle la vergüenza del propio sufrimiento. Para prohibirme semejante dolor, me arranqué el corazón (...) Entonces decidí matar mis sensaciones. Me bastó con encontrar el conmutador interior y oscilar en el mundo del ni frío ni calor. Fue un suicidio sensorial, el comienzo de una nueva existencia".
Con Diario de Golondrina queda en evidencia que para que un relato sea verosímil, tiene que haber un estilo, un tono, una forma de narrar los hechos, que no se preocupa por la construcción realista del mundo, sino que toda su a-tensión esta puesta en darle carnadura y matices (no librado de contradicción) a la voz narrativa, que en este caso usa todo su encanto políticamente incorrecto para contarnos de manera descabellada algunas situaciones que si se hubiera valido del código realista, hubiera naufragado inevitablemente. Todo es presentado desde una distancia telegráfica, que parecería por primera vez ver las cosas, pero esto no provoca asombro ni estupor, tan solo la ligera felicidad de sentir algo realmente distinto, diferente, con otras reglas y otros protocolos de cotidianeidad.
"La regla era disparar dos veces a la cabeza. En el cráneo, ya que valía más destruir la central. En la inmensa mayoría de los casos, la primera bala resultaba mortal. La segunda era por seguridad. Así nunca había supervivientes (...) Por mi parte bendecía esta ley del segundo disparo, que aumentaba mi placer. Al apretar el gatillo por segunda vez, incluso me di cuenta de que era mejor que la primera: la primera aún olía a aceite de engrasar.
Lo que se revelaba a pequeña escala se reproducía a gran escala: experimente más placer con el periodista que con el magnate de la alimentación. Y gocé todavía más con el ministro que vino después.
En contra del retrato que el cine suele hacer de los asesinos a sueldos, Amelie Nothomb le da una pátina a su personaje que en lugar de hacerlo sentir como un robot carente de sentimientos, lo vuelve cada vez más vivo a medida que las páginas avanzan.
"Afortunadamente, me quedaba la sensación de matar. Nunca me decepcionaba.
El hartazgo, que tanto había temido, no empañó aquel frenesí: al contrario, éste era cada vez más profundo.
La necesidad de terminar en mi cama se volvió más urgente. Sin embargo, no había nada sexual en mi actitud (...) El mecanismo activador formaba parte del acto mismo de matar, que me emparentaba con las divinidades más injustas (...) Anteriormente a mi pérdida sensorial, no creo que hubiera sido capaz de matar así. Habría tenido que superar numerosos obstáculos. (...) Recuerdo que no conseguía darle una patada al perro que me mordía la cola (...) Ahora, lo que debía superar para liquidar a aquellos desconocidos era una resistencia tan débil que ni siquiera podía calificarse de física. En el último reducto de mi cuerpo, situado quién sabe dónde, y que quizá sólo fuera el simple recuerdo, pervivía la memoria inmaterial de lo que fue materia y que no tenía otra función que la de alimentar mi capacidad de disfrutar (...) El asesinato comportaba una formidable carga espiritual: si se considera que el orgasmo es carne saturada de pensamiento, se obtiene la clave de mi día a día de ese entonces (...) Mi sexo sólo alcanzaba la plenitud con la idea de la hemoglobina. No hay nada más extraño que el erotismo".
Los pocos diálogos que contiene Diario de Golondrina, son lacónicos, escuetos, mínimos, de un humor deshidratado, la risa llega desfasada, fuera de tiempo, el timming del personaje realmente está en otro lugar que no es el nuestro.
"Le pregunte a Yuri si le gustaba matar.
-Ayuda a desahogarte -dijo.
-¿A desahogarte de qué?
-Del estrés, de la angustia.
-¿Y matar no constituye una angustia?
-No, es un miedo.
-¿Y el miedo desahoga la angustia?
-Si, ¿a tí no?
-No.
-¨Por qué trabajas en esto, entonces?
-Porque me gusta el miedo en sí mismo. No necesito desahogarme.
-Menudo perverso estás hecho.
En su voz sentí estima y preferí dejarle con aquella buena impresión".
O momentos de una banalidad picante y provocadora.
"-¿A qué dedicas el tiempo entre dos misiones? -le pregunté a Yuri.
-Crucigramas. ¿Y tú?
-Radiohead.
-Muy bien. Radiohead.
Tarareó sus éxitos de los años noventa.
-No -zanjé-. Mi droga son sus últimos tres discos.
-Es música experimental -dijo haciendo una mueca.
-Precisamente, soy un asesino experimental.
-¡Oh, hasta donde puede llegar el esnobismo!
Tuve el sentimiento exquisito de mi superioridad:
Yuri pertenecía a la retaguardia. Yo, en cambio, era
un asesino del tercer milenio. (4)
O situaciones de un humor finísimo, prácticamente involuntario
"-Bien, trae los documentos.
-¿A estas horas, un domingo?
-No puedo creer lo que estoy oyendo, Urbano.
¿Acaso crees que estás sindicado?
-Ahora voy.
Tenía razón. Se empieza así y se acaba exigiendo
vacaciones pagadas".
Urbano no es un asesino común, en su discurso se enhebra la cultura letrada que lo precede, aparecen Goethe, Las tribulaciones del jóven Wherter, los filósofos presocráticos, James Joyce, Marcel Proust, Aristóteles y una de los tracks más experimentales de Radiohead de su disco oportunamente llamado Amnesiac, que para la historia de este singular personaje, vendría a ser lo más parecido a una epifanía, que a su vez, es la necesaria banda sonora para el nuevo propósito de su vida. Urbano, no solo es un asesino por accidente, sino que a su manera es un pensador de ocasión, alguien que diagrama con precisión la naturaleza de este despertar a las costuras del mundo.
Urbano despliega una lógica inclaudicable, va hasta el fondo de las cosas, pero sin ánimo de espantar, sino por la simple curiosidad de ver que sucede. Su accionar si bien no tiene más justificación que sí misma, hay una filosofía detrás, una tradición que se articula de manera casi silenciosa y le da un sustento, una densidad específica que se descalabra cuando se topa con Golondrina, pero antes de eso, su discurso detenta cierta soterrada furia anti-platónica.
"El cerebro todavía es peor. resulta increíble hasta que punto dejan huella las manchas de grasa. El cerebro es grasa en estado puro, y la grasa nunca es limpia (...) todo esto confirma mi metafísica: el cuerpo no es malo, el alma sí lo es. El cuerpo es la sangre: es puro. El alma es el cerebro: es grasa. La grasa del cerebro invento el mal".
El encuentro con Golondrina (así lo bautiza Urbano) desequilibra la aparente tranquilidad de sus días, habría que agregar que Amelie Nothomb no elige ningún nombre para sus personajes, de hecho no se sabe como se llamaba antes de ser Urbano, en este aspecto, es el mismo personaje, es el que elige como llamarse y llamar a la única persona que perturba sus sentidos y lo vuelve a exponer frente al caos del enamoramiento y al deseo, todas sus defensas se vulneran, un dato que no esperaba entro en su interioridad y lo va minando con una voracidad letal. El amor es su vuelta al mundo, el amor, lo obliga a encontrar lo que durante todo ese tiempo estuvo negando con una determinación implacable, el amor abre un dique que lo arrasa y lo derrama hacia el abismo de su pasión.
El amor por primera vez lo enfrenta a un dilema moral cuando encuentra el diario íntimo de Golondrina después de haber a asesinado a toda su familia, salvo el padre que muere en manos de de su hija porque este no le quería devolver justamente su diario íntimo, en ese momento es cuando se le revela a Urbano la enorme responsabilidad de la intimidad y el silencio.
"Al abrirlo, observé una fina escritura infantil que azuleaba las páginas. Enseguida volví a cerrar el cuaderno, avergonzado. Por primera vez, experimentaba la sensación física del bien y del mal.
Ni por un momento se me había pasado por la cabeza no liquidar a la cría. Un contrato es un contrato, el asesino a sueldo lo sabe mejor que nadie. Pero, de repente, leer su diario me pareció un crimen inexpíable".
Como lo dije al comienzo Diario de Golondrina se sirve de las convenciones del género policial para narrar los hechos, pero su fin es otro, su naturaleza es bien distinta, porque su propósito es la literatura, pero muy lejos de lo que instituye el valor de lo literario y más cerca de la materia cuando todavía es ese velado misterio, cuando todavía no tiene nombre, cuando la multiplicidad de los hechos conspiran contra el entendimiento y la simiente moral de la experiencia.
Urbano responde a los anti-héroes de esta época, su vida se reduce al puro presente de los acontecimientos, no hay nada para lamentar ni buscar en el pasado, que para el lector es completamente desconocido, no hay respuesta posible, ni lógica de causas y efectos, ni tampoco hay mucho para proyectar sobre el futuro, que para el imaginario del personaje no existe, porque no hay un más allá de sí mismo.
Pero el fin es distinto si en personajes como en Jason Bourne (5), el pasado es un fantasma siempre amenazante, porque es el origen de su arriesgado nomadismo, y de alguna manera contextualiza su accionar en ese mundo: de intrigas, espionaje, y latente paranoia, en Urbano el pasado no representa nada más que un vacío, un hueco en su memoria que no vale la pena recordar, porque realmente no hay nada significativo, su vida como tal no existía hasta el momento exacto que comenzó a matar.
Diario de Golondrina es una apuesta a la literatura, que pone su foco, en lo innenarrable de la experiencia, en los puntos ciegos de una vida, y en su desesperada vitalidad.
La decisión de qué todo se desencadene por el diario íntimo de una adolescente, tan solo indica su propósito, detrás de todo registro sobre la marcha de los días se encuentra su fracaso, la imposibilidad de lo real y la permanente derrota de la literatura frente al cruda e inasible materia de las cosas.
"Pero sobre todo me hubiera gustado saber porque una chica escribía semejantes cosas. A veces enunciados tan simples, como extraños: "Esta mañana, mi corazón es grande". No iba más allá, ¿Porqué me desgarraba tanto? Intentaba convencerme de que esas líneas no sólo valían por su autor. Si las hubiera escrito una matrona plácida, no me habrían afectado. Absurdo razonamiento: nunca semejantes propósitos podrían haber sido obra de una matrona plácida.
Su brevedad, su soledad, su sabia inanidad correspondían a un ser joven y no instalado. Su frágil encanto hablaba de la belleza de la infanta difunta. Su extrañeza era la viva expresión de su destino."
La belleza de este párrafo puede hacer pasar por alto una frase en la que está el nudo temático de la novela condensado:"un ser joven y no instalado". El coqueteo con el policial, la utilización de un anti-héroe como personaje principal, tan solo son una anécdota que le da carnadura y le presta un código de lectura, a lo que se pretende contar, pero en esa fragilidad de identidades no definidas se juega la poética de la autora, por eso vuelvo a insistir que su literatura atiende más al tono elegido, a la construcción de una voz matizada y atravesada por otros discursos, que a darle identidades pre-claras a sus personajes, lo importante no esta en contar una historia, sino en todo lo que esta antes, en lo que se articula cuando una voz habla, en las inflexiones del discurso cuando las fuerzas que maquinan son múltiples, no es solo el pasado que se juega sus fichas en cada gesto estético, también opera lo que no esta, lo fuerza del deseo, la potencia de lo que esta viniendo.
La apuesta de Amelie Nothomb le da batalla al confort de los géneros, la historia que cuenta es bien simple, podría ser narrada de manera eficaz en no más de un minuto, pero su ambición estética no pasa por ahí, sino en hacer hablar a esas zonas de silencio, a esos lugares inaccesibles de una intimidad cuando no esta sujeta a los nombres propios.
Si algo enseña Diario de Golondrina es que entrar en la subjetividad de alguien, no es un acto gratuito, hay un precio que pagar, el valor de ese peaje es la empatía; la total empatía hacia ese fenómeno que es una persona antes de ser, la mirada esta puesta en lo que se está conformando en el momento en que se conforma, porque lo importante no es lo que se cuenta, sino lo que se elige callar. En ese silencio que la poética de Amelie Nothomb maneja con maestría, se encuentra toda la potencia de la literatura cuando todavía no es.
1-El Samurai es un film de Jean Pierre Melville (1967), El americano es una película de del fotógrafo y director Anton Corbijn (2010), y Peligro en Bangkok (2008) es una remake del film homónimo de los hermanos Oxide Pang Chun y Danny Pang, también encargados de esta versión.
2- Las otras novelas que tuve la oportunidad de leer de Amelie Nothomb son "Cosmética del enemigo" y "Matar al Padre" que a mi parecer no están a la altura de Diario de Golondrina, por un exceso de conciencia e inteligencia.
3-Este párrafo de la Naúsea de Sarte bien podría haber sido un fragmento de Diario de Golondrina
"Algo me ha sucedido, no puedo seguir dudándolo. Vino como una enfermedad, no como una certeza ordinaria, o una evidencia. Se instaló solapadamente poco a poco; yo me sentí algo raro, algo molesto, nada más. Una vez en su sitio, aquello no se movió, permaneció tranquilo, y pude persuadirme de que no tenía nada, de que era una falsa alarma. Y ahora crece (...) Por ejemplo, en mis manos hay algo nuevo, cierta manera de tomar la pipa o el tenedor. O es el tenedor el que ahora tiene cierta manera de hacerse tomar; no sé. Hace un instante, cuando iba a entrar en mi cuarto, me detuve en seco al sentir en la mano un objeto frío que retenía mi atención con una especie de personalidad. Abrí la mano, miré: era simplemente el picaporte."
4- Los discos de Radiohead del cual Urbano es fan son: Kid A (2000), Amnesiac (2001), Hail to the thief (2003).
5-Jason Bourne es el personaje principal de la saga Bourne identity, creación del escritor Robert Ludlum y llevada al cine de manera magistral por Paul Greengrass.