miércoles, 24 de enero de 2018

La política de la pereza y el artificio


                                     "...es ese tipo de novela que alienta la risa absurda y desesperada
                                     burlona y espasmódica, donde el protagonista es un lenguaje
                                     insoportablemente vivo."

                                                                                                                    Silvina Friera (1)


                                                                           "explicar con palabras de este mundo
                                                                             que partió de mí un barco llevándome"


                                                                                                          Alejandra Pizarnik

                                                                                                                Árbol de Diana


               Una de las mejores y modestísmas noticias del año anterior fue la publicación de "La entereza" (Paradiso 2017) la nueva novela de Eduardo Rubinschik, escritor del cual ya he hablado en ocasiones anteriores, (2) y que en esta oportunidad a la luz de esta nueva experiencia literaria me lleva a buscar las señales de una política estética que hace del artificio narrativo un verdadero punto de fuga, para paliar la indiferencia de un mundo siempre cambiante y en permanente estado de mutación.

La entereza a diferencia de sus novelas anteriores esta gozando de cierta repercusión en el mundillo literario, a juzgar por las diferentes y elogiosas reseñas en diversos medios locales (3), así como entrevistas, parecería ser que se ha descubierto a un escritor raro o diferente del cual se ignora todo y que desde el año 1987 viene escribiendo regular e intensamente una serie de libros que desafían las convenciones que la literatura tiene para sí, por supuesto esta provocación por parte del escritor -fiel a su estilo- es oblicua, lateral, alambicada y perfectamente enmascarada en un perfil bajo, una erudición modesta y una posición frente a la literatura que hace de la intermitencia y la dispersión una herramienta de percepción.

La entereza tal como lo vienen promocionando, es el hilarante relato de Enrique un personaje con serias intenciones de asesinar a la pareja de su ex, que por mala suerte o impericia termina siendo decapitado, pero este hecho capital no lo lleva a la muerte sino a una extraña y curiosa sobrevida, porque el principal motor de esta historia es la una cabeza librada de su cuerpo que página tras página ira perdiendo los atributos de la identidad para transformarse en puro lenguaje, puro discurso que nunca se detiene a afirmar ni a contemplar lo dicho, todo se fuga todo se pierde hacia la propia liberación del sentido y la compostura literaria.

La actitud de este libro frente a los hechos que narra es una característica propia de los personajes de este autor que son sometidos a la vejación de su propia humanidad, pero ellos en su percepción no lo viven como algo inusual sino como algo completamente natural, entregándose sin resistencia a los diferentes avatates que la narración va proponiendo en su recorrido, cabe aclarar que la escritura de Rubinschick es totalmente orgánica y artificial, o mejor; es orgánicamente artificial, no hay nada natural en su prosa elaborada, todo es pensado desde la propia contingencia de la escritura por eso la lógica las historias hay que buscarlas ahí, a la sombra de la palabra escrita, del fraseo bruñido por la música del autor.

Creo que gran parte de esta repercusión que esta teniendo La entereza se debe a que es una experiencia mucho más grata que la de los libros anteriores, no porque esta última novela sea de lectura fácil, ni las anteriores novelas hayan sido herméticas, sino por la estrategia narrativa que plantea desde el comienzo, que es la de un narrador que no le tiene miedo al ridículo, se ríe de si mismo y es más; invita a sus lectores a reírse de su nuevo destino de cabeza parlante, un poco freak, un poco tierna, bastante neurótica, y de un ego superlativo.

El comienzo de la novela no podía ser mejor, hay pocos inicios tan contundentes en su intención narrativa, como sencillos en su expresividad formal, en ese primer párrafo esta todo lo que el autor desarrollará hasta las últimas consecuencias: la incansable e insoportable verborragia del personaje principal, y la tenacidad de un discurso que ira hasta el límite de lo irrepresentable en su afán y pulsión por contar los avatares de su insólita aventura.

"Debo reconocer que el marido de mi ex, a quien por ahora llamaremos Merma, ha sido siempre un buen tipo. Como artista, talentoso y a la vez humilde, a pesar de construir una carrera prestigiosa. Lo opuesto a mí, que soy soberbio y distante, con la ilusión de que, al menos quienes no me conocen bien, nunca terminen de enterarse del grado estructural de mi fracaso. Encima él es dulcísimo con los chicos, mis hijos que lo adoran mucho más que a mí. Por eso seguramente, mis deseos irrefrenables, un día cualquiera y natural, de matarlo."

La novela plantea un procedimiento estético casi realista en su comienzo pero en la medida que la historia va avanzando paulatinamente se va desarmando por dentro, casi como si fuera la decostrucción de la novela antes que una, donde importa más el fraseo de una prosa que tendrá diferentes ritmos y velocidades de percepción como de afecto y empatía, que la historia en sí, que es muy sencilla en su formulación pero compleja en cuanto a los desafíos que le propone al lector ya que no le tendrá respeto a la convenciones, ni a su propio personaje que sufrirá en su nueva condición diferentes tipos de humillaciones, violencia y  destratos, pero no hay golpe bajo en esto sino un humor negrísimo que sabe cuando reírse y cuando hacer sentir incómodo al lector.

"Lo embosque una nochecita, cuando volvía para su casa, que había sido mía (...) Viéndolo venir, la espalda decorada por el estuche de su violín que se balanceaba como un bote precario (...) se me ocurrió que lo mejor sería estrangularlo con una de las cuerdas. Eso sería más potente como imagen: un asesinato musical, la cuerda dando vueltas en su cuello y rematando el giro con un moño. Al enterarme de la horrible noticia, por ejemplo en el velorio junto con sus allegados y mi propia familia, yo me dedicaría a llorarlo exuberantemente hacia el exterior, aunque sin exagerar. Ante todo a llorarme en la intimidad, rebuscando en mi propia historia el tramo anterior a su desagradable existencia, a su invasión sobre la mía, sustrayéndome así de la escena de su asesinato, en fin: jueguitos imaginativos para acompañarme hasta la orilla del naufragio".

Inútil sería comentar los pormenores de una historia que merece ser leída como una experiencia en su sentido más informe sobre la narración, o como se atenta  y conspira en una historia llana para que todos los signos se vean subvertidos constantemente, siendo lo único que permanece hasta el final sea esa verborrea constante de una cabeza llamada Enrique pero que a lo largo de su relato ira extraviando su pasado, al perder o confundir todos los nombres que conformaban su identidad, en este aspecto el libro dialoga con la primera novela del autor llamada "Lisböe o las partes del agua", que en uno de sus pasajes ya hacia el final de una historia incierta e imprevisible arroja una observación que ilumina por un segundo al imaginario del escritor.

"...cuál era su nombre, ah la lengua se traga todos los nombres. Que extraño cuando el tiempo se independiza del cuerpo, cuando puede ocurrir que sus caminos vayan abriéndose uno del otro, y sea posible tanto el paso de un año como el de una noche, noche cercana al dolor primordial. Sería, en ese caso, la que acaba de transitar el cuerpo, o el recuerdo de hace un año que ha durado toda la noche, en forma de sueño, quién sabe. Una conjunción de palabras, una unión matrimonial entre dos vocablos se le ha aparecido recién, se trata de dolor psíquico, no es algo que tenga en absoluto definido, pero sin ser muy audaz le suena a motivo, a frase médica, a sí mismo."

Dolor psíquico es una buena manera de retratar a la poética de Rubinschik que sin llegar a ser un típico intelectual es más bien un escritor cerebral, la entereza es la confirmación de este imaginario donde el escenario son los pensamientos, la cabeza, la testa, la mente que no tienen otra manera de ser y expresarse más que a través del lenguaje, donde la lengua de su personaje se niega nombrar al mundo tal cual lo establece la norma y las convenciones sobre lo real, por eso el insistente olvido del nombre de la pareja de su ex, su extraño travestismo cuando se descubre con los labios pintados, los repentinos cambios de escenario hacia el final del relato y el encuentro con su doble más viejo que es incapaz de reconocerse en el patetismo risible de esa cabeza que se reconoce y se enternece cuando ve su cuerpo íntegro pero más viejo, ese es uno de los únicos momentos con cierta nostalgia por el pasado, pero la misma historia se encarga de no dramatizar ni darle demasiada injerencia a los ataques de sentimentalismo del personaje.

"Nunca hubiera esperado ver lo que vi: quien salía a recibirnos no era otro que yo mismo, aunque con hache. Henrique era mi propia figura (...) Supuse que el andar cansino y desinteresado de aquel hombre cambiaría al reconocerme. Henrique era un sujeto entero. ¡Por fin veía, luego de tanto tiempo, a mi torsito!. Mis fantasías, desde nuestra separación, siempre habían contenido un matiz de sentimentalismo: imaginaba que el reencuentro entre el torsito y su cabeza, dicho así en tercera persona, igual a la visión de uno mismo en medio de un sueño, resultaría tierno, lleno de abrazos por un lado y besos por el otro (...) Además, reencontrarme con mi torsito pero en esas condiciones, estando él, aunque vencido por la vejez, debajo de una cabeza perfectamente suya y verosímil, me volvía un tanto irreal. Dos cabezas de una única persona no podían convivir ni ser posibles. "


Si hay un hecho político fuerte en la entereza este es la imposibilidad de llevar a cabo una estética realista en manos del autor, que se resiste a ello básicamente por pereza e incluso aburrimiento, quizás Eduardo Rubinschik hubiera sido un novelista más del agrado de Borges que se fatigaba con el realismo y más aún con la demencial tarea de escribir una novela y es probable que este escritor sea un rara avis por ello, porque en su tarea antepone (siempre en un tenso equilibrio)  el artificio al tema, el procedimiento al contenido, la forma sobre el fondo y en ello hay toda una declaración de principios que sabe muy bien de su pasado, de hecho su segundo libro de cuentos se llama "Amor a las deudas" una curiosa manera de nombrar a la tradición, a lo que falta, a lo que es, a lo que viene.
Por eso aparece la pereza como una actitud política frente al qué hacer de la literatura, porque el autor sabe demasiado bien de que no hay página en blanco, de que hay que vaciarla continuamente para que pueda aparecer límpida la voluntad del relato, y la tan bastardeada voz del autor.

Pero no hay que confundirse la pereza no aparece en el campo de la escritura, sino en el del sentido, no hay temas importantes, porque siempre es un punto de partida para lo imprevisible, para la fuga de todo lo conocido, no es una tesis ni algo que se quiera demostrar, sino algo que hay que transitar, pasar, y vivir en su sentido más llano, por eso este autor combate desde su ejercicio (casi en silencio) a la nostalgia, a la a la metáfora, a la metafísica de la representación que siempre reclama la importancia capital de la verdad, y como lo sabía ese viejo zorro ciego, -la verdad es una cuestión de estilo- como Bartebly ese opaco personaje de Melville, Eduardo Rubinschik prefiere quedarse en los bordes, en la periferia, en la línea justa que no hay que pisar para convertirse en un escritor que le dice cosas importantes a la comunidad, por eso prefiere no hacerlo, y no consentir al deseo de trascendencia que todo autor con pretensiones de artista dora en la intimidad de sus sueños.



Los libros publicados de Rubinschik hasta la fecha son:

Trama (1987) libro de cuentos en conjunto con Mariano Fiszman

Amor a las deudas (Paradiso 1999)

Lisböe o las partes del agua (Paradiso 2004)

La suma del Olvido (Paradiso 2009)

El Tiempo Involuntario (Editores Argentinos  2013)

Para teatro, ha escrito Con las antenas puestas (1991)
Las mutaciones del mal (2013)


1- https://www.pagina12.com.ar/86332-diez-posibles-titulos-del-ano

2- Los textos anteriores que escribí sobre Rubinschik son sobre La suma del olvido http://lortellado.blogspot.com.ar/2012/12/cuando-la-literatura-es-una-performance.html y El tiempo involuntario http://lortellado.blogspot.com.ar/2013/12/la-literalidad-del-artificio.html

3- Algunas de las entrevistas a Rubinschik  http://www.lanacion.com.ar/2045606-eduardo-rubinschik-si-me-dicen-escritor-raro-para-mi-es-un-elogio, https://www.pagina12.com.ar/75550-tengo-horror-por-la-seriedad-y-por-la-literatura-ecumenica