jueves, 31 de julio de 2014

cortar/ pegar, (un estado de la cultura)

                           
                 
              Hace unas semanas asistí a una performance en danza del coreógrafo colombiano residente en nuestro país Luis Garay, la misma se presentó dentro de un evento organizado por Panorama Sur, llamado Plataforma Internacional para Las Artes Escénicas. Lo que viví en esa media hora que duro el espectáculo me dejo perplejo, atónito e indignado pero al mismo tiempo no dejaba de inquietarme, porque la cuestión que intentaba abordar la performance, llamada Ciencia y fricción es algo capital a la historia de las disciplinas artísticas en relación a su pasado, y sobre todo a la consolidación de sus discursos formales en nuestro mundo de autoconciencia histórica.

Según la información que uno puede recoger en la red, este es el quinto año que se realiza este evento que no solamente ofrece espectáculos sino que también seminarios para dramaturgos, workshops, que este año contó con varias personalidades fuertes del teatro argentino contemporáneo, tales como : Vivi Tellas, Ricardo Bartís, Aldo El Jatib, Ruben Szuchmacher, etc...que dieron clases magistrales. Menciono esto porque me parece importante la naturaleza de este evento que tiene como ambición la de generar una usina de creación teatral y un espacio de intervención cultural, por lo cual la performance de Luis Garay tiene que ser leída desde este contexto, porque aparte Plataforma Sur  este año se presentó bajo el eslogan: "Más allá de la representación".

Es interesante que para un evento de este tipo, donde lo predominante en estas jornadas es el texto dramático, donde la voluntad organizadora esta puesta en generar un espacio de reflexión y creación, y en donde de alguna manera las estrellas son los dramaturgos, que a diferencia del bastardeado oficio de guionista cinematográfico, estos comparten ambiciones artísticas, y un lugar ganado dentro de la literatura, hayan convocado a una performance como la de Luis Garay, no porque esto no pudiera ser posible, sino por la pobreza de la propuesta porque Ciencia y fricción abusa de todos los lugares comunes de la intelectualidad posmoderna.
Pero cuando hablo de pobreza no me refiero a  falta de ideas, sino que al contrario de un exceso, pero esto más tiene que ver con una sentencia sobre un estado de cosas del mundo que sobre la puesta en escena y sus estrategias de exposición.

Ciencia y fricción es una performance que apela al concepto, a una idea de la representación donde lo que se ve no son cuerpos, sino pura deriva discursiva, porque en escena no solamente están los intérpretes sino que también una voz en off, pero su tarea no es la de relatar sino más bien la de intervenir, subrayar, jugar, musicalizar e imponer un ritmo a todo lo que sucede en escena. Los dos interpretes no tienen una relación directa con esta voz, sino que por momentos son reactivos a ella e incluso corren paralelos no solamente a esta voz sino entre ellos, que se mueven al principio lentamente para después desarrollar otras velocidades. Si bien los intérpretes son hombre y mujer  esto no se connota en sus movimientos, pero en ello se juega una simbología porque cada uno en las mismas manos tienen uñas postizas. Este detalle juega un papel de referencia hacia el final de la obra* como lo es toda la performance pero esta referencia solo es eso, es decir algo que indica ciertos conocimientos del mapa cultural.

La primera referencia de Ciencia y fricción es que es danza conceptual minimalista, desde su puesta en escena, a la elección quinética de los intérpretes, pasando por el trabajo sonoro y la iluminación, todo señala un solo lugar de interpretación, que no tiene necesariamente que ver con lo que la performance nos quiere decir en cuanto a contenido, sino en cuanto a código y aquí es donde esta puesta la severidad del trabajo, hay una sobrecodificación  para domesticar la forma, para permitirle un solo matiz que es la representación de que no hay representación en escena y aquí esta el artificio mayor del coreografo Luis Garay, este su concepto fuerte, que más que un concepto es "una idea de...", un subterfugio para demostrar que esta al tanto de los últimos debates de la ciencia, la filosofía y la estética.

Ciencia y fricción es un trabajo que abreva inevitablemente en el posmodernismo, pero en lugar de preguntarse cuál es el costo de sostener determinado tipo de discurso sabiendo que somos seres culturales atravesados por la tradición, la tecnología de la información y los últimos avances de la ciencia en cuanto a las políticas de vida, elige el tono de la liviandad canchera y esta bien cuando esto funciona, y por eso aplaudimos con razón a Tarantino o a los hermanos Coen porque hacen de las referencias culturales y cinéfilas el entramado mismo de su estética, poniendo a estos discursos en tensión generando nuevas relaciones con la actualidad, el problema de esto son sus imitadores, es decir los que quieren hacer de esto una fórmula de éxito seguro, los que creen que con solo enunciar los títulos de los grandes temas piensan que están participando del pensamiento.

Una amiga que había visto la función el día anterior me decía, que lo que más le había interesado era la voz en off, es más aseguraba que la voz era la obra y los cuerpos estaban de más, y es cierto, Ciencia y fricción no tiene cuerpo ni siquiera el discursivo de la voz en off, porque los cuerpos no están más que como signos de lo que se debería ver, y la deriva discursiva que nos propone la voz de Luis Garay no hace asidero en ningún sitio lo cual no es un problema, la cuestión es que esa deriva no tiene intensidad, no deja rastros en el espacio sonoro, es puro vacío que se deleita hablando en ingles citando a Passolinni a Bacon, canturreando en portugués, subrayando los cuerpos para que uno los pueda notar más allá de la medianía, generando onomatopeyas, ritmos y una morosidad que por consecuencia va devorando la pretensiones de la obra en el más llano aburrimiento.

Luis Garay realizo la performance casi como si despreciara la misma naturaleza de la disciplina con la que hizo carrera en nuestro país, se le nota demasiado el esfuerzo por congraciarse en un terreno que no es el suyo, mejor hubiera sido que realmente hubiera bailado, que hubiera enfrentado el cuerpo a los sedimentos discursivos de la cultura, porque si nos atenemos a lo que dice el programa de mano, nos encontramos con la misma estrategia de seducción a la que por desgracia se le notan demasiado las costuras.
Pero sería injusto con Luis Garay si dijera que el armo esto con conciencia, porque encuentro en su gesto la misma estrategia del peor arte contemporáneo, que hace un uso elitista de la información, que en lugar de abrir una puerta que invite a la percepción la cierra con grandes enunciados, buscando imponer una manera de percibir, de sentir y de pensar.

Ciencia y fricción es una obra propia de estos tiempos en su peor sentido en donde al parecer el nivel de información de la gente, no pasa del titular de las grandes noticias, y en ese aspecto lo que la performance viene a constatar es realmente terrorífico, porque nos indica que ya no hay tiempo para el pensamiento, lo que existe es una gran archivo cultural a disposición pero hemos perdido la capacidad de relacionarnos con nuestro pasado, ya no sabemos como leer los signos de la cultura sin la mediación de una apretada síntesis, un manual de uso para el consumidor, un trailer, una tanda de comerciales, o la sagrada opinión de nuestros pensadores de turno.

Creo si existe algo admirable en Luis Garay es su capacidad de gestión, porque desde que vive en Argentina no ha dejado de producir una considerable cantidad de obras con mayor o menor impacto ha logrado instalarse en la cultura local, Ciencia y fricción es una consecuencia de esta relación y búsqueda, porque según el coreógrafo lo que ha venido buscando es producir "otro tipo de fisura en el tiempo, para hablar de otra velocidad no aparente, para cotejar la danza con otros ambientes y territorios: filosofía, moda, música, paisaje, escultura".
Según el breve repaso de su carrera en un medio porteño Luis Garay fue espectador de las ediciones anteriores de Plataforma sur, y esta fue su oportunidad para sumar (teniendo en cuenta la disciplina) al cuerpo como material lingüistico, amén de que el eslogan de este año más allá de la representación le pareció la mejor excusa para huir de la mímesis: "se trata de combatir al significado, de atacarlo. Porque todo lo que yo puedo llegar a percibir del universo es abstracto. Es inexplicable.

Creo que el punto más problemático de este trabajo es esa alusión a la ciencia ficción, porque terminada la performance queda más la sensación, de que realmente el título fue más un golpe de efecto que una realidad, y nuevamente las palabras de Luis Garay le juegan una mala pasada: "La obra alude al género de la ciencia ficción y a la vez fricciona con el, descomponiendo la idea de ficción como fantasía. Y por otra parte a la ciencia como búsqueda de conocimiento. ¿Qué podemos sacar de la teoría de la entropía para aplicarlo a la ejecución del movimiento.?

Creo que la mayor fantasía es pensar que esto sucede en escena, porque obviando al género literario, tampoco existe fricción, no hay tensión, no hay fuerza, todo esta terriblemente lavado, los cuerpos de los interpretes no adquieren dimensión en el espacio, es más parecen figuras de cartón pintado al servicio del código, lo único que tiene cierta carnalidad es la voz en off de Luis Garay, pero en su deriva discursiva parece más enamorado de su propio sonido que de realmente producir algún tipo de intensidad en el espacio escénico.
Claramente no hay ficción, ni relato, ni siquiera imaginación, no hay cuerpo archivo (uno de los puntos del programa de mano), no hay montaje de la información que se pretende desplegar, lo que si hay (y mucho) en esa media hora que dura la experiencia es el procedimiento de cortar y pegar otros discursos pero en su posibilidad menos interesante porque la performance se limita a literalizar el procedimiento,  pero el resultado no es un collage como podría ser, sino su forma es la de un pastiche que se agota tan rápido como el sabor de un chicle en la boca.




Ciencia y fricción se presentó en el Centro Cultural San Martín los días 15 y 16 y 29 y 30 de julio.

FICHA TÉCNICA
Performers: Ivan Haidar, Luis Garay y Florência Vecino.
Colaboración Artística: Vanina Scolavino y Ana Teixeira.
Colaboración en dramaturgia: Ariel Farace
Asistencia en Montaje de sonido: Tom Monteiro
Luz: Eduardo Maggiolo
Diseño de imágen: Vanina Scolavino
Dirección: Luis Garay
Producción: Dora Leal, Plato Producaoes, SaoPaulo. Con el apoyo de 
SESC Sao Paulo, Kyoto Experiment Japón y Panorama Sur, Buenos 
Aires. 


Este texto forma parte del programa de mano, no en su totalidad porque la copia que tenía la extravié, esta versión responde a la información que aparece en la página de Panorama Sur.

Cuerpo archivo. Cuerpo colección. Estados en movimiento a partir de 
percepciones gestuales. ¿Qué es eso que está ausente y presente en 
un gesto? ¿Cómo puede un gesto ser ausente y ser esa ausencia una 
posibilidad de presencia? En Ciencia y fricción los cuerpos dialogan 
con un ambiente sonoro con connotaciones políticas, culturales y 
formales. ¿Slogan o poesía? ¿Trance o esquizofrenia? 
Una caída, pero no vertical, una caída sin dirección, en donde 
abstracto y narrativo, interno y externo, cultural y biológico conviven 
en igualdad. 

Las palabras citadas de Luis Garay aparecen en : http://www.lanacion.com.ar/1709901-mas-alla-de-la-logica-de-la-representacion

Esta es la página de Panorama Sur para mayor información http://panorama-sur.com.ar/

*Lo que es claro de la utilización de estas uñas postizas, es la idea del doble, el espejo, la simetria, la completud de los opuestos, de hecho subrayan esto aún más sacándose la zapatilla del mismo pie quedando enfrentados hacia el final de la obra.