miércoles, 8 de mayo de 2013

Jóvenes viejos o el malestar en la canción


      En principio su nombre no dice nada, es común, sin ningún ápice de extravagancia, en cambio su apellido suena a nostalgia familiar, a reunión de los domingos alrededor de la mesa, con todo su cotillón de felicidad: pastas, tuco, vino, pan francés, coca en envase de vidrio, soda obviamente el sifón, y la alegría de saberse juntos, a pesar de todas las tormentas del mundo.
El nombre propio es el rostro sonoro de nuestra identidad, el nombre a veces nos define, singulariza o nos pone en aprietos, cuando tiene una carga, y una historia, que habla de nuestra cultura, por ejemplo: recuerdo charlas con mi madre que sostenía la idea, (creo que la sigue sosteniendo): de que no había nunca que ponerle de nombre María a una hija, -pobrecita, con ese nombre va a sufrir mucho...- con esto se refería claramente a María, la madre de Jesús, madre de todos los dolores.
En cambio el apellido tiene o se supone la dignidad de un origen, habla del rastro de los tiempos a lo largo de las generaciones, que se van pasado la posta de mantener al apellido intacto, a pesar de los azares, o la desventuras, hay algo que permanece.

Mi propósito después de esta introducción de tinte genealógico, es hablar de Juan Ravioli, que como rasgo notorio, tiene una delgadez descomunal, acompañada de una altura considerable, que le da un aire Burtoniano, (por nuestro amigo Tim), de hecho podría tranquilamente, formar parte de su fauna de seres melancólicos, simpáticos, un poco malditos, un poco locos, outsider, freaks, raros de hecho, a manera de epígrafe de su segundo y hasta ahora último disco, hay una cita textual de "Juan Raro"(1), una novela que podría ser un antecedente del comic, los X men de Stan Lee, porque habla de la mutación, de la singularidad y de lo realmente otro, en un mundo poco agradable. La cita no es casual porque abreva en uno de los grandes mitos de los cuales se apropio el rock, el mito de la juventud al cual Juan Ravioli rinde tributo de manera explícita.

Que hasta la fecha saco dos discos bajo su nombre, uno en el 2006 y el otro en el 2009 los dos tienen el mismo título "Album para la Juventud", la única diferencia es que uno dice Ravioli, (en grande) abajo Volumen 1, y entre paréntesis (París 1980, su banda anterior) y el otro simplemente: Album para la juventud, Volumen 2 y con letras mucho más chicas simplemente por Juan Ravioli.
Recuerdo que la primera vez que lo vi con su banda, no conocía nada de él, y cuando se disponía a presentar una canción mencionó que formaba parte de su primer trabajo, no pude evitar reírme cuando dijo el título del disco porque me parecía un gesto irónico. De hecho recuerdo que Ravioli escucho mi risa, (no estábamos en un lugar muy grande) se incomodó un poco (creo), porque de inmediato de manera un poco más seca o cortante (ya no recuerdo) dijo - pero qué tiene de malo el nombre-, y lo volvió a repetir, pero mucho después, cuando materialmente tuve sus discos, me di cuenta, que su actitud no tenía nada de irónica, al contrario, venía acompañada de una gravedad que yo definiría como elegante, porque si no fuera así, sería difícilmente transitable.

La última vez que lo ví, fue para la presentación de su segundo disco en el Centro de la Cooperación, fuimos con mi mujer, y los dos nos quedamos sorprendidos por el funcionamiento pleno, de una banda con todos sus engranajes aceitados. En ese recital fue más notorio el costado experimental de su propuesta sonora, desdibujando un poco, pero solo un poco ese aire romántico y apesadumbrado de su disco anterior.
En ese recital me compre el Volumen 2, y por esos desencuentros de horarios, dinero y trabajo, a lo largo de estos años, no lo volví a ver arriba de un escenario, ni volvió él  a sacar un disco nuevo, y al parecer desarmo esa banda con la que parecía que iba a comerse al mundo.

Hablar de Juan Ravioli, es también hablar de diferentes sociedades musicales (2), quizás las más significativas sean estas: formó parte de la vuelta de Pablo Krantz a los escenarios porteños, participó de hecho en la grabación de su disco "Demonos cita en una autopista (para volvernos a estrellar), grabo en varias de las experiencias musicales de Ulises Conti y actualmente forma (o formaba) parte de la banda de Axel Krieger. Todos estos, nombres, conforman una parte de nuestra geografía, (nuestra patria de sonoridades) nada más que la diferencia radica en que estos artistas, tienen una actitud más cool, más arty, menos deudora de nuestra tradición de vacas sagradas del rock nacional.  A fin de cuentas son nombres excéntricos, que designan diferentes experiencias sobre el modo en que opera la cultura musical, después del rock, del pop y de la vanguardia en este nuevo milenio.
El más llamativo ( por su obra) es Ulises Conti, que si bien no hace rock, ni es un escritor de canciones, (aunque haya sacado dos discos en comunión con Lola Arias)  ni juguetea con el folclore, (Krieger) ni es un narrador de canciones (Krantz), en su música se permite, un espíritu que tiene la displicencia de una vanguardia bien perfumada, con toques de romanticismo que podría llamar schopenaueriano, conjugado con una mirada  muy autoconciente sobre la experiencia formal en la música. Su propuesta abreva en la música antes llamada "culta", de cámara, orquestal, con guiños hacia el jazz, pero no apela a la tradición como forma dura, sino que su oído está tan puesto en el pasado, como el presente, dando como resultado y por efecto, una obra que tiene diferentes registros: desde comentarios y reflexiones sobre la propia materia musical, a hallazgos, a veces irónicos, bellos, y poco complaciente con un oyente de este siglo, atravesado por la ortodoxia del rock.

Creo que de los tres, es el espíritu más afín a la sensibilidad estética de Ravioli, si bien es cierto que Conti solo participo en el primer disco y en un sola canción, (Condicionamiento) no me parecería arriesgado decir: que su mirada sobrevuela a estas dos experiencias sonoras. No hablo de algo explícito ni directo, sino de un diálogo sesgado por la problemática forma-fondo. Me atrevo a decir que tampoco Ravioli es un escritor de canciones, sino que a través de la forma canción a sabido conducir un tipo de intensidad, que en su primer trabajo puede confundir y ser simplemente tomado como un hacedor de canciones románticas, pero este es un dato menor, porque para mi lo interesante es el mundo sonoro que hay detrás acechando, como si fuera el flujo de un río interno que golpea para encontrar su caudal, pero esto no llega a suceder jamás, ni siquiera la voz llega a quebrarse, solamente es un eco, que sucede por dentro, como en la canción "la ausencia" que tiene una una de las partes más íntimas, y descarnadas, cuando nos dice casi sin aire, casi sin voz, casi sin nada:

Yo ya no quiero decir que
esto no es lo mismo sin vos.

Muy distinto es su siguiente disco, mucho más ligado a simple vista al código del rock, y del blues, donde la forma canción alcanza su cima con "Son días felices", donde podría haberse quedado allí, conforme, pero no, inmediatamente la canción encuentra su perfecta contracara, con "John Merrick", una suerte de anticanción, sobre el hombre elefante, bellamente retratada en la película de David Lynch, (ese otro freak), que cuenta con una deliciosa melodía que el  piano va desplegando, bajo una voz que parece no anunciar nada de lo que viene

No hay razón
para correr así de mí
El color, la luz, el sol...
No sé si soy capaz.

Y este es su principal acierto formal, el enjambre de sonidos sorprende y sacude al oyente, parece que va a durar más de lo que dura, es un ataque, claro, y específico, a nuestra normalidad auditiva, que sobre el final de la canción encuentra en el punteo de la guitarra, su razón de ser, la melodía con un claro aire floydiano, lo inunda todo hasta dejarnos mudos.
Este segundo disco encuentra su verdad en estos momentos de pura emoción musical, estas dos canciones son los puntos más altos de una experiencia que se sirve del rock para generar pequeñas canciones, situaciones sonoras como "Comenzar" que dura 00:49, o "Cuatro segundos" que tiene 00:31, el resto de las canciones navega por estas aguas aparentemente rockeras, con pinceladas de blues y folk, pero es más una mirada y una pregunta sobre la propia naturaleza de las canción.

De manera evidente uno escucha estos discos y dice sin pensar "década del 70", el imaginario sonoro parece indicar ese camino y  no parece haber otra posibilidad interpretativa, sobre todo por la reincidencia en el nombre y orden de los discos. De alguna manera estas experiencias, en formato canción, nacieron viejas, pero no son vetustas, no huelen a moho ni a museo, lo harían si se hubieran quedado solo con la tipificación de una época, pero no, la pregunta fundamental que despliegan y que excede su propio terreno es para qué seguir haciendo canciones, si lo mejor de una época ya paso, y todos los héroes musicales, sino se murieron jóvenes, andan en plena decadencia, o incomprendidos, para qué seguir haciendo canciones en un mundo saturado, por la industria discográfica, sus inventos de marketing y la revolución digital, que lo ha posibilitado todo literalmente, para qué seguir... Porqué una canción más, porqué no una menos, porqué no mutilar su propio propósito.

¿Cómo andar con los pies así,
si esta tierra arde más que el sol?
Y es natural que no quieras seguir
desperdiciando la poca ternura de hoy.

Una estrofa antes, esta canción, de Volumen 2, llamada " la ternura" nos pone en perspectiva, nos da una pincelada precisa, sobre el estado de cosas, mientras el bajo va cobrando un sutil protagonismo

Cómo ves en la oscuridad
lo que sirve esta poca luz,
que antes de ayer
te negabas a ver.

"Album para la Juventud", Volumen 1 y 2 son certificados de de-función, bloques musicales que tienen la ambición de clausurar un imaginario, no porque puedan, sino porque llegaron demasiado tarde, la última época que vivió la cultura rock con cierta ironía, e inocencia, fue la década del ochenta, después, lo que vino después fue la resaca de la fiesta, el desorden de los platos rotos, los ceniceros llenos, las botellas vacías y los perdidos en la nostalgia.

Estos discos de Juan Ravioli se animan a confrontar esta desazón, no hacen la vista gorda como si nada hubiera pasado en estos últimos 50 años, al contrario recibe acuso y se anima a desmaterializar la canción para que adquiera un único y poderoso cuerpo como en el caso de "Son días Felices", o transformar todo en una sola y larga canción, (o movimiento), con sus matices, influjos, niveles de intensidad, cambios de tono, modulación y de ritmo, sin que una parte sea más importante que la otra. No hay ninguna canción destacable en volumen 1, pero todas son absolutamente imprescindibles en la economía narrativa del disco.
Por eso creo que estos discos son una respuesta desde el rock, a las mismas cuestiones que le atañen a Ulises Conti con sus obras, ya nadie puede aspirar a una totalidad, lo máximo que se puede hacer es evocar esos momentos de peligro, donde la emoción estética parece decirnos algo, pero no sabemos qué...nadie puede en este siglo XXI tener pretensiones Wagnerianas, sin caer en el más completo ridículo.

El último disco fue en el 2009, desde entonces no hay noticias, salvo sus apariciones junto Axel Krieger y las presentaciones del último disco de Ulises Conti. Más allá de los azares de la vida, creo que este llamado a silencio responde a ese borde, esa línea, ese espacio en blanco entre la canción y su imposibilidad, que Juan Ravioli a experimentado, con todo el riesgo que implica jugarse el nombre propio, en el salto al vacío de la creación, con estos discos, que tiene tanto de rabiosa melancolía, como de sorda resignación, en un mundo cada vez más fragmentado e incompleto, Juan se permite: decir, musitar, cantar

Respirar.
A veces cuesta hacerlo.
(A veces cuesta).

Rescatarnos
de nuestro propio infierno
de nuestros propios sueños.

(...)

Quedan cinco hojas
y un millón de días
por seguir.




1-" Lo saludé desde el fondo de mi alma. Luego lo compadecí, pues era jóven, y su destino estaba escrito; pero recordé que yo también era un condenado.
Supe, de pronto, que nunca llegaría al final de mi juventud. Y me reí, por mí, por él.
La vida era breve, tumultuosa y la muerte era parte de la vida."

                                                                                                           
                                                                        Extracto de "Juan Raro"
                                                                               de Olaf Stapledon


2-Ravioli tambien participó en grabaciones de: Ariel Minimal, Brian Storming, Defórmica, Doña María, Flopa, Franco Salvador, La national Film Chamber Orchestra, Pequeña Orquesta de Reincidentes, Pez, Proyecto Verona, Valle de Muñecas, entre otros.


 Alguna de laas canciones citadas son

Son días Felices http://www.youtube.com/watch?v=6037fcsIYXQ

John Merrick http://www.youtube.com/watch?v=4h0N-tn8dgA

La ausencia http://www.youtube.com/watch?v=cTHCtrVjK8o

Quedan cinco hojas http://www.youtube.com/watch?v=B2oV_DzTNG4